Por Allan Stevo
Durante los tiempos del comunismo, en algunos países occidentales y en el régimen comunista de China de hoy en día, los gobiernos ateos mantenían financieramente a las iglesias. Esto parece contradictorio al principio, pero es solo porque no entendemos bien lo que representa esa «ayuda».
La ayuda del gobierno tiende a dañar a largo plazo. Lo que el gobierno financia, lo controla. En esos países las diferentes iglesias le deben gratitud a su gobierno ateo.
El bitcoin no debería caer en esa trampa. Hasta ahora solo las entidades cercanas al gobierno, como los bancos, se han involucrado en varias empresas de blockchain, pero no han tocado al bitcoin.
Siguiendo con el ejemplo de la iglesia, esta debería recibir órdenes de algo que trasciende al Estado, pero tener que rogarle al Estado por dinero hace que pierda esa independencia. Además confunde la doctrina espiritual al hacer que los funcionarios eclesiásticos se dobleguen al poder estatal.
Hasta ahora en el mundo del bitcoin, los gobiernos no han ofrecido financiar diferentes propuestas de bitcoin. Por el contrario, han aminorado la regulación.
Que el gobierno no haya apoyado al bitcoin con subsidios es algo bueno ya que la ayuda del gobierno causa dependencia si se da por mucho tiempo. Las iglesias en países comunistas que en el pasado funcionaban bien con donaciones de sus miembros, ahora solo sobreviven con asistencia del gobierno. Los feligreses se dieron cuenta poco a poco de que sus contribuciones no eran tan importantes.
El Estado pagaba el salario del pastor y la manutención del edificio. Cuando uno financia personalmente una actividad, siente una mayor conexión, se la toma más en serio.
Pero que el gobierno pague por una iglesia tiene el efecto de debilitar esa iglesia. Al principio puede parecer un favor, pero la ayuda estatal es exactamente lo opuesto.
Lo que menos querría alguien que apoya una organización es recibir ayuda del gobierno. Sin importar en qué paquete venga, la ayuda del gobierno siempre debería ser rechazada.
Y hasta ahora los gobiernos del mundo han escogido regular al bitcoin, en vez de financiarlo, algunos creando ambientes más favorables y libres de regulación y algunos creando ambientes más ajustados.
Consecuencias inesperadas
La asistencia del Estado también trae consecuencias inesperadas. No importa cuánto trate algún político de hacer el bien, el mecanismo mismo de cómo funciona el gobierno suele causar que suceda lo opuesto.
El gobierno no puede tocar el bitcoin descentralizado en su núcleo, pero se las ha arreglado para obstruir el progreso aplastando la competencia –con la Bitlicencia de Nueva York, por ejemplo– y limitando el crecimiento de la red de pago creando leyes impositivas punitivas.
Sin embargo, además de la regulación, otras cosas empeorarán si la comunidad acepta voluntariamente ayuda del gobierno. Cualquier intervención del gobierno frenará la innovación, reducirá el contacto entre el consumidor y el emprendedor, reducirá la competencia y, dependiendo de qué tan cerca el gobierno ayude a bitcoin, podría crear problemas mayores que no serían visibles en lo inmediato.
Los gobiernos en general no pueden, en esta etapa, dañar el éxito final del protocolo bitcoin y las muchas funciones que se construyen sobre él, especialmente ya que hay competencia entre gobiernos del mundo para brindar un marco regulatorio mejor.
Si uno viera este asunto desde la perspectiva de quién lidera, el gobierno o bitcoin, parece que la comunidad del bitcoin lleva la delantera. Pero por la misma naturaleza del bitcoin, el gobierno se mantiene a corta distancia, que es exactamente donde se lo debería mantener.
La competencia es buena, incluso para los bancos
La competencia es buena para los consumidores y para la innovación. Muchos emprendedores lo consideran algo grandioso porque los empuja a lograr lo óptimo, creando versiones mucho mejores de su producto de lo que podrían de otras formas.
Así que cuando bancos y compañías establecidas compiten en el espacio blockchain, debería considerarse una buena noticia. Estos proyectos usualmente no son innovadores. Hasta ahora no hemos visto nada ni remotamente comerciable, pero me entusiasma ver que los consumidores tengan la oportunidad de acercarse o evitar esos productos.
Sin embargo, la experiencia muestra que muchas grandes compañías establecidas tienen poca inventiva.
Están acostumbradas a mercados no competitivos creados por la regulación del gobierno, con grandes barreras para entrar.
Muchas compañías tienen modelos de negocios que se sienten cómodos en poner su inversión en cabildeos en vez de investigación y desarrollo. Sería irrisorio esperar que una compañía así desarrolle tecnología que compita con bitcoin, ni hablar de remplazarla.
Bitcoin ofrece algo que una entidad centralizada no puede igualar. Es la puerta al futuro de no tener que depender jamás de un centro de confianza. No obstante, muchas industrias producen productos que son populares, con buen marketing pero que la gente en la industria considera pura basura.
Así que espero con gusto ver qué decidirá el mercado sobre el futuro financiero, y qué rol jugarán el bitcoin y otros protocolos criptográficos en ese futuro.
Allan Stevo es un pensador libertario y autor de «The Bitcoin Manifesto».
Las opiniones expresadas en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente las de La Gran Época.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
Cómo puede usted ayudarnos a seguir informando
¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en Estados Unidos y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.