Opinión
La confianza en Estados Unidos está cerca de su punto más bajo, al igual que el Estado de derecho. Eso no es una coincidencia. Esto es parte de una larga trayectoria descendente en la política y la cultura estadounidense, que comenzó con la premisa de que no existe la verdad.
Cuando la confianza era alta, el crimen era bajo
Hubo un tiempo en Estados Unidos cuando la mayoría de las comunidades eran bastante seguras. La gente no siempre cerraba sus puertas con llave por la noche o apagaba sus autos mientras entraban a una tienda para comprar un paquete de seis Coca-Cola. Uno cuidaba a los hijos de sus vecinos, tal como ellos cuidaban a los suyos.
Esto se debió, en gran medida, a que la gente asumía con razón que compartían la mayoría, si no todos, los mismos valores que su comunidad. En las escuelas públicas, todos los niños eran criados con la oración en clase y los Diez Mandamientos en la pared. El resultado era que, en un nivel social amplio, la gente confiaba en gran medida en los demás para hacer lo correcto. Todas las mañanas se recitaba el Juramento a la Bandera, reforzando la identidad nacional de los estadounidenses, que era, literalmente, “Una nación bajo Dios”. Aquellos que no creían en una deidad todavía se beneficiaban de las premisas generalmente aceptadas de ley y orden y de la relativa bondad de Estados Unidos.
A los niños se les enseñaba el bien y el mal en la escuela y en el vecindario, y generalmente interiorizaban esos valores, al menos hasta que ingresaban a la universidad. Eso no quiere decir que fuera un mundo perfecto. Este ciertamente no lo fue. Había delincuencia, por supuesto, pero el grado y nivel de aceptación social del comportamiento delictivo hace 40 o 50 años era una mera fracción de lo que es hoy.
El ascenso de la anarquía
Hoy en día, en cualquier área urbana o incluso suburbana, grupos de personas entran rutinariamente a las tiendas, llenan sus brazos —si no sus carritos de compras— con mercancías y salen por la puerta sin pagar nada. Si un empleado intenta detener un robo, lo más probable es que ese empleado sea disciplinado o incluso despedido por su esfuerzo. En algunos casos, los delincuentes —y quienes los apoyan— incluso justifican su robo presentándolo como un acto de obtener lo que la sociedad les debe por agravios del pasado.
¿Qué está pasando en la sociedad estadounidense y por qué pasa ahora? ¿Qué hay detrás de la anarquía que estamos viendo en todo el país?
Estados Unidos fragmentado
La respuesta breve es que la sociedad estadounidense se está resquebrajando, fragmentándose en algo menor a lo anterior. Estamos viendo cómo se desarrolla ante nuestros ojos, todos los días, el desmantelamiento de los pueblos que tenían un rol en el anterior Estados Unidos de América.
¿Por qué es eso?
Sin verdad no hay confianza
La razón se puede atribuir en gran medida al rechazo de cualquier tipo de verdad trascendental por parte de nuestras instituciones académicas, políticas y culturales. Los izquierdistas que dominan esas instituciones reemplazado la fuente de verdad de los Padres Fundadores, es decir, la Biblia, por un paradigma relativista basado en los conceptos de poder y lucha de clases de Marx. La historia de Estados Unidos como una nación construida por personas con hambre de libertad, individualismo y creencia en Dios fue reemplazada por la narrativa falsa de que cualquiera que haya tenido éxito lo ha hecho a expensas de los que tienen menos.
Esa transición por sí sola explica y fomenta en gran medida la anarquía que ahora estamos presenciando en todas las grandes ciudades del país. Por ejemplo, la ley de California prácticamente elimina el procesamiento judicial por robo si las pérdidas no superan los USD 950. Esto pone la ley a favor de los criminales y pone a los ciudadanos respetuosos de la ley a su merced, ley que para ellos no existe.
La sociedad de confianza cero
Pero no son solo los conservadores quienes ven la sociedad de confianza cero que está surgiendo en Estados Unidos.
Los observadores de izquierda señalan que “la destrucción del bien común” está conduciendo rápidamente a una sociedad de confianza cero. Incluso los izquierdistas más acérrimos, como el exsecretario del Trabajo, Robert Reich, ahora profesor en Berkeley, en su libro “El bien común” habla de la “crisis de confianza” en Estados Unidos.
La gran ironía es que el Sr. Reich y sus secuaces culpan de la destrucción de la confianza en Estados Unidos a las travesuras de Richard Nixon en Watergate, y no logran echar la culpa a quien realmente corresponde: a los izquierdistas del mundo académico y, por supuesto, de la Casa Blanca y del Congreso. Ellos utilizaron cualquier abuso que el presidente Nixon pudiera o no haber cometido como motivo para desacreditar, degradar y descartar los valores conservadores tradicionales estadounidenses en la cultura nacional.
Su receta para “salvar” el bien común es priorizarlo sobre el bien individual, además de reemplazar y/o cooptar a las grandes corporaciones con un gobierno aún más grande, con mayor poder sobre cada ciudadano, lo que en realidad es marxismo vestido con un bonito traje.
Los valores tradicionales ahora son una amenaza
Además, la perspectiva del Sr. Reich sobre la crisis de confianza es la del otro lado del abismo de la confianza. Para él es evidente que gran parte de Estados Unidos está ahora enajenado del mismo gobierno que se supone debe servirnos.
Hoy en día, son los estadounidenses con valores tradicionales los que se consideran radicales. Son los “supersticiosos” estadounidenses religiosos, que supuestamente no creen en la ciencia, quienes constituyen hoy la amenaza para el país.
Pero fueron los “Marxistas de Neiman” de los pasillos del mundo académico, quienes deconstruyeron los valores, creencias y tradiciones de la sociedad estadounidense y los redefinieron como todo lo que era para Estados Unidos equivocado, maligno y detestable. La institucionalización de la teoría crítica de la raza en nuestras escuelas y universidades es un gran y terrible ejemplo del impulso de la izquierda para redefinir la realidad como una construcción de la supremacía blanca, entre otras falsedades, de la misma manera que el Proyecto 1619 busca deslegitimar los cimientos mismos de Estados Unidos con su Recontextualización marxista y racista de la historia.
Los marxistas del gobierno y la academia fueron y siguen siendo quienes promueven y celebran el creciente poder del Estado sobre la libertad del ciudadano individual, obligándolos a aceptar los edictos seculares y los dictados antirreligiosos de un grupo relativamente pequeño de fanáticos ideológicos que están en lugares de poder e influencia, todo por “el bien común”. De nuevo, colectivismo marxista con cualquier otro nombre.
Mientras la gente ve a quienes están en el poder enriqueciéndose sin consecuencias legales, el público no exige el retorno a la ley y el orden. Más bien, ellos exigen una parte de esas acciones, y la están consiguiendo.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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