Opinión
No fue sorpresa que el presidente Biden se retirara de la contienda presidencial en Estados Unidos. Crecían ya las presiones internas en el partido demócrata para que esto sucediera.
La vicepresidenta Kamal Harris despunta para suplir al candidato que dialogaba con fantasmas en las reuniones internacionales. Pero también Gretchen Whitmer, la gobernadora de Michigan, muy popular en el Medio Oeste —donde hay varios estados bisagra claves en la elección—, pudiera dar la sorpresa como la segunda a bordo.
Para los demócratas remontar la diferencia creada entre Donald Trump y Joe Biden suena a una tarea épica, que en algunas encuestas llega a ser de una distancia de 12 por ciento.
¿Quién es más idónea para intentarla? Kamala Harris, que contrasta totalmente con Trump y permite un mayor equilibrio electoral, acompañada de Gretchen Whitmer, al ser una gobernadora carismática, fresca y con mayor capacidad de hablar a los trabajadores estadounidenses, el principal mercado trumpista, arrebatado en varios estados a los demócratas que los representaban antes con el apoyo de los sindicatos.
A mi parecer la presidencia de Donald Trump es prácticamente inevitable. Y México debe prepararse para ella. Me parece que es uno de los nudos gordianos del gobierno de Claudia Sheinbaum.
El antecedente durante el gobierno que acaba en México no es positivo. El tema migratorio fue muy mal manejado, primero con el desafortunado discurso de la primera secretaria de gobernación de su gestión, Olga Cordero, quien hizo un llamado a la emigración masiva centroamericana, diciendo que era bienvenida y tendría facilidades.
Y luego, ante la amenaza del gobierno trumpista de subir aranceles a los productos mexicanos —sin tomar en cuenta el tratado de libre comercio—, el gobierno mexicano simplemente se dobló rápidamente, como dijo el propio Trump con palabras de menosprecio. Ahora somos de facto Tercer País Seguro como complemento de la política fronteriza estadounidense: «Quédate en México».
El candidato republicano supuestamente se refirió al recién nombrado secretario de Economía, Marcelo Ebrard, tiene «50 por ciento de inteligencia», o sea, según él es el equivalente a un retrasado mental. Y Ebrard va a ser el interlocutor directo del próximo gobierno estadounidense en la revisión del tratado de libre comercio, una columna vertebral sustantiva de la economía mexicana.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, en un acto de imprudencia política, dijo que iba a escribir a «su amigo Trump» para defender a los migrantes, violentando el protocolo bilateral, tanto como el respeto a la que es sucesora y a la que no le ha permitido desplegarse de manera autónoma en este periodo de transición.
Los estadounidenses no tienen amigos, sino intereses, dice la interpretación dura de su política exterior. Durante la Guerra Fría había una frase de los diplomáticos expertos que se repetía a sottovoce: era la del «americano feo». Sin embargo, Estados Unidos ha demostrado en la historia moderna, que si se comparten con su país intereses estratégicos puede ser un buen aliado.
Durante el gobierno obradorista, sus últimos cuatro años vivió una relación blanda, por llamarla de alguna manera, con el gobierno de Joe Biden. Al embajador estadounidense Ken Salazar sólo le faltó afiliarse a Morena. Quizás el presidente López Obrador debía reconocer más amistad con Joe Biden, a la que nunca ha hecho alusión con algún hincapié.
Pero tanto el episodio del «doblarse rápido», como la prolongada luna de miel con el gobierno de Biden, tolerante a excentricidades —como soportar discursos de 35 minutos en una respuesta a una pregunta de una conferencia de prensa compartida, o exposiciones en la Casa Blanca sobre su historia escolar—, son cosas del pasado.
La presión previsible de Donald Trump ya no va a ser sólo una amenaza de subir aranceles, va a consistir en una ofensiva político estratégica en toda forma, para deshacer el tejido infra comercial que se ha hecho con China, violentado salvaguardas normativas en el tratado de libre comercio, así como el espíritu de alianza que por razones geopolíticas pudiera esperarse.
Durante varios años México ha jugado con el tema chino. El gobierno de Felipe Calderón le heredó a su sucesor priista, Enrique Peña, el control mafioso de criminales mexicanos, en convivencia con las Triadas chinas, del puerto Lázaro Cárdenas, una entrada estratégica al Continente americano. El gobierno estatal había solicitado el apoyo federal por este y otros motivos, pero no fue bien entendido.
El gobierno peñista trató de retomar el control de ese puerto, con una visión de seguridad nacional. Pero al mismo tiempo convirtió a China en un aliado comercial de primer orden en detrimento de las relaciones en este ámbito con Estados Unidos. Y esto sucedía mientras el gobierno demócrata de Barack Obama estaba creando la gran alianza del Pacífico, con participación mexicana, para enfrentar comercialmente a China.
Esta contradicción no fue entendida por los estadounidenses. El gobierno peñista decidió suspender la asignación a una empresa estatal china del tren rápido a Querétaro. Todo sucedió negativamente. En este tipo de cuestiones no se puede jugar.
Pero México lo sigue haciendo, cuando en el tiempo del mundo la competencia por la hegemonía comercial, tecnológica y económica entre Estados Unidos y China, sigue siendo y será un factor decisivo de la agenda internacional estratégica.
Los estadounidenses son competitivos y no entienden de los juegos dobles. Si eres su socio comercial, no consideran correcto les juegues las contras por debajo del agua. Podemos ser sus aliados en un plan de beneficio mutuo o encontrarnos con «el americano feo» como lo llamaban subterráneamente los viejos diplomáticos de la Guerra Fría.
Donald Trump impugnó las ventajas que China está teniendo en México al amparo de lo que define como un uso tramposo del tratado de libre comercio. Y aunado a esto, ante el poder de los grupos criminales considera que esto afecta la seguridad de Estados Unidos, sin que México, con detrimento de sus propios intereses, esté haciendo la tarea.
Al parecer es claro, al margen de ideologías superadas por la historia, México va a tener que elegir entre la negociación con un aliado que es una democracia o la imposible continuación de un juego doble con una dictadura comunista y sus Triadas, la mafia histórica con la que terminó aliándose y domina Shanghái.
Únase a nuestro canal de Telegram para recibir las últimas noticias al instante haciendo clic aquí
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
Cómo puede usted ayudarnos a seguir informando
¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en Estados Unidos y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.