Se disparan las bancarrotas en medio de un mar de liquidez

Por Daniel Lacalle
24 de agosto de 2020 3:14 PM Actualizado: 25 de agosto de 2020 3:34 PM

Comentario

Los cierres mal dirigidos han destruido la economía mundial y el impacto probablemente durará años.

La falacia del argumento de «las vidas o la economía» es evidente ahora que vemos que países como Taiwán, Corea del Sur, Austria, Suecia u Holanda han sido capaces de preservar el sistema empresarial y la economía mientras hacían un trabajo mucho mejor en la gestión de la pandemia que los países con cierres drásticos.

Uno de los hechos más alarmantes de esta crisis es el ritmo al que aumentan las bancarrotas. A través de una inyección de liquidez y una ayuda gubernamental de 11 billones de dólares, acciones y bonos que han alcanzado máximos históricos, y rendimientos tanto soberanos como corporativos que han alcanzado mínimos históricos, las empresas están quebrando al ritmo más rápido desde la Gran Depresión. ¿Por qué? Porque una crisis de solvencia no puede ser disimulada con liquidez.

Billones de dólares de liquidez dan a los inversores y a los gobiernos una falsa sensación de seguridad porque los rendimientos son bajos y las valoraciones altas, pero es un espejismo impulsado por las adquisiciones de los bancos centrales que no puede disfrazar la rapidez con la que las empresas están entrando en problemas de solvencia a largo plazo. Esto es importante, porque el aumento de las bancarrotas y el incremento de las empresas zombies significa menos empleo, menos inversión y un menor crecimiento en el futuro.

La liquidez solamente disimula el riesgo; no resuelve los problemas de solvencia provocados por el colapso de los flujos de efectivo mientras los costos siguen siendo elevados.

Según el Financial Times: «las declaraciones de bancarrota de grandes empresas estadounidenses se están produciendo a un ritmo récord y se prevé que superen los niveles alcanzados durante la crisis financiera de 2009. A partir del 17 de agosto, un récord de 45 empresas, cada una con activos de más de mil millones de dólares, se han declarado en bancarrota bajo el Capítulo 11».

En Alemania, unas 550,000 empresas corren el riesgo de ser consideradas insolventes y de ser zombificadas por una inútil «ley de insolvencia» que simplemente prolonga el dolor de las empresas que están técnicamente en quiebra. En España, el Banco de España alertó que el 25 por ciento de todas las empresas están al borde del cierre debido a la insolvencia.

Según las estimaciones de Moody’s, más del 10 por ciento de las empresas de las principales economías están en una grave situación financiera, muchas de ellas en quiebra técnica.

¿Cómo pudo suceder esto? Desde la crisis de 2008, todas las medidas políticas se han dirigido a mantener bajos los rendimientos de los bonos soberanos y a rescatar el gasto público inflado y los déficits, y las masivas inyecciones de liquidez han beneficiado a las grandes empresas que cotizan en la bolsa y que han utilizado el dinero para proteger sus valoraciones mediante la autocartera y la deuda barata.

Sin embargo, el dinero barato también ha desencadenado una mala inversión, una mala asignación de capital y niveles de deuda superiores a los normales. Las pequeñas empresas no vieron los supuestos beneficios de los programas masivos de liquidez y déficit, mientras que las grandes empresas se sintieron demasiado cómodas con los elevados niveles de deuda, el escaso rendimiento del capital empleado y los índices de solvencia que eran simplemente demasiado bajos en una economía en crecimiento.

El dinero barato y los rescates masivos han plantado las semillas de una crisis de solvencia que fue desencadenada por la decisión irresponsable de algunos gobiernos de cerrar economías enteras. Si tienes una economía que está altamente endeudada y con débiles índices de productividad y solvencia, cerrar la economía durante dos meses es el último clavo del ataúd. Y las repercusiones durarán años.

El rescate de las empresas zombies solamente empeorará las cosas y nuevos cierres podrían ser fatales. La solución es lo que ningún gobierno quiere hacer porque no acapara grandes titulares o da la impresión de que los políticos están salvando el mundo: medidas del lado de la oferta que activen los mecanismos de refinanciación, reestructuración y mejora de la eficiencia.

Más políticas del lado de la demanda, planes de estímulo inútiles dirigidos a construir cualquier cosa a cualquier costo y más inyecciones de liquidez solamente empeorará las cosas y llevarán a la economía a una crisis de estanflación, en la que el próximo problema será entrar en una crisis financiera a medida que las quiebras se disparen y las valoraciones de los activos de los bancos caigan, al aumentar los préstamos no productivos a pesar de la masiva intervención del banco central.

Los gobiernos preferirán seguir el camino de Japón: más deuda, más rescates y un gasto público masivo. Sin embargo, eso solo provocará el estancamiento y la perpetuación de desequilibrios que no pueden ocultarse cuando los errores de Japón sean aplicados en la eurozona, China y Estados Unidos.

No hay ninguna manera posible en que las grandes dosis de gasto y liquidez produzcan otra cosa que no sea un aumento de la deuda, un crecimiento más débil y una disminución de los salarios reales.

Para poner fin al problema de las empresas zombies y al riesgo de que se produzcan aún más rescates, necesitamos un mercado más abierto, menos burocracia y mecanismos de reestructuración más flexibles. Cualquier otra cosa simplemente producirá estancamiento.

El Dr. Daniel Lacalle es economista jefe del fondo de cobertura Tressis y autor de «Libertad o Igualdad», «Escapar de la trampa del Banco Central» y «La vida en los mercados financieros».


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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