Bernie Sanders lideró el importe de recaudación de fondos de los candidatos demócratas para el cuarto trimestre de 2019 con una cifra estelar de 34.5 millones de dólares, gran parte de los cuales procedían de pequeñas donaciones.
Fue bueno para Bernie pero malo para nosotros, porque, como siempre, el grupo que hace la mayor cantidad de estas contribuciones es el de los maestros.
Aunque no está claro qué porcentaje de estos maestros son de jardín de infantes, universidad o algo intermedio, es muy probable que muchos simpaticen con el credo socialismta de Bernie y estén impartiendo ese sistema, conscientemente o no, a nuestros niños desde sus primeros años.
Irónicamente, esto llega en un momento en que abundan las pruebas de que el socialismo es un fracaso a menudo estrepitoso en muchos niveles, y los mercados libres capitalistas son un éxito rotundo.
Tenemos frente a nosotros la tragedia de Venezuela —una vez el país más rico de América Latina— en donde, bajo su marca de socialismo aplaudido por Bernie, su gente ahora se muere de hambre. (Sanders se negó a llamar dictador a Nicolás Maduro).
Incluso los países escandinavos que Bernie dice admirar están huyendo del socialismo, reduciendo las tasas de impuestos corporativos.
Bajo la administración estadounidense pro-mercado de Trump, las tasas de desempleo están en el nivel más bajo de los últimos cincuenta años, con los salarios de los trabajadores que llevaban mucho tiempo moribundos aumentando en un 3.7 por ciento. Los sueldos en general están creciendo a un ritmo más rápido con un ingreso familiar promedio que alcanza el máximo histórico de 65,084 dólares.
Uno se pregunta si la multitud de seguidores de Bernie saben algo de esto o, si lo saben, si les importa. Puede ser que hayan sido adoctrinados por Sanders y otros con una forma de venganza de clase que hace que la lógica, o incluso el interés propio, sea irrelevante.
Recuerdo haber asistido a un discurso de Bernie en la Universidad de Des Moines durante las elecciones de 2016. Creí que estaba en un túnel del tiempo en el campus de Berkeley alrededor de 1965 y escuchaba al entonces famoso activista estudiantil Mario Savio, que increpaba contra los males del capitalismo. El público estaba formado por universitarios y hippies mayores que todavía se visten como en los años sesenta, y ambos se comían cada palabra que Bernie pronunciaba.
Me sorprendió en ese momento darme cuenta que estaba viendo una forma de abuso infantil, Sanders estaba inculcando totalmente ideas desacreditadas y económicamente autodestructivas en las ingenuas cabezas de los estudiantes universitarios.
La hipocresía abundaba. Uno de sus temas era el peligro de los multimillonarios en la política. Los chicos no tenían ni idea que el evento en sí estaba patrocinado por el multimillonario George Soros. (Hice un video sobre esto. Mírelo aquí. Es divertido con un tipo de humor negro).
En un extraño paralelo, estuve en la Unión Soviética dos veces en intercambios culturales en la época en que Sanders estuvo de luna de miel allí. No debemos haber estado en el mismo país. Me sentí como si hubiera estado en una enorme cárcel. De hecho, varios escritores soviéticos se acercaron a mí y me pidieron en silencio que les ayudara a salir. Por supuesto, no pude y me sentí terrible.
Mientras tanto, Bernie celebraba la grandeza de todo esto, se quitaba la camisa y cantaba «This Land Is Your Land» (Esta Tierra es tu Tierra).
Sin embargo Bernie también pasará. Lo que no pasará es lo que le ha sucedido a nuestro sistema educativo. Además de esta defensa crédula y poco sofisticada del socialismo, lo están bajando de nivel a cada paso, hasta las matemáticas básicas son acusadas de ser un producto del privilegio de los blancos.
Los peligros inherentes a esto son múltiples. Nuestros competidores en China y Rusia deben estar riéndose. Nos gusta pensar que el futuro será estadounidense. Pero si esta tendencia continúa, no lo será. En cambio estaríamos en el camino de ser nuestra propia Venezuela.
Uno de los grandes desafíos para una segunda administración de Trump será cortar con esta tendencia. Hasta ahora no se ha hecho lo suficiente. La administración tiene el poder del bolsillo ya que casi todas las universidades se han hecho dependientes de la ayuda federal (Hillsdale College es una excepción honorable). La administración debe retener los fondos hasta que nuestras universidades dejen de ser casi campos de adoctrinamiento.
Al igual que en las elecciones, debería ser el pueblo quien decida cómo debe ser educado, no las llamadas elites o los autodenominados socialistas «democráticos».
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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