¿Ayudó The Economist en una operación de influencia del comunismo chino?

Por Austin Bay
28 de octubre de 2020 6:51 PM Actualizado: 28 de octubre de 2020 6:51 PM

Opinión

El Washington Free Beacon publicó el 26 de octubre un impactante artículo de investigación que expone un ejemplo verdaderamente espantoso y destructivo de la larga guerra de China comunista contra las sociedades libres, en este caso utilizando como armas la influencia y la información.

El Free Beacon detalló los años de cobertura «simpatizante» de la revista The Economist sobre la empresa china Huawei Technologies. Luego el informe conectó esta información con una especie de influencia, documentando la relación comercial rentable de la revista con el notable gigante corporativo. The Free Beacon señaló que The Economist no reconoció esa relación económica por casi una década.

Las profundas conexiones financieras y operacionales de Huawei con el Partido Comunista Chino (PCCh) no son un secreto. El PCCh tiene la última palabra sobre las operaciones internacionales de Huawei. Eso indica que el PCCh fue un socio silencioso en el acuerdo Huawei-Economist.

Según el informe de Free Beacon escrito por Yuichiro Kakutani, de 2012 a 2018, la Economist Intelligence Unit (la división de consultoría de la revista) publicó al menos siete informes encargados por Huawei, que la empresa utilizó para «avanzar en sus programas políticos y desviar las preocupaciones de seguridad cibernética planteadas por los gobiernos occidentales». Huawei acreditó los informes para influir en la política británica de banda ancha y comunicaciones.

Pero aquí está la cita condenatoria que implica a las divisiones de noticias y editoriales. La propia revista «defendió a Huawei en un artículo de portada en 2012, el año en que la división de consultoría de la publicación empezó a trabajar con la empresa». La historia titulada «¿Quién teme a Huawei?», acusó a los «países occidentales de usar las preocupaciones de seguridad cibernética como una pretensión para oponerse a la legítima competencia de Huawei».

Yo visité el sitio web de The Economist y leí la historia del 4 de agosto de 2012. The Free Beacon la resume de manera justa. Los editores de The Economist llamaron a Huawei «el nuevo campeón de China». El artículo menciona el ciberespionaje chino, las conexiones del gobierno de Huawei, su «opaca estructura de propiedad y su cultura secreta», y otros temas de seguridad y competencia —pulgadas de la columna dedicadas a la lista. Sin embargo, los editores descartaron estos temas críticos como «inquietantes». Esta cita revela la actitud editorial: «Los competidores de Huawei tienen un interés personal en exagerar sus preocupaciones, mientras disfrazan su propia confianza en los subcontratistas chinos y en los subsidios».

Sustituir una palabra blanda por una dura es un eufemismo. El término «eufemizar» también tiene un significado retórico: una afirmación caracterizada por un lenguaje evasivo o despectivo. La cobertura de The Economist sobre Huawei en 2012 descarta las preocupaciones profundas de seguridad nacional como si fueran trucos.

La acusación de fondo de The Free Beacon: el dinero chino compró un tratamiento ventajoso (eufemístico), y si no una cobertura de noticias favorable y una actitud editorial positiva en una revista de noticias y negocios considerada durante mucho tiempo como una de las más influyentes del mundo, en términos de su perspicacia editorial, reportaje erudito y selección de historias inteligentes. La base de suscriptores internacionales de The Economist es bien educada, rica y conectada.

Al parecer, el PCCh logró influir en los proveedores de influencia de The Economist y lo hizo no en uno o dos casos sino durante ocho años críticos. El PCCh no se limitó a tener como objetivo a The Economist. Huawei trató de cooptar a los medios de comunicación en todas partes. Pero The Economist supuestamente influye al parecer en los influenciadores de las principales ciudades del planeta, lo que le da una influencia única.

Durante los dos últimos decenios, Huawei participó en operaciones de espionaje, chantaje, corrupción económica y operaciones de influencia en nombre de Beijing, al tiempo que se posicionó para dominar la infraestructura de comunicaciones mundial y regional y los sistemas digitales internacionales.

Hasta el verano de 2020, el gobierno británico se comprometió a utilizar la sospechosa tecnología 5G de Huawei, por lo que la influencia política atribuida a los informes de Economist Intelligence Unit se mantuvo. Yo apuesto a que la cobertura suave y eufemística de la revista ayudó a detener los intentos de frenar las actividades de Huawei.

La palabra «influencia» domina esta columna. «Las operaciones de influencia» son un tema importante de preocupación para la seguridad nacional. Las operaciones de influencia son difíciles de definir. En 2009, la Corporación RAND ofreció esta definición: «Esfuerzos para influenciar a un público objetivo, ya sea un líder individual, miembros de un grupo de toma de decisiones, organizaciones y personal militar, subgrupos específicos de población, o públicos masivos».

Desde la perspectiva china, los supuestos negocios de Hunter Biden en China se clasificarían como un esfuerzo para influir en un líder individual.

Felicitaciones al Washington Free Beacon por documentar cuán corrosivas y efectivas pueden ser las operaciones de influencia de China.

Austin Bay es coronel (retirado) de la Reserva del Ejército de Estados Unidos, columnista sindicado y profesor de estrategia y teoría estratégica en la Universidad de Texas-Austin. Su último libro es «Cocktails from Hell: Five Wars Shaping the 21st Century» (Cócteles del Infierno: Cinco Guerras que dan forma al siglo XXI).


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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