Análisis de noticias
Yang Jiechi, el principal diplomático de China, ha hecho recientemente varias paradas en África para supervisar los intereses chinos y reforzar las relaciones bilaterales en el continente.
Yang, el director de la Oficina de Asuntos Exteriores y miembro del Politburó del Partido Comunista Chino (PCCh), también se aseguró de criticar a los que acusan al régimen chino de aprovecharse de África y de involucrarse en el «neocolonialismo».
«Algunas personas que están descontentas con las crecientes relaciones entre China y África, hicieron acusaciones infundadas para difamar y atacar nuestra cooperación», dijo Yang en un discurso el 22 de diciembre, según informó Xinhua News, el medio de comunicación controlado por el estado. «Aquellos que intentan socavar la tradicional amistad entre China y África solo fracasarán».
El régimen chino ha sido objeto de crecientes críticas en los últimos años por su compromiso con los países africanos. En la última década, Beijing se ha convertido en el socio económico más importante de África en lo que respecta al comercio, la inversión, la ayuda financiera y la financiación de infraestructuras.
Pero los objetivos del régimen no son totalmente altruistas. La creencia fundada es que Beijing atrapa a los países en desarrollo para que acepten préstamos caros, y cuando los líderes incompetentes de esos países no pueden equilibrar el presupuesto para devolver dichos préstamos, el régimen impone fuertes castigos como la toma de ciertos activos y otras concesiones.
Más de 10,000 empresas chinas están operando en África, siendo Nigeria, Zambia y Tanzania las que más atención atraen a las empresas chinas, según un informe de 2017 de la consultora McKinsey & Co.
«En el sector manufacturero, estimamos que el 12 por ciento de la producción industrial de África —valorada en unos 500,000 millones de dólares al año en total— ya está en manos de empresas chinas», según McKinsey. «En infraestructura, el dominio de las empresas chinas es aún más pronunciado, y se llevan casi el 50 por ciento de la contratación internacional del mercado de la construcción de África».
La participación más visible del régimen chino en África, es el desarrollo de la infraestructura. La mayoría de los nuevos proyectos de infraestructura —puentes, principales autopistas, rascacielos y túneles— son financiados y construidos por empresas chinas, que utilizan mano de obra y materiales chinos.
La «trampa de la deuda»
Históricamente Francia, Estados Unidos y el Reino Unido han sido criticados por explotar a África. Hoy en día, ese papel lo está desempeñando el régimen chino.
En la superficie, la inversión en infraestructura del régimen en África es para ayudar al desarrollo y aumentar el comercio. Pero al proporcionar tanta financiación, Beijing tiene el futuro destino del continente bajo su dominio. África es fundamental para la iniciativa del régimen «La Franja y la Ruta» (OBOR) en la expansión de su influencia geopolítica, que incluye el acceso al petróleo, los recursos naturales y la ubicación estratégica de África.
Entre 2000 y 2017, Beijing prestó más de 140,000 millones de dólares a los países africanos, según un informe del Instituto Brookings un centro de estudio con sede en Washington. La mayoría de esos préstamos se han concentrado en unos pocos países ricos en recursos naturales. Por sector, los préstamos se han centrado en las industrias importantes y estratégicas del transporte, la red eléctrica y la minería.
La narrativa de la «trampa de la deuda» no va a desaparecer. Y lo que ha ocurrido recientemente en Zambia refuerza esas críticas contra el PCCh.
Zambia, que ha tenido problemas para pagar la deuda que tiene con el régimen, ha ofrecido, según se informa, importantes activos estatales como garantía. La cantidad exacta que Zambia debe a Beijing es cuestionable, el gobierno de Estados Unidos afirma que la cifra podría ser tan alta como 10,000 millones de dólares, pero Zambia, según un informe de Reuters de diciembre de 2018, afirma que solo se deben 3100 millones de dólares.
La cifra real de la deuda es desconocida, ya que «gran parte de su deuda con China no ha sido completamente contabilizada, un ejercicio que el tesoro público de Lusaka no está ansioso por completar, por temor a la alarma que las cifras podrían causar», informó Africa Confidential.
Zambia mantuvo conversaciones con el PCCh con respecto a la entrega de ZESCO, la compañía estatal de servicios públicos, a China como pago en especie, dijeron fuentes al medio de comunicación.
«China ya tiene el control de la compañía de radiodifusión del país, ZNBC. También se teme que el principal aeropuerto de Lusaka sea el próximo objetivo».
Las actitudes respecto a la presencia de China en los medios de comunicación de Zambia están muy polarizadas, con un número cada vez mayor de titulares que critican los motivos de Beijing, así como la calidad y la longevidad de los proyectos dirigidos por China.
Algunos países africanos están empezando a retroceder ante la estrategia depredadora de China.
A mediados de 2019, Tanzania suspendió los planes de asociarse con China para construir el puerto más grande de África Oriental en Bagamoyo, Tanzania. China Merchant Holding International fue programado para ser el único operador portuario.
Mencionando ciertos desacuerdos con inversionistas chinos sobre demandas «abusivas e incómodas», el presidente de Tanzania, John Pombe Magufuli, canceló el proyecto.
«Quieren que les demos una garantía de 33 años y un arrendamiento de 99 años, y no debemos cuestionar a quien venga a invertir allí una vez que el puerto esté operativo. Quieren tomar el terreno como suyo, pero tenemos que compensarlos por la construcción de la perforación de ese puerto», dijo Magufuli al The Economic Times de India el año pasado.
Beijing también exigió al gobierno de Tanzania una compensación por las pérdidas sufridas durante el proyecto, así como la exención de impuestos y aranceles.
El rechazo de Tanzania al régimen chino sigue a la cancelación de un proyecto financiado por China en Sierra Leona en 2018.
Un aeropuerto propuesto por 320 millones de dólares —que era financiado por Beijing— fuera de la capital de Sierra Leona, Freetown, fue desechado a finales de 2018, después de que el país africano consideró que el proyecto era antieconómico e innecesario.
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