Uno de los principales componentes de las preocupaciones económicas actuales es el uso de armamentos económicos por parte de los gobiernos para obtener ventajas políticas y de mercado en sus relaciones exteriores con otros países. Entre los principales participantes en el uso de estos armamentos económicos se encuentra el régimen comunista chino.
En primer lugar, ¿qué son los “armamentos económicos”? En la década de 1930, el término era utilizado en referencia a los intentos de autosuficiencia económica. Por ejemplo, el economista liberal clásico y politólogo suizo William E. Rappard (1883-1958) dio la siguiente definición en una conferencia pronunciada en Londres en 1936 titulada “La amenaza común de los armamentos económicos y militares”:
«Por armamentos económicos entendemos todos aquellos dispositivos legislativos y administrativos destinados a restringir las importaciones y desarrollar la producción nacional con miras a reducir la interdependencia internacional. Los armamentos económicos son las herramientas del nacionalismo económico. El nacionalismo económico puede definirse como la política de autosuficiencia nacional […]»
«Dado que, a pesar de todos sus esfuerzos, todos los Estados deben seguir importando y dado que ninguno puede vivir de la caridad de sus vecinos, todos deben seguir exportando a fin de obtener las divisas necesarias para comprar en el extranjero lo que les falta en su país. Por lo tanto, el nacionalismo económico recomienda en todas partes tanto la promoción de las exportaciones como la restricción de las importaciones […] Desde el punto de vista de la comunidad mundial, el nacionalismo económico es obviamente una política contradictoria».
E incluso los partidarios chinos del nacionalismo económico entienden que necesitan importar materias primas para alcanzar los objetivos de China 2025 de ser autosuficientes y dominantes en algunas industrias clave.
Armamento económico para la planificación de importaciones y exportaciones
Sin embargo, muchos gobiernos intentan utilizar diversas herramientas de política económica –armas económicas– para lograr lo que consideran ventajas políticas y económicas para su propia nación a expensas de sus rivales mundiales. Imponen aranceles, cuotas y diversas restricciones regulatorias a la importación de ciertos bienes para limitar los tipos y cantidades de productos de producción extranjera que se ofrecen a la venta en su país de origen. El propósito es proteger o fomentar una industria nacional que podría no ser rentable mantener o crear bajo un régimen de mayor competencia.
O los gobiernos conceden exenciones tributarias o subsidios y otros incentivos financieros para cubrir la totalidad o parte de los costos de producción que tiene una empresa nacional, con el fin de que pueda mantener su cuota de mercado nacional o igualar los precios más bajos de sus rivales extranjeros que venden sus productos en otros mercados de todo el mundo. Las armas de la política de restricción de importaciones pueden considerarse como armamentos económicos “defensivos” de un gobierno y sus políticas de fomento a las exportaciones como sus armamentos económicos “ofensivos”.
Echemos un breve vistazo a China en este sentido. Muchos chinos experimentaron una transformación drástica en su estándar y calidad de vida en los últimos 30 años. Durante siglos, China solo había tenido épocas de pobreza, peste y hambruna. Bajo el tiránico régimen de Mao, el pueblo de China sufrió desastrosos fracasos en la planificación central socialista en las décadas de 1950 y 1960; igualmente destructiva fue la Revolución Cultural de Mao durante los 10 años que precedieron a su muerte en 1976.
Las reformas económicas introducidas por los sucesores comunistas de Mao, a partir de fines de la década de 1970, permitieron la iniciativa privada parcial en la agricultura, la manufactura y el comercio, lo que desató la asombrosa perspicacia industrial y comercial que se observaba desde hacía mucho tiempo entre los chinos que viven fuera de China.
El plan de planificación económica interna de China
Pero estas reformas en China no han sido de una verdadera agenda política de libre mercado. Fueron planificadas, reguladas y restringidas por el Partido Comunista. Las autoridades de planificación de Beijing determinaron los tipos y formas de las empresas privadas. El banco central de China recibió instrucciones sobre qué proyectos de inversión financiar, en qué cantidades, con qué intereses subvencionados y en qué zonas del país, lo que en general no tiene nada que ver con la rentabilidad basada en el mercado real y orientada al mercado.
Deslumbrantes proyectos de infraestructura, masivas ciudades modernas que surgen de la nada (a menudo vacías), fábricas enormes dirigidas a especializarse en tareas industriales particulares y orientadas a vender en mercados extranjeros específicos, la selección de inversores extranjeros autorizados para operar dentro de China (con distintos propósitos políticos y fiscales corruptos), el control mediante censura del uso de medios de comunicación electrónicos masivos, y la planificación de la investigación y el desarrollo tecnológico –todas estas han sido las armas de la política interna del gobierno chino para diseñar y dirigir el desarrollo de una nueva China post-Mao.
Aturdido por el éxito nacional, el liderazgo chino bajo Xi Jinping se mostró “públicamente” en 2013 con el objetivo manifestado de “hacer a China grande de nuevo” en el escenario internacional de la política de poder global. En la mente del mandatario Xi y de otros miembros del entorno comunista en Beijing, durante dos siglos China había sufrido humillación política, económica y cultural a manos de los británicos, los franceses, los estadounidenses y los japoneses. China fue aprovechada debido a los “malos acuerdos comerciales” y a la intervención militar extranjera impuesta al gobierno imperial del país asiático en el siglo XIX y luego continuó en la primera mitad del siglo XX, cuando China tenía un gobierno central débil y los señores de la guerra saqueaban y controlaban diferentes partes del país.
El proyecto neoimperialista ‘Un Cinturón, Una Ruta’ de China
Pero ahora China se está posicionando como el principal rival internacional de Estados Unidos por la dominación política y económica mundial. Si el siglo XX fue el “siglo americano”, se supone que el siglo XXI es el momento de China, al menos según los chinos. A principios de esta década, se presentaron los armamentos económicos necesarios para lograrlo, como la Iniciativa de ‘Un Cinturón, Una Ruta’. Esto representa la estrategia neoimperialista planeada por China para restaurar el país como el Reino Central alrededor del cual girará el resto del mundo.
El mandatario Xi Jinping y la cúpula comunista china aceptan la interpretación leninista del imperialismo, en la que los países capitalistas extienden su control explotador a las partes subdesarrolladas del mundo para obtener acceso a los recursos y materias primas necesarios para una mayor industrialización rentable de los países capitalistas de origen.
De acuerdo con esta teoría, los países capitalistas entran en conflicto entre sí en la búsqueda de mantener su poder imperialista sobre estas partes menos desarrolladas del globo, un conflicto del cual algunas naciones industrializadas permanecerán en pie mientras que otras quedarán rezagadas en el camino. Este intento inútil de sostener el sistema capitalista extendiéndolo por todo el mundo termina conduciendo al triunfo final del socialismo –o al menos eso creían Lenin y otros marxistas.
Claramente guiado por esta interpretación marxista-leninista del imperialismo, el mandatario Xi Jinping ha dado instrucciones para la realización de proyectos de desarrollo e infraestructura en países del sur de Asia y África a través de préstamos multimillonarios y proyectos de inversión que harán a estos países económicamente dependientes y políticamente serviles a sus amos financieros de Beijing.
La parte de la ‘Ruta’ de la Iniciativa ‘Una Cinturón, Una Ruta’ requiere la creación de una red de relaciones económicas estrechamente entretejidas que conecten a China con países del sudeste asiático y a través del Océano Índico hasta África. El componente ‘Cinturón’ de la estrategia neoimperialista de China es la apertura de rutas comerciales mediante proyectos de infraestructura en los países de las ex repúblicas soviéticas de Asia Central y Oriente Medio, llevando a China a Europa.
Proyectos económicos de China en África
La visión del mandatario Xi es la de un territorio euroasiático bajo la dominación económica y la influencia política del régimen chino. Los continentes satélites como África deben suministrar las materias primas para alimentar el crecimiento industrial y tecnológico de China en las próximas décadas.
Los chinos ponen en juego enormes sumas de dinero que fomentan la corrupción ante funcionarios del gobierno africanos, a cambio de otorgar concesiones monopólicas generalmente exclusivas para el acceso, la minería y la extracción de insumos cruciales para la producción. Las deudas resultantes pesan sobre muchos de estos gobiernos africanos o asiáticos, lo que los hace dependientes de los chinos para los nuevos préstamos puente, la refinanciación de la deuda que vence, o la condonación parcial de la deuda para permanecer económicamente a flote.
Al mismo tiempo, al igual que las naciones occidentales del siglo XIX que tenían bases militares en todo el mundo para mantener su poder imperial, los chinos intentan obtener el control exclusivo de las infraestructuras portuarias comerciales en varios de estos países a través de concesiones a largo plazo pagados generosamente por empresas chinas que son fachadas del régimen comunista de Beijing. A esto se suma la primera base militar extranjera formal de China en la nación de Yibuti en el Cuerno de África Oriental, en el extremo sur del Mar Rojo, nominalmente racionalizada como necesaria para que China pueda ayudar en la protección de la navegación del Océano Índico amenazada por los barcos piratas.
Si el imperialismo ha sido el manual de instrucciones de las naciones capitalistas occidentales para la dominación mundial en el pasado, entonces los comunistas dedicados al renacimiento del socialismo con características chinas pueden usar los mismos métodos y técnicas para llevar a China a un lugar en el sol, o eso imaginan.
La comprensión de China del ‘imperialismo de libre comercio’
Mientras que el gobierno chino, frente a la amenaza de represalias de Donald Trump, se presenta como un buen actor del libre comercio multilateral en la escena internacional, la suya es, de nuevo, una visión neomarxista de lo que a veces se llama “imperialismo del libre comercio”.
En las últimas décadas del siglo XIX, el gobierno imperial alemán se alejó del liberalismo económico y regresó hacia el intervencionismo nacional, el estatismo de asistencia social y el proteccionismo comercial. Sus apologistas ideológicos, conocidos como la escuela histórica alemana, insistieron en que la defensa británica del libre comercio era una estrategia para que la industria británica tomara el control de mercados extranjeros que no podían igualar la eficiencia de los costos de fabricación de Alemania, dejando a los países que importaban productos británicos en un estado de dependencia permanente y subdesarrollada.
El mercado planificado y corrupto de China
La cúpula comunista de China se dio cuenta de que necesitaba conocimientos tecnológicos extranjeros, inversión capitalista extranjera en sectores estratégicos de la economía china e importación de diversas habilidades administrativas y productos básicos. En lugar de la vieja política económica de prohibir la participación extranjera en estas áreas y crear un centro de aislamiento económico y autosuficiencia, el gobierno chino dio la bienvenida al “diablo extranjero” de vuelta en el Reino Central, pero bajo condiciones estrictamente controladas para evitar caer de nuevo en la dependencia económica.
Los controles han sido parte del armamento económico interno de China para servir al “interés nacional”, tal como se define en los grandes planes del PCCh. Este entorno politizado de inversiones y manufacturas nacionales y extranjeras en todo el país también ha preparado una tierra fértil para coimas, sobornos y conexiones corruptas en la red de autoridades municipales, miembros del ejército chino y responsables de la toma de decisiones locales y nacionales en la jerarquía comunista.
Lo que en la China del siglo XIX se llamaba el “apriete” –es decir, la cantidad justa de influencia política sobre las ganancias o pérdidas de alguien como para que fuera un fuerte estímulo para que mostraran su “aprecio” financiero hacia aquellos que determinaban su éxito o fracaso económico– ha permanecido vivo y en buen estado para que quienes están en el poder saquen ganancias políticas (“réditos”) de los empresarios chinos y extranjeros que desean hacer negocios en la China moderna.
Los excesos fiscales de China en el país y en el extranjero
Además, la fuerte mano del régimen en prácticamente todos los ámbitos de la vida económica china ha significado que enormes cantidades de capital de inversión hayan sido dirigidos a proyectos que probablemente en el futuro se muestren como graves, si no severas, malas inversiones de mano de obra y capital.
El Banco de Pagos Internacionales estima que la deuda no financiera en China es de alrededor de 30 billones de dólares, parte de la cual podría fácilmente terminar en mora si surgiera una crisis económica en China. La deuda del gobierno central chino es de más de cuatro billones de dólares, y se calcula que la deuda del gobierno local chino es de unos 2,5 billones de dólares. Pero si se incluyen las asociaciones entre el gobierno local y las empresas (porque si llegaran a ir mal, las autoridades municipales probablemente serán responsables de sus deudas), la deuda del gobierno local chino aumentará otros 2,7 billones de dólares, por un total de 5,2 billones de dólares. Esto significa que la deuda pública total de China es de unos 10 billones de dólares.
Con un producto interno bruto de 12 billones de dólares en 2017, la deuda pública china se acercaría al 100 por ciento del PBI. La relación deuda/PBI es del 400% si se incluye la deuda del sector privado conectada directa o indirectamente con el gobierno, ya que poco sucede en el sector privado que no tenga sus vínculos con el régimen comunista.
Se calcula que la Iniciativa de ‘Un Cinturón, Una Ruta’ tiene un costo ambicioso de entre 900.000 y 1 billón de dólares. Cualquier incumplimiento parcial o total de los préstamos e inversiones hechos por el gobierno chino y sus socios amigos a gobiernos extranjeros o a sus agencias aumentaría la presión financiera sobre los asuntos fiscales del régimen chino.
Esta situación no incluye los problemas de seguridad social de China a medida que su población sigue envejeciendo. Se asignarán recursos privados y gubernamentales para cubrir los gastos de jubilación del creciente número de ancianos en la sociedad. Naciones Unidas calcula que en veinte años los chinos de edad avanzada constituirán más del 20 por ciento de la población total. Esto también supondrá un obstáculo para las ambiciones de gasto de la política exterior del gobierno chino, dada su obligación socialista de cuidar a las personas mayores, especialmente porque muchos analistas dicen que el déficit en el sistema de pensiones chino está aumentando rápidamente.
Contragolpe
También sucede que el imperialismo no es tan popular entre un número creciente de quienes reciben las iniciativas de los imperialistas. Durante años, el resentimiento y la hostilidad aumentaron en varios países africanos donde han sido receptores de inversiones, préstamos y “ayuda” de China.
Se descubrió que los trabajadores y directivos chinos enviados para supervisar la creación de infraestructura y otras actividades están aislados de los nativos del país anfitrión y que son arrogantes. Enormes sumas de dinero llenan los bolsillos de los políticos corruptos locales sin que nada tuvieran que mostrar de los proyectos chinos aparte de la gran deuda acumulada, con inversiones que se perciben como si ofrecieran muy poco o ninguna oportunidad real para los ciudadanos de dichas naciones. Así, los chinos descubrieron que los imperialistas no suelen ser populares, ya sean europeos o asiáticos.
El gobierno de Sri Lanka fue incapaz de hacer frente a los pagos de su deuda sobre los préstamos chinos. Los chinos exigieron al gobierno de Sri Lanka que cumpliera con sus promesas financieras y lograron que las autoridades de esa nación entregaran el control de un importante puerto a una empresa de ingeniería portuaria controlada por el régimen chino, una concesión de 99 años que incluye más de 60 km cuadrados de tierra alrededor del puerto.
Sin embargo, el gobierno recientemente elegido en Malasia declaró que no está interesado en extender o aumentar el número de “tratados desiguales” que involucran proyectos de infraestructura chinos que ofrecen muy poco retorno aparte del incremento de decenas de miles de millones de dólares de la deuda nacional de Malasia. Otros, por el momento, están entusiasmados con las relaciones con China, como el gobierno pakistaní, que busca conexiones chinas más estrechas como contrapeso tanto para India como para Estados Unidos y como fuente de más armamento militar. Pero incluso Pakistán puso un límite cuando China quiso controlar la construcción de un proyecto de represa en el que China quería el control total de la seguridad.
Los chinos esperan usar su armamento económico para establecer su lugar bajo el sol político mundial del siglo XXI. Pero si hay algo que la teoría económica y la experiencia histórica sugieren, es que la planificación central casi nunca funciona de la manera en que los ingenieros sociales esperan, y conlleva numerosas consecuencias imprevistas que los planificadores centrales no pueden anticipar ni dominar, algo que muchos gobiernos occidentales descubrieron por las malas.
La insistencia del régimen chino en “hacer a China grande de nuevo” a través de diversas formas de mando y control tanto en casa como en el extranjero sugiere que China también lo descubrirá por las malas.
El Dr. Richard M. Ebeling es el Profesor Distinguido de BB&T de Ética y Liderazgo de la Libre Empresa en el colegio militar The Citadel, en Charleston, Carolina del Sur. Este artículo fue publicado por primera vez por AIER.org
Los puntos de vista expresados en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de La Gran Época.
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A continuación
¿Qué implica realmente la iniciativa china de Un Cinturón, Una Ruta?
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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