Análisis
La Cumbre Mundial para Combatir y Prevenir la Sustracción Forzada de Órganos está poniendo de manifiesto el silencio de los medios de comunicación sobre una de las mayores atrocidades de nuestro tiempo: la multimillonaria industria de la sustracción forzada de órganos en China.
El Partido Comunista Chino (PCCh) ha utilizado su papel de guardián del inmenso poder económico de China, y sus campañas de influencia política en el extranjero, para silenciar a los medios de comunicación mundiales e influir en las naciones y organizaciones internacionales de todo el mundo, en relación con la atrocidad contra los derechos humanos que supone la sustracción forzada de órganos. La cumbre, celebrada entre el 17 y el 26 de septiembre, arroja luz no solo sobre esto, sino sobre lo que uno de los participantes llama una «diplomacia del silencio».
A pesar de las pruebas irrefutables, Beijing niega que esté llevando a cabo una sustracción forzada de órganos y ha conseguido que la Organización Mundial de la Salud (OMS) apoye las negaciones del PCCh. Pero la evaluación de la OMS es errónea. Según Lord Hunt, en Reino Unido, «el gobierno británico reveló en 2019 que la evaluación de la Organización Mundial de la Salud se basa en la propia autoevaluación de China y que la OMS no ha realizado su propia evaluación del sistema de trasplantes de órganos chino».
Los organizadores de la Cumbre Mundial demuestran que la presión del PCCh ha disminuido la cobertura de los medios de comunicación sobre la sustracción forzada de órganos en China, lo que lleva a las naciones y a las organizaciones internacionales a tener pocos incentivos para tomar las costosas medidas necesarias para abordar el problema.
«Muchos miembros de los medios de comunicación no han informado con veracidad sobre esta atrocidad, sino que han cedido a la presión del PCCh y han publicado en su lugar propaganda pagada», escribieron los organizadores en el sitio web de la cumbre. «Las sociedades de todo el mundo se mantienen ignorantes de los peligros de convertirse en cómplices de los delitos de sustracción forzada de órganos».
El fundador del grupo sin ánimo de lucro Médicos contra la Sustracción Forzada de Órganos (DAFOH, por sus siglas en inglés) y anfitrión de la cumbre, el doctor Torsten Trey, declaró el 17 de septiembre que la cumbre analiza «el papel de los medios de comunicación y la cuestión de la censura. Por defecto, la primera tarea de los medios de comunicación es informar de los hechos y las verdades, sin embargo, otro aspecto importante de los medios es conectar a la gente. A lo largo de los últimos quince años [desde que el New York Times publicó la historia de la sustracción forzada de órganos en China], los principales medios de comunicación no han logrado conectar a la gente del mundo libre con las víctimas de la sustracción forzada de órganos en China. Esta separación entre los lectores y las víctimas es otro aspecto de la censura que a menudo se descuida».
Trey señaló que la Cumbre Mundial es un intento de reducir la brecha entre los ciudadanos y las víctimas de la sustracción forzada de órganos.
El Dr. Weldon Gilcrease, director de Oncología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Utah, dijo en la cumbre que las amplias pruebas de la sustracción forzada de órganos han pasado desapercibidas para «la mayor parte de la comunidad médica y, de hecho, para la mayor parte del mundo».
Cuando Gilcrease intentó en su propia universidad poner fin a la formación de médicos chinos en materia de trasplantes, argumentando que probablemente utilizarían esos conocimientos para asesinar a personas que no desearan donar, su dirección se opuso diciendo que «no hay duda de que la sustracción forzada de órganos está ocurriendo, pero que adoptar una postura contra un país grande y fuerte como China podría ser peligroso tanto para nuestra institución como para las facultades universitarias y de postgrado a las que servimos en nuestra universidad». Le dijeron que «si decíamos algo [sobre estas atrocidades], China simplemente enviaría a todos sus estudiantes a Texas».
Varios otros participantes en la cumbre pidieron que se pusiera fin a la formación internacional de médicos de China en técnicas de trasplante. El Dr. André Gattolin, senador de Francia y copresidente de la Alianza Interparlamentaria sobre China (IPAC), criticó a «los países desarrollados que, en nombre de la sacrosanta cooperación médica y sanitaria, han procedido sin precaución a transferencias de conocimientos y tecnologías que han conducido a los vergonzosos abusos observados hoy en China».
Gattolin señaló que Francia ha «participado ampliamente en la formación de numerosos cirujanos chinos en la delicadísima técnica del trasplante de órganos». En consecuencia, «nuestra confianza —otorgada con demasiada ingenuidad— ha sido traicionada. No hemos exigido un derecho de supervisión sobre lo que podría haber resultado, y los que fueron engañados en nombre de compartir conocimientos y de un cierto humanitarismo científico siguen negándose a reconocer su parte de responsabilidad».
Carlos Iglesias Jiménez, abogado español especializado en derechos humanos, dijo en la cumbre que los gobiernos occidentales y las organizaciones internacionales no han sido lo suficientemente duros para enfrentarse al PCCh y condenar la sustracción forzada de órganos.
«Tenemos muchos ejemplos de ellos, el Partido Comunista Chino se ha infiltrado a través de muchísimas organizaciones internacionales: Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud, las propias Naciones Unidas, consiguiendo que todo pase desapercibido, que todo sea silenciado, que estos hechos nunca puedan ser de general y público conocimiento de la sociedad y de todo el mundo. Y lo están consiguiendo con el silencio complice de los gobiernosn occidentales y de las instituciones internacionales y organizaciones internacionales», afirmó.
Según el general de brigada retirado de la Fuerza Aérea de Estados Unidos Robert Spalding, el uso de premios y sanciones por parte del PCCh contra los procesos democráticos internacionales y las deliberaciones sobre la sustracción forzada de órganos equivale a una «guerra política». Dijo en la conferencia del 19 de septiembre que la guerra política, en forma de influencia a través de las élites económicas, se utiliza para inmovilizar a las democracias ante estas atrocidades.
«La guerra política se utiliza para insensibilizar, para desviar cualquier crítica sobre la comprensión de cosas como el genocidio de la población uigur, el encierro y el control de la gente de Hong Kong, el encarcelamiento masivo y la sustracción de órganos de [practicantes de] Falun Gong, y la opresión total de (…) ciertos elementos de la población china, en particular a los que (…) el Partido Comunista Chino teme», dijo Spalding.
Françoise Hostalier, miembro del Parlamento francés, explicó que el hecho de no reconocer que los dirigentes chinos operan con principios morales y éticos discrepantes se debe a que «China es un socio económico ineludible, que tiene cada vez más éxito en muchos campos científicos, y que pone cada vez más territorios y países bajo su dominio. Existe un gran riesgo de que nuestros investigadores, médicos, laboratorios, empresarios industriales y estudiantes, a través de los intercambios científicos o económicos, se vean cómplices de las prácticas inhumanas y criminales de sus homólogos chinos, que son contrarias a toda ética, pero sin ser conscientes de ello».
Hermann Tertsch, miembro del Parlamento Europeo para España, criticó a los medios de comunicación convencionales por no cumplir con su deber de cubrir los crímenes del PCCh. «Los criterios del mundo mediático, que tiene la hegemonía en la comunicación en el mundo, son unos criterios que siempre, realmente están definidos en los últimos 50 años crecientemente, [siguen] en una dirección, y es esa dirección que trata de forma tan benévola los crímenes que se producen en la dictadura China».
Tertsch dijo que las imágenes críticas con el PCCh «han ido desapareciendo de las redes y han ido desapareciendo, no solo de las redes chinas —donde no se encuentra nada respecto a la tragedia de hace 32 años [la masacre de la Plaza de Tiananmen]— pero también en los medios occidentales, por deseo chino, por deseo de tantos socios de China, como tenemos entre esos que aplauden en Davos, con aquellos que le aplauden a Xi Jinping, los grandes colosos de las Big Tech, de las grandes tecnológicas, de las grandes redes, todos sabemos sus nombres».
Continuó diciendo que somos indulgentes con los crímenes del PCCh porque «fabrican allí mucho, porque tiene muchas relaciones económicas o porque admiran el modelo, porque quieren aplicar un modelo parecido».
Las democracias occidentales podrían exigir cuentas al PCCh, según Tertsch, pero «prefieren un régimen globalista grande, donde cada persona sea anónima e intercambiable y podamos quitarle unos órganos a uno para darselos a un mejor postor o a alguien que nos convenga más por alguna cuestión».
Los intereses económicos, según Tertsch, «llevan a esas élites occidentales a la complicidad con el Partido Comunista Chino, con el régimen de la República Popular de China, para ocultar la monstruosidad de los trasplantes, esos trasplantes, que como digo, se llevan no sabemos cuantos miles de presos políticos, de presos comunes, de personas del movimiento Falun Gong, de discrepantes».
El mundo tiene la responsabilidad de enfrentarse directamente a la atrocidad que supone la sustracción forzada de órganos. El hecho de que se imponga sobre todo a poblaciones muy vulnerables en China, concretamente a los practicantes de Falun Gong y potencialmente también a los uigures, y que estas poblaciones hayan sido objeto de erradicación cultural, eleva la sustracción forzada de órganos al nivel de un medio de genocidio, según la definición de la ONU. Como la sustracción forzada de órganos es también un procedimiento médico comercial, quienes apoyan los derechos humanos se enfrentan a un tipo totalmente nuevo de crimen contra la humanidad: el genocidio médico con fines de lucro. Los principales medios de comunicación deben hacer un mejor trabajo de cobertura de este tema, o pierden cualquier pretensión de ser una conciencia imparcial de la comunidad.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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