Comentario
Hanban, una organización estrechamente afiliada al Partido Comunista Chino (PCCh), creó el programa del Instituto Confucio en 2004. Ostensiblemente, el programa se creó para ayudar a promover la lengua y la cultura chinas a escala mundial.
Hoy, por increíble que parezca, hay 525 de estos institutos en 146 países y regiones diferentes. Acusados de ser poco más que caballos de Troya del PCCh, estos institutos se han ganado una notoria reputación. Esto explica por qué varios países han optado por cerrar estos institutos respaldados por el PCCh. Dinamarca, Finlandia y Suecia, por nombrar solo tres países, han decidido eliminar por completo su presencia.
Esto, quizás, explique por qué el PCCh ha establecido una nueva iniciativa —llamémosla el programa del Instituto Confucio 2.0. Como muestro en este artículo, hay muchas razones para creer que el nuevo programa será tan peligroso como el original.
El año pasado, en un artículo para el South China Morning Post, Connor Mycroft habló de una nueva serie de talleres financiados por el PCCh que han aparecido (y siguen apareciendo) en todo el mundo. El interesante artículo comienza hablando de una escuela de formación profesional en la provincia indonesia de Java Oriental, donde se imparten clases de ingeniería de automoción y mantenimiento de vehículos. Mientras tanto, en Setúbal (Portugal), los estudiantes pueden aprender los entresijos de la tecnología de automatización y la robótica industrial. Recientemente, una escuela de formación profesional del país centroasiático de Tayikistán ha empezado a ofrecer titulaciones en el campo de la planificación termoenergética urbana.
¿Qué tienen en común estos tres lugares? Lo han adivinado: los tres están estrechamente relacionados con la inversión china. «A pesar de su variedad temática y de las enormes distancias que las separan», observó Mycroft, «todas estas escuelas existen bajo el mismo paraguas educativo procedente de la ciudad portuaria de Tianjin, en el norte de China».
Antes de leer este artículo, probablemente nunca había oído hablar de los Talleres Luban. Si es así, no se sienta mal; no es el único. Fuera de China, estos centros de formación han recibido muy poca cobertura. ¿Por qué? Al fin y al cabo, desde 2016 se han abierto al menos 25 Talleres Luban en 23 países diferentes. Junto con Indonesia y Portugal, otros países anfitriones incluyen Egipto, Etiopía, India, Indonesia, Pakistán, Tailandia e incluso el Reino Unido.
En septiembre del año pasado, Eurasiannet publicó un artículo en el que se analizaba el auge de los Talleres Luban y por qué estos centros deberían considerarse «la segunda etapa» de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés). Creada para institucionalizar la presencia del poder blando del PCCh, la BRI, un amplio (y costoso) proyecto de infraestructuras que se extiende por todo el mundo, cuenta con 146 miembros. Cuando un país se adhiere a la iniciativa, China encuentra muchas formas de inmiscuirse en la política, la cultura y las instituciones educativas del país anfitrión. Firmar un acuerdo con Beijing es, en muchos sentidos, entregar las llaves de la casa.
No es de extrañar que los Institutos Confucio se encuentren en su mayoría en países miembros de la BRI. Lo mismo puede decirse de los Talleres Luban. Los Institutos Confucio han sido considerados vehículos para diversas formas de espionaje. ¿Por qué deberíamos esperar algo diferente de estos talleres? Deberían verse como nuevas adiciones a la ofensiva de poder blando de Beijing.
El poder blando es considerablemente más barato —y podría decirse que mucho más eficaz— que, por ejemplo, el poder duro de la fuerza militar. No hay que subestimar la capacidad del PCCh para cooptar en lugar de coaccionar. Cuando uno piensa en el poder blando chino, le vienen a la mente la propaganda y la censura. Y cuando uno piensa en propaganda y censura, inevitablemente piensa en el mundo online, donde los perfiles de las redes sociales están estrechamente vigilados y se promueven noticias falsas. Sin embargo, no hace falta situarse en el mundo virtual para experimentar de primera mano la propaganda y la censura chinas.
Los Institutos Confucio no son solo vehículos de espionaje, sino también de difusión de información falsa y actos de intimidación. Cuando se trata de iniciativas respaldadas por el PCCh, detrás de las imágenes que se presentan al mundo, siempre debemos esforzarnos por ver qué ocurre realmente entre bastidores y cuáles son los verdaderos motivos. Cuando el PCCh dice: «Estamos aquí para ayudar», debemos preguntarnos: «¿Ayudar a quién, exactamente?».
El PCCh crea estos institutos y talleres para difundir una falsa imagen de la China comunista. Para ello, suprimen las voces de la razón, las investigaciones de mérito y cualquier comentario político que retrate con precisión la brutalidad del régimen chino. Esto es lo que hace que los Talleres Luban sean tan peligrosos.
Según el mencionado artículo de Eurasia, en comparación con los Institutos Confucio, que han recibido un gran escrutinio por razones obvias, estos talleres «son más prácticos» y menos engorrosos de establecer. Traducción: requieren menos burocracia y hacen saltar menos las alarmas. Como señalaba el artículo, establecer algo como un Instituto Confucio «requiere muchos niveles de aprobación». «Comparado con eso», añadía, «un Taller Luban es más fácil de construir». Estos talleres son más fáciles de construir en gran parte porque son muy nuevos. El mundo simplemente no ha tenido suficiente tiempo o suficiente exposición para comprender plenamente las amenazas potenciales que plantean.
Sin embargo, ahora que sabemos que no son más que otra parte del dañino programa BRI del PCCh, otra cuerda en el arco del poder blando de Beijing, es hora de decir no a estos arriesgados talleres.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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