Algunos niños vacunados tienen cicatrices cardíacas post miocarditis, observa estudio de larga data

Por Zachary Stieber
05 de agosto de 2023 4:40 PM Actualizado: 05 de agosto de 2023 11:24 PM

Algunos niños que experimentaron una inflamación cardíaca tras recibir la vacuna contra COVID-19, meses después presentaron cicatrices en el corazón, según un nuevo estudio de larga duración.

Los investigadores siguieron durante un año a un grupo de 40 pacientes de entre 12 y 18 años después de que se les diagnosticara miocarditis, o inflamación del corazón, tras la vacunación con una de las vacunas de ARN mensajero, de Pfizer o Moderna. También se les realizaron una serie de pruebas, entre ellas ecocardiogramas.

A 39 de los 40 pacientes se les realizaron resonancias magnéticas cardíacas y se obtuvieron resultados anormales en 26 de ellos, 19 de los cuales presentaban realce tardío de gadolinio o signos de cicatrización.

Los pacientes con resultados anormales volvieron a someterse a resonancias magnéticas cardíacas de seguimiento al menos cinco meses después de las pruebas iniciales y 15 de ellos, es decir, el 58%, presentaban realce tardío de gadolinio (LGE por sus siglas en inglés) residual. El único paciente que no se había sometido a una exploración inicial también presentaba un leve realce tardío de gadolinio en una visita de seguimiento.

«Se observó persistencia del LGE en un subconjunto significativo de pacientes hasta con 1 año de seguimiento», escribió el Dr. Yiu-fai Cheung, del Hospital Infantil de Hong Kong, en conjunto con los demás investigadores.

Las implicaciones de la persistencia siguen sin estar claras, pero que, dado que es un indicador de una disfunción cardiaca subclínica y cicatrización, «existe un posible efecto a largo plazo sobre la capacidad de ejercicio y la reserva funcional cardíaca durante el esfuerzo», añadieron los investigadores.

El estudio fue publicado por Circulation. Los autores no declararon haber recibido financiación alguna.

El Dr. Peter McCullough, cardiólogo estadounidense y presidente de la Fundación McCullough, afirmó que los nuevos datos concuerdan con lo que los cardiólogos observan en la práctica clínica.

«Los casos graves de miocarditis inducida por la vacuna COVID-19 no se resolvieron mediante resonancia magnética cardíaca al año de seguimiento en la mayoría de los casos. En algún momento, debemos suponer que el realce tardío de gadolinio representa una cicatriz o un daño permanente», declaró por correo electrónico a The Epoch Times el Dr. McCullough, quien no participó en la investigación.

«Las vacunas contra COVID-19 deben retirarse inmediatamente del mercado hasta nuevo aviso. Deben ponerse en marcha de inmediato programas de investigación a gran escala sobre la miocarditis subclínica y clínica inducida por la vacuna contra COVID-19, con el objetivo inicial de estratificar el riesgo y mitigar el paro cardíaco», añadió el médico.

El Dr. Anish Koka, otro cardiólogo estadounidense que no participó en el estudio, afirmó que la persistencia del LGE significaría cicatriz que sustituyó al músculo cardíaco inicialmente inflamado.

«La buena noticia es que la cantidad de cicatriz es pequeña. La mala noticia es que hay cicatriz», escribió el Dr. Koka a través de la red social X, antes conocida como Twitter.

El Médico también indicó que el nivel de cicatrización indica que probablemente no habría un impacto a largo plazo, pero que incluso pequeños niveles de cicatrización podrían ser una base para futuras arritmias, siendo el ejercicio un posible desencadenante.

«Todos estos niños (incluso los que no tienen cicatrices) necesitarían pruebas de esfuerzo a los 6 meses para intentar pronosticar esto», dijo el Dr. Koka.

Pfizer y Moderna no respondieron a las solicitudes de comentarios sobre el estudio de la miocarditis, un efecto secundario conocido de las vacunas contra COVID-19 de ambas empresas.

En una fotografía de archivo, varias personas esperan para recibir la vacuna COVID-19 en Hong Kong. (Dale De La Rey/AFP vía Getty Images)

Más pruebas

La miocarditis post vacunación contra COVID-19 se detectó por primera vez a principios de 2021, y un número creciente de estudios ha rebatido las afirmaciones de las autoridades estadounidenses de que la inflamación del corazón es leve y se resuelve sin tratamiento.

Un estudio de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, publicado en 2022, informó de que entre los pacientes con resonancias magnéticas cardíacas de seguimiento, el 54% tenía al menos un hallazgo anormal, como las cicatrices.

El estudio se basó en encuestas realizadas a los profesionales sanitarios que examinaron a los pacientes.

Más tarde, los proveedores informaron a los CDC de que entre cinco y trece meses después del diagnóstico inicial, el 14% de los pacientes seguía sin estar autorizado a realizar cualquier tipo de actividad física y muchos de ellos seguían presentando anomalías en la resonancia magnética cardíaca. Además, en un conjunto separado de encuestas, muchos pacientes informaron de que experimentaban uno o más síntomas más allá de un año.

También en 2022, los médicos de Rhode Island informaron de qué ocho de nueve pacientes a los que se les había realizado una exploración en promedio 94 días después del diagnóstico inicial presentaban un LGE persistente. Además, los investigadores estadounidenses informaron en 2023 de qué tres de siete pacientes a los que se había realizado una exploración en promedio 107 días después del diagnóstico presentaban un LGE persistente.

La miocarditis puede causar muertes, incluidas muertes súbitas, y se han confirmado muertes por miocarditis tras la vacunación en varios países, como Corea del Sur, Estados Unidos y Alemania.

Investigadores surcoreanos informaron en junio de que la miocarditis inducida por vacunas causó ocho muertes súbitas, todas en personas de 45 años o menos, y un nuevo metaanálisis descubrió que la vacunación con COVID-19 estaba relacionada con un mayor riesgo de muerte relacionada con el corazón.

La miocarditis inducida por las vacunas afecta principalmente a los jóvenes, sobre todo a los varones.

Algunos críticos afirman que todas las personas, o ciertas personas, no necesitan vacunarse, señalando los riesgos, así como los altos porcentajes de personas vacunadas, infectadas o ambas cosas.

Los CDC siguen recomendando que las personas de todas las edades reciban la vacuna contra COVID-19, a pesar del riesgo de inflamación del corazón y otros efectos secundarios e incluso cuando la eficacia de las vacunas ha empeorado. En su evaluación más reciente de beneficios y riesgos, los CDC estimaron que un millón de dosis en niños de 12 a 17 años evitaría hasta 136 hospitalizaciones y una muerte, y según estimaciones anteriores de los CDC, un millón de segundas dosis provocaría 48 casos de miocarditis en niños de 12 a 15 años y 84 casos en niños de 16 o 17 años.


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