Análisis de las operaciones militares rusas y chinas en Venezuela

Por José Gustavo Arocha
16 de agosto de 2022 4:13 PM Actualizado: 16 de agosto de 2022 4:18 PM

Con la inflación en un nivel récord, millones de sus ciudadanos huyendo del país, y una oposición política reconocida por la mayoría de las democracias occidentales como el gobierno legítimo de Venezuela, el régimen de Nicolás Maduro parecía estar al borde del colapso en 2019. Pero el régimen de Maduro sobrevivió, gracias a una serie de factores –entre ellos el apoyo externo que recibió de actores estatales malignos como Rusia y China.

Moscú y Beijing nunca vacilaron en su apoyo político al régimen venezolano, o al propio Maduro, incluso negándose a reconocer la presidencia interina de Juan Guaidó, ordenada por la Constitución. La mayoría de los análisis sobre el apoyo de Rusia y China se han centrado en el apoyo político y económico prestado a Venezuela, incluyendo una estrecha cooperación en energía, manufactura, salud, finanzas y comercio. Pero el apoyo de los dos países ha ido mucho más allá de los ámbitos político y económico, y abarca la cooperación militar y de defensa que ha contribuido a endurecer la dictadura de Maduro y a mejorar sus capacidades para provocar el caos con sus vecinos.

Una alianza de defensa a largo plazo

Cuando Hugo Chávez ascendió a la presidencia de Venezuela hace veintidós años, el ruso Vladimir Putin y el chino Hu Jintao comenzaron inmediatamente a construir una relación de defensa con su régimen. Durante sus 14 años de mandato, Chávez visitó nueve veces Rusia y seis China, estableciendo una alianza de seguridad y defensa que el régimen de Maduro mantiene hasta hoy. Rusia ha vendido más de 11,400 millones de dólares en equipos militares y armamento a Venezuela en los últimos dos años, incluyendo aviones de combate, helicópteros de ataque y transporte, plataformas navales y de defensa aérea, tanques, vehículos blindados de transporte de personal, artillería autopropulsada y diversas armas pequeñas, incluyendo misiles tierra-aire.

El floreciente comercio de armas se complementa con el despliegue por parte de Rusia de dos bombarderos estratégicos con capacidad nuclear en Venezuela cada cinco años desde 2008. Los bombarderos Tu-160 pueden llevar misiles de crucero convencionales o con punta nuclear y han sido probados en combate en Siria, donde lanzaron, por primera vez, misiles de crucero Kh-101 armados convencionalmente. Los bombarderos realizaron el último vuelo de 6200 millas a Venezuela en 2018, por lo que se espera que el próximo despliegue sea en 2023 si Rusia mantiene su rotación de cinco años.

China, aunque vende muchas menos armas a Venezuela que Rusia, participa en la formación de la próxima generación de líderes militares venezolanos a través de la educación en materia de defensa y el entrenamiento en operaciones especiales. Desde 1999, el 76º Grupo de Ejército del Ejército Popular de Liberación (EPL) chino ha estado entrenando conjuntamente con las Fuerzas Especiales venezolanas en materia del idioma, buceo, francotiradores y operaciones de aterrizaje de helicópteros. Además, los altos oficiales han asistido constantemente a cursos militares profesionales y a las escuelas militares de guerra de China y a la Universidad de Defensa Nacional del EPL.

En los últimos diez años, China ha vendido más de 615 millones de dólares en armas a Venezuela, incluyendo aviones de entrenamiento K-8, tanques ligeros VN-16, misiles antitanque y antibuque, morteros autopropulsados y el infame vehículo blindado ligero de transporte de personal VN-4, apodado «Rinoceronte», que entró en acción en las calles de Venezuela cuando el régimen de Maduro sofocó las protestas en 2014, 2017 y hasta hoy.

Además, los tres países han sido capaces de desarrollar la interoperabilidad y las capacidades conjuntas asistiendo regularmente a los Juegos Internacionales del Ejército, un ejercicio militar multinacional anual organizado por el Ministerio de Defensa de la Federación Rusa. Su participación incluye el entrenamiento militar conjunto de las Fuerzas Especiales y las unidades de Infantería de Marina de Rusia, China, Irán, Venezuela y Bielorrusia. En los Juegos del Ejército de Rusia de 2019, el ministro de Defensa de Venezuela, el general Vladimir Padrino Lopez, firmó un acuerdo naval estratégico con su homólogo ruso, el general Sergei Shoigu, que regula las futuras visitas a puerto de los buques de guerra de ambos países.

La construcción de la guerra híbrida en Venezuela

El apoyo militar de Rusia y China a Venezuela combina el uso de equipos militares convencionales con actores irregulares armados no estatales. Esta estrategia de guerra híbrida es consistente con estrategias similares empleadas en Siria, Ucrania y el conflicto de Nagorno-Karabaj. Y al igual que en esos otros conflictos, el despliegue de contratistas y empresas militares rusas y chinas es fundamental para aumentar las capacidades de los militares del régimen de Maduro, manteniendo una negación plausible.

En 2019, según Reuters, se utilizaron contratistas militares privados (PMC) rusos con supuestos vínculos con el Kremlin para reforzar la seguridad de Nicolás Maduro y su régimen. También se ha reportado que las PMC rusas utilizan uniformes militares venezolanos en la capital, Caracas, en la región oriental del país, rica en minerales, y a lo largo de la frontera entre Colombia y Venezuela. Estas PMC rusas llegaron a Venezuela a bordo de un avión de pasajeros de largo alcance Ilyushin Il-62M y de un avión de carga Antonov An-124, aviones de transporte de la Fuerza Aérea Rusa que habían construido un puente aéreo estratégico desde Moscú a Caracas.

Mientras tanto, las empresas de seguridad chinas (CSC) están encabezando el desarrollo de capacidades de combate no convencionales en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y el aparato represivo interno del régimen de Maduro. En noviembre de 2020, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, a través de su Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés), sancionó a China National Electronics Import & Export Corporation (CEIEC), un proveedor de servicios de sistemas de defensa y seguridad social, por ayudar al gobierno de Maduro a socavar la democracia, incluso a través de «esfuerzos para restringir el servicio de Internet y llevar a cabo la vigilancia digital y operaciones cibernéticas contra los opositores políticos». Según la OFAC, CEIEC proporcionó a Venezuela la versión comercializada del «Gran Cortafuegos» de China.

El uso de contratistas privados y de empresas privadas con vínculos con el ejército permite a Rusia y a China proteger sus inversiones en petróleo, minería e infraestructuras, a la vez que recogen inteligencia táctica y estratégica y, lo que es más importante, proporcionan al régimen de Maduro apoyo logístico y de inteligencia militar para gestionar la miríada de actores no estatales armados irregulares que operan en el territorio venezolano.

El enfoque paramilitar se ve aumentado por la recopilación de inteligencia técnica de alto nivel que permite al régimen de Maduro mejorar su espionaje interno y externo. En 2018, la empresa china ZTE Corporation, que en su día fue sancionada por su papel en el espionaje y los riesgos de ciberseguridad, construyó un sistema de vigilancia venezolano que vigila el comportamiento de los ciudadanos a través del «carnet de la patria», un nuevo documento nacional de identidad venezolano. El Ejército Popular de Liberación (EPL) de China tiene estrechos vínculos con dos empresas que son parcialmente propietarias de ZTE, que se ha convertido en un elemento fundamental del complejo industrial militar del EPL. Esto incluye una rama del EPL en la base aérea militar Capitán Manuel Ríos, en el estado venezolano de Guárico, que rastrea satélites en órbita operados por militares y construidos por China.

El apoyo técnico y paramilitar de Rusia y China ha beneficiado a muchos mandos militares venezolanos, pero a ninguno más que al Comando de Defensa Aeroespacial Integral (CODAI) de Venezuela. El CODAI tiene la misión de ejecutar operaciones aeroespaciales defensivas, y el sistema de radar móvil P-18 de Rusia y el radar electrónico 3D JY- 11B de China han mejorado los sistemas de Mando, Control, Comunicaciones, Ordenadores e Inteligencia (C4I) que se utilizan activamente para vigilar y supervisar las fronteras de Venezuela.

Amenaza a los vecinos de Venezuela

Desde 2018, los aviones militares rusos han llegado rutinariamente a Venezuela, mientras que los asesores militares rusos aparecen regularmente en las instalaciones militares, realizan ejercicios de entrenamiento y proporcionan apoyo logístico a los militares del régimen de Maduro. China, por su parte, tiene una presencia menos visible pero igualmente impactante sobre el terreno, entrenando a las Fuerzas de Operaciones Especiales venezolanas y gestionando tecnología militar. Combinadas, estas «potencias globales» están convirtiendo a Venezuela en un serio frente de conflicto en la zona gris, que supone un reto estratégico y operativo para los socios de Estados Unidos en la región, concretamente Colombia y Guyana.

En marzo de 2021, el régimen de Maduro lanzó una ofensiva en el estado de Apure, en la frontera entre Colombia y Venezuela. Esta ofensiva provocó un enfrentamiento directo entre los militares venezolanos y los actores armados irregulares (una facción de las FARC) que operaban en la frontera. El régimen de Maduro reaccionó desplegando una mayor presencia militar en el lado venezolano de la frontera, con aviones de combate K-8 de fabricación china y vehículos aéreos no tripulados Orlan 10 de fabricación rusa, que son drones de reconocimiento utilizados para la guerra electrónica.

Esto se complementó con una fuerte campaña de desinformación que buscaba establecer una equivalencia moral entre el gobierno democráticamente elegido de Iván Duque Márquez en Colombia y el régimen antidemocrático y autoritario de Venezuela. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia se sumó al elogio de los esfuerzos militares venezolanos en la lucha contra el narcotráfico y la violencia en la frontera, e instó al gobierno colombiano a comprometerse con sus homólogos venezolanos para «resolver el conflicto fronterizo». Mientras tanto, en la costa de Guyana, ExxonMobil descubrió recientemente enormes yacimientos de petróleo, reavivando una histórica disputa fronteriza que supuestamente se resolvió en 1899. Ubicada al oeste del río Esequibo, la región en disputa consta de 61,600 millas cuadradas, y aunque el régimen de Maduro no hizo casi nada para recuperar el territorio en disputa, ahora está desplegando buques de guerra venezolanos para realizar ejercicios navales en la zona fronteriza marítima. China está bien posicionada para explotar esta disputa fronteriza marítima, proporcionando misiles antibuque a la Armada venezolana. Si estalla un conflicto entre Venezuela y Guyana, es probable que China coseche los beneficios aprovechando sus acuerdos bilaterales con ambos países para acceder a los florecientes recursos de petróleo y gas del Esequibo.

Matrimonio por conveniencia

Este siglo ha visto cómo Rusia y China han creado y se han aprovechado de conflictos en zonas grises en Asia, Europa y Oriente Medio. Venezuela representa un ejemplo de esta misma estrategia en América Latina, una región con vastos recursos naturales estratégicos que es cada vez más vital para el posicionamiento global de Rusia y China.

Aunque no es una alianza natural, Rusia y China han encontrado un terreno común en Venezuela al asociarse con el régimen de Maduro. Moscú proporciona las armas y la mano de obra, mientras que Beijing proporciona la tecnología militar, al régimen de Maduro. Esta asistencia ayuda al sansón de Venezuela a persistir y a seguir proyectando su poder en toda América Latina y el Caribe.

José Gustavo Arocha es Teniente Coronel retirado del Ejército de Venezuela y Master en Administración Pública de la Universidad de Harvard. Actualmente es investigador del Centro para una Sociedad Libre y Segura con sede en Washington DC, enfocado en conflictos violentos, ciberseguridad y amenazas de seguridad en América Latina.

Este artículo fue originalmente publicado en el American Foreign Policy Council en conjunto con el Centro para una Sociedad Libre y Segura (SFS).


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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