Yan Yuhua es una de las millones de personas que han languidecido en las prisiones chinas debido a su fe. La primera vez que fue arrestada, en 2006, los guardias la pusieron en confinamiento solitario en un esfuerzo por obligarla a firmar una renuncia a su creencia en Falun Dafa, una práctica espiritual prohibida por el régimen chino. Dormir, ducharse, comer, e incluso acostarse eran todo un lujo. Tiraban agua fría sobre su cuerpo y la obligaban a permanecer de pie por períodos prolongados. También le prohibieron a sus padres, que tenían 70 años, y a un hijo adolescente, que la fueran a visitar.
Más tarde, estuvo detenida en un centro de lavado de cerebro durante dos años y medio. Los guardias le hacían usar audífonos que emitían propaganda a todo volumen que denigraba a Falun Dafa. Los «Vigilantes» se turnaban para golpearla e insultarla.
Historias que reflejan las experiencias de Yan y otros practicantes de Falun Dafa -quienes han sufrido tal persecución desde el comienzo de la campaña del Partido Comunista Chino contra ellos en 1999- ahora también ocurren en la región noroeste de China en Xinjiang.
Orígenes del modelo de Xinjiang
En Xinjiang viven aproximadamente 11 millones de uigures y miembros de otras minorías musulmanas.
Con el pretexto de «erradicar el extremismo», las autoridades chinas iniciaron una campaña en 2014 para vigilar, suprimir y perseguir a las minorías musulmanas, incluso estableciendo una red de vigilancia general. El régimen recogió datos personales de los residentes e instaló cámaras y aplicaciones telefónicas para vigilar sus actividades.
Las Naciones Unidas estiman que más de un millón de residentes musulmanes están actualmente detenidos en campos de internamiento, donde son torturados, «reeducados» y obligados a jurar lealtad al Partido Comunista Chino (PCCh), en un esfuerzo para obligarlos a que renuncien a su fe.
De acuerdo con los expertos, las tácticas usadas en la actual represión no fueron ideadas recientemente, sino que son la culminación de dos décadas de experiencia llevadas a cabo por el régimen chino contra Falun Dafa.
La disciplina espiritual, que incorpora ejercicios de meditación y enseñanzas morales basadas en los principios universales de Verdad, Benevolencia y Tolerancia, atrajo entre 70 y 100 millones de practicantes antes de que el PCCh lanzara una campaña nacional para erradicar la disciplina en 1999.
«Transformación por medio de la educación»
El concepto de «transformación por medio de la educación», por ejemplo, surgió de la persecución a Falun Dafa, según Sarah Cook, analista principal de China en la organización de vigilancia Freedom House, en un informe de febrero de 2019.
El régimen chino detiene a los practicantes de Falun Dafa en prisiones y «centros de educación legales» (a menudo llamados centros de lavado de cerebro), y anteriormente los enviaba en masa a campos de trabajo, los cuales fueron abolidos en 2013. En las prisiones y centros, los detenidos son forzados a ver videos de propaganda, cantar canciones pro-PCCh, y «arrepentirse» por sus supuestos crímenes de fe. Aquellos que se resisten a la presión son sometidos a torturas.
El eufemismo «transformación» es una forma en la que el régimen chino «invoca una imagen positiva» y enmarca el proceso como un » tratamiento compasivo», indió Cook.
«Es un término tan relacionado a Falun Dafa que realmente surgió y prosperó (…) Entonces se ve este mismo término aparecer en Xinjiang», dijo Cook en una entrevista con La Gran Época.
Ella recordó un panel sobre Xinjiang en 2018, llevado a cabo en el Instituto Hudson en Washington, donde se sorprendió al escuchar a un analista chino asociar el término «transformación» con Xinjiang. «Estos estudiosos (…) no están tan familiarizados con el lenguaje específico del Partido relacionado a Falun Dafa, por lo que fue realmente sorprendente cuando los escuché decir eso».
De acuerdo con una encuesta incompleta realizada por Minghui.org, un centro de información que documenta la persecución a Falun Dafa, hay 449 centros de lavado de cerebros en 173 ciudades y 329 distritos o condados en toda China.
Tales instalaciones proliferaron después de que el régimen chino abolió el sistema de campos de trabajo en 2013, señaló Cook. La persecución a Falun Dafa sigue sin disminuir.
Funcionarios
Un vínculo muy revelador entre las dos campañas de persecución, de acuerdo con Cook, es el hecho de que los funcionarios clave que ahora están influenciando la política del Xinjiang originalmente construyeron sus carreras a través de la campaña contra Falun Dafa.
Fu Zhenghua es actualmente el ministro de justicia de China a cargo de financiar los programas de adoctrinamiento político del Xinjiang. De 2015 a 2016, dirigió la Oficina 610, una agencia extrajudicial creada expresamente para supervisar la persecución a Falun Dafa.
También ocupó un alto cargo en la oficina de la policía municipal de Beijing entre 2010 y 2015, tiempo durante el cual los practicantes de Falun Dafa que se negaron a renunciar a su fe «fueron reportados haber sido enviados directamente a varios ‘centros de lavado de cerebro'» después de la disolución oficial del sistema de campos de trabajo, según un informe de Amnistía Internacional de 2013 (pdf).
Sun Jinlong, secretario del Partido del Cuerpo de Producción y Construcción de Xinjiang, un conglomerado empresarial y cuasimilitar de propiedad estatal, también tiene una amplia experiencia en la persecución. En una conferencia nacional en 2001, Sun hizo un discurso público denunciando a Falun Dafa y alentó a funcionarios a «luchar incansablemente en contra» de la práctica espiritual, según el periódico del Partido People’s Daily.
En 2010, mientras Sun era secretario del Partido en la ciudad de Hefei, provincia de Anhui, esbozó un «plan de trabajo de batalla general» para monitorear y hostigar a practicantes locales de Falun Dafa, incluyendo la creación de bases de datos de practicantes y centros de lavado de cerebro para practicantes «obstinados», y la conducción de visitas puerta a puerta. El plan proclamó la meta de «transformar» a todos los practicantes «recién identificados» en el plazo de un año. Los funcionarios que trabajaran en la calle recibirían títulos honoríficos en reconocimiento de su eficacia en esos esfuerzos, según mostraron registros del gobierno local.
Su «probado historial de suprimir duramente a creyentes religiosos inocentes» pareciera ser «precisamente» lo que los llevó a rangos más altos, dijo Cook.
La Organización Mundial para la Investigación de la Persecución a Falun Dafa, una organización sin fines de lucro con sede en Estados Unidos dedicada a documentar la persecución de la disciplina espiritual, ha nombrado a ambos funcionarios como violadores de los derechos humanos.
Curva de aprendizaje
La política del Xinjiang tiene otros rasgos distintivos de la campaña contra Falun Dafa.
En relación a la terminología, los funcionarios que ejecutan la represión en Xinjiang y contra Falun Dafa han definido los esfuerzos de reeducación como «asesoramiento psicológico» y han asignado cuotas de objetivos para los funcionarios de seguridad, indicó Cook.
Las autoridades también usan términos similares para referirse a los dos grupos: «duros» practicantes de Falun Dafa y «duros» detenidos en Xinjiang, por ejemplo.
Minghui.org ha informado ampliamente sobre cómo la policía ha espiado los teléfonos de practicantes de Falun Dafa desde principios de la década de 2000 para recopilar información sobre ellos. Una rápida búsqueda en el sitio web revela una docena de casos de escuchas telefónicas prolongadas, la mayoría de los cuales fueron seguidos para ser arrestados posteriormente. Los 20 años de experiencia en la represión a Falun Dafa permitieron al régimen chino armar rápidamente un aparato para perseguir a las minorías musulmanas en Xinjiang.
«Es como cualquier tipo de gestión de proyectos. Una vez que lo has hecho antes, va mucho más rápido la segunda vez,» dijo Cook. «Ellos saben exactamente lo que están haciendo».
Señaló que los patrones recurrentes que muestran a funcionarios chinos «siguiendo el manual anti Falun Dafa en Xinjiang» son motivo de alarma.
«Indica que están llevando a cabo un juego largo, tienen poca intención de revertir la política y pocos reparos en usar tácticas duras como la tortura severa o largas condenas de prisión para lograr sus objetivos», escribió Cook en su informe de febrero.
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