Por más que los demócratas quieran hacer creer que sus medidas económicas solo revisten un beneficio para el país, todo el mundo sabe lo que hay detrás de sus absurdas propuestas. Para empezar, se proyecta un déficit presupuestario federal equivalente a tres billones de dólares en el año fiscal 2021 (FY 2021) y un promedio de $1.2 billones por año entre 2022 y 2031.
Suministrados por la Oficina del Presupuesto del Congreso, estos datos no hacen más que corroborar el angosto camino por el que transitaría EE. UU. si finalmente resultaran aprobadas las locuras demócratas actualmente en debate. Porque no solo se trata del consabido plan de infraestructura de Biden, cifrado en un billón de dólares, sino también del paquete de reconciliación defendido por Bernie Sanders, equivalente a $3.5 billones más.
El costo para los estadounidenses
Señores, estamos hablando de $4.5 billones de dólares en total; monto que, según ellos, se pagará solo, pero que todos sabemos de dónde saldrá. En realidad, hay que estar claros, su plan es aumentar los impuestos para pagar ese gasto; gasto que no solo afectará a los ricos, sino a todos los estadounidenses.
Tal como refiere el artículo “Bidenomics es un absurdo”, difundido por The Patriot Post, «desafortunadamente, la verdad es peor: [es decir], los demócratas saben lo que están haciendo, que es empujar a nuestra nación hacia un Estado socialista de la cuna a la tumba».
Inicialmente, la Casa Blanca dijo que el plan de infraestructura bipartidista se financiaría cerrando la brecha fiscal, aumentando los impuestos corporativos del 21 al 28 % (lo que generaría un billón en ingresos adicionales durante 15 años), reorientando los fondos de ayuda de emergencia no gastados y estableciendo tarifas específicas de usuarios corporativos.
Sin embargo, según el vicepresidente senior del Comité para un Presupuesto Federal Responsable, Marc Goldwein, quien fuera citado por un artículo de CNN, «estas medidas solo proporcionarían aproximadamente $22 mil millones en ahorros en lugar de los $263 mil millones señalados por los legisladores». Evidentemente ─salta a la vista─ hay aquí una gran diferencia.
En medio de ese debate, ha trascendido un informe del Comité Conjunto de Impuestos que deja al inquilino de la Casa Blanca muy mal parado. Según el mismo reporte de The Patriot Post, al menos «el 16 % de los estadounidenses pagarán impuestos más altos bajo el plan de los demócratas, violando así la promesa de Biden de no aumentar los impuestos a las familias que ganan menos de $400,000 dólares anuales».
Es decir, «fingen que sus políticas no tienen más consecuencias que los supuestos beneficios que eligen resaltar». Y encima, creen que pueden redistribuir enormes cantidades de efectivo de los contribuyentes sin que le cueste nada a nadie más que a unos cuantos ricos.
Aparte de estas nada halagüeñas previsiones, el propio reporte subraya que los miembros del partido azul igualmente hacen mal al oponerse a la economía básica de oferta y demanda, sobre todo, porque creen que solo unos pocos políticos en Washington pueden decidir tanto en una cosa como en la otra, cuando para nada es así.
El gasto gubernamental masivo
En lo que concierne a este tema, la nota nos recuerda lo que dijo Biden acerca de que el gasto gubernamental masivo en realidad cuesta «cero dólares». Una mentira que, según el mismo medio, se suma a la lanzada por la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, cuando señaló que las empresas no suelen aumentar los precios cuando se suben los impuestos.
Haciendo la vista gorda, Psaki añadió que, «en el pasado, algunos han argumentado que las empresas han traspasado estos costos a los consumidores», sin embargo, apuntó, «creemos que eso es injusto y absurdo, y el pueblo estadounidense no lo toleraría».
¿Y qué hay del absurdo de los billones a punto de aprobarse? ¿Qué hay de las irracionales Bidenomics secundadas por el autodenominado socialista demócrata, Sanders? Porque ellos, como todos los de su bando, saben muy bien que, ya sea por impuestos directos o indirectos, todos saldremos bastante perjudicados en esta contienda.
La crisis entre sus filas
A fin de salirse con la suya, el senador Bernie Sanders llamó a los demócratas de la Cámara a votar en contra del proyecto de ley de infraestructura bipartidista para dar tiempo a que el Congreso apruebe el paquete de reconciliación del partido. Su llamado tuvo éxito, así que la votación prevista para el 30 de septiembre se pospuso.
A decir verdad, nadie sabe qué pasará. Lo que sí es cierto es que mientras los demócratas progresistas, incluido Sanders, siguen boicoteando la aprobación del primer proyecto en previsión de salvar al segundo, los demócratas moderados sostienen que no aprobar el plan bipartidista esta semana sería una traición de sus colegas. Así está el patio de la izquierda.
En lo que concierne a Sanders, dice que seguir adelante con el plan de infraestructura sin haberse aprobado su famoso paquete sería «una violación de un acuerdo que se alcanzó dentro del Caucus Demócrata en el Congreso», así como «el fin del apalancamiento que tenemos para aprobar un importante proyecto de ley de reconciliación».
Examinado por un artículo de The Hill, el asunto ha visibilizado los desacuerdos entre él y la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. Y es que, mientras Sanders insiste en esperar para aprobar el paquete, ella sostiene que el proyecto bipartidista no puede esperar. Al parecer, de nada han valido las promesas hechas sobre la aprobación conjunta de ambas legislaciones, con lo cual el asunto está en veremos.
El riesgo de derrumbe
Como era de esperarse, las discrepancias dentro del bando azul han exacerbado una crisis que enfrentan los demócratas en el Congreso. Según el artículo “La izquierda desafía a Pelosi y las grandes esperanzas de Biden se quedan en el limbo”, de CNN, los demócratas se las arreglaron para evitar un cierre del Gobierno cuando Biden firmó un proyecto de ley de financiación federal provisional hasta principios de diciembre, pero «aún deben aumentar el límite de endeudamiento del Gobierno en las próximas semanas».
En lo que respecta a Pelosi, los humos deben habérsele bajado este jueves cuando vio que no pudo doblegar a su bancada según su voluntad. A pesar de sus intentos de votación forzada, su autoridad no ejerció la fuerza requerida, al parecer y, al menos a corto plazo, podría atenuar la mística que la rodea, tal como matiza el informe.
Ya viendo a los demócratas en su conjunto, si continúan en desacuerdo sobre la aprobación de ambos proyectos legislativos, no harán más que afectar directamente al programa de Biden, por lo tanto, se vislumbra un riesgo de derrumbe para las Bidenomics, lo que implicaría un verdadero desastre para el partido.
El sueño socialista
Desprecio, repulsión y rechazo. Así describe el New York Post al paquete de reconciliación impulsado por Sanders. En su artículo “Cómo detener el anteproyecto socialista de Sanders de $3.5 billones”, la nota recalca que ese no será el costo real del paquete, sino, al menos, el doble.
La original cifra contemplada asume que varias iniciativas clave, incluido el crédito tributario por hijos, vencerán en tres a cinco años, pero suponiendo razonablemente que estos programas duran hasta 10 años, el precio real del presupuesto aumentaría a $5.5 billones. Si a ello se agrega el proyecto de ley de infraestructura de un billón de dólares, el plan entonces alcanzaría los $6.5 billones.
Jason Smith, del Comité de Presupuesto de la Cámara de Representantes, ha hecho una clara advertencia sobre el propósito real del paquete: «El Presupuesto de Bernie trata de insertarse en el Gobierno Federal, en la vida diaria de todos los estadounidenses, y gastar la mayor cantidad de dinero posible mientras lo hace».
Tal como remarca el artículo, los demócratas planean financiar esa extravagancia parecido a una despedida de soltero, tomando prestado del Partido Comunista de China y subiendo los impuestos a los asediados contribuyentes de Estados Unidos.
Hágase notar que el presupuesto de Sanders representa el mayor aumento de impuestos desde 1968. Ello, unido a los gravámenes estatales a las compañías, afectaría sobremanera a las empresas estadounidenses, pues sobre ellas recaería una carga fiscal más alta. Consecuencias nefastas para los negocios, el empleo y el crecimiento del país, según el propio reporte.
Consciente de la actual inflación e inestabilidad económica, el director ejecutivo de la Unión Nacional de Contribuyentes, Andrew Moylan, dijo que un Congreso racional promulgaría reformas fiscales y de gasto a favor del crecimiento que allanen el camino hacia una recuperación más suave, y no lo contrario.
En su opinión, con la que es imposible no estar de acuerdo, los líderes actuales avanzan a toda velocidad con la expansión más radical en tamaño y alcance del Gobierno en décadas, algo así como lanzarle un yunque a un niño que se está ahogando en lugar de un salvavidas. Figurado el sentido, pero cuánta razón le asiste.
Esperemos que hoy, o en los próximos días de debate, alguien con suficiente cordura logre dar un paso más acorde con lo realmente necesario. Está claro que no necesitamos más impuestos sobre familias y empresas. Como tampoco necesitamos más deuda federal, ni sueños socialistas, ni fantasías. ¿Bidenomics? Puro desvarío.
Sobre el Dr. Rafael Marrero
Economista. Graduado de las universidades de Stanford y Cornell, es un reconocido experto en EE.UU. en contratación federal, emprendimiento para pequeñas y medianas empresas y gestión de proyectos. Autor del bestseller de Amazon La salsa secreta del Tío Sam.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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