Quizás haya escuchado la parábola del viejo cherokee que está enseñando a su nieto sobre la vida: «Hay una lucha dentro de mí», le dijo al niño.
«Es una lucha terrible y es entre dos lobos. Uno es el mal: que significa la ira, envidia, pena, arrepentimiento, codicia, arrogancia, autocompasión, culpa, resentimiento, inferioridad, mentira, falso orgullo, superioridad y ego».
Continuó: “El otro es bueno: que significa la alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, benevolencia, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe. La misma lucha está ocurriendo dentro de ti, y también dentro de todas las demás personas».
El nieto consideró esto y luego le preguntó a su abuelo: «¿Qué lobo ganará?».
El viejo Cherokee respondió: «El que alimentes».
“Alimentar” a un lobo es bendecirlo con nuestra atención. Darle energía. Permitir que domine nuestros pensamientos y narrativa. El lobo malvado refleja el pensamiento de escasez; el lobo bueno refleja una mentalidad de abundancia.
David Foster Wallace advirtió, en pocas palabras, sobre los peligros del lobo malvado en un discurso de graduación en Kenyon College. Describió uno de los mayores desafíos de la vida como resistirse a la configuración predeterminada de sí mismo: “Evitar pasar por su cómoda, próspera y respetable vida adulta, muerto, inconsciente, esclavo de su cabeza y de su configuración predeterminada natural de ser único, completo, imperialmente solo… día tras día».
La alternativa del lobo bueno, como la describe Wallace, es «ser lo suficientemente consciente y atento, como para elegir a qué le presta atención y cómo construir el significado a partir de la experiencia».
Elegir a qué prestar atención suena simple pero es tremendamente difícil. El lobo malo se asoma a los remordimientos del pasado y a las ansiedades del futuro. El lobo bueno florece en el momento presente.
El éxito, felicidad, satisfacción, alegría, logro, todas estas cosas dependen de la capacidad para domar la mente. Ser consciente y estar al tanto. Hacer de nuestra mente nuestra servidora, no nuestra dueña.
Es más fácil decirlo que hacerlo en un momento en que nuestra atención se vende al mejor postor y las empresas invierten miles de millones para mantenernos en sus plataformas y anuncios. Recuperar el control es posible, pero requiere desconectarse de la red que alimenta nuestros peores instintos. Una caminata al aire libre que interrumpa los patrones puede hacer maravillas para la salud mental. Un libro nuevo puede inspirar una nueva forma de pensar. Una conversación con un viejo amigo puede romper el hechizo.
Las creencias limitantes y el diálogo interno negativo pueden impedirnos vivir una con propósito, intencional y feliz. El pensamiento de abundancia y las narrativas positivas pueden liberarnos. Es nuestra elección. Obtenemos lo que alimentamos.
Jay Harrington es autor, abogado convertido en empresario y dirige una marca de estilo de vida inspirada en el norte de Michigan llamada Life and Whim. Vive con su esposa y tres niñas en un pequeño pueblo y escribe sobre cómo llevar una vida con propósito y orientada al aire libre.
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