Pearl Lightbourne sufre un sinvivir porque no consigue localizar a su hijo Cleavon desde que el pasado domingo Dorian impactó con vientos de 295 kilómetros por hora en las islas Ábaco, donde él había conseguido un trabajo.
Aunque hay gente que le ha dicho que le vieron con vida después de que Dorian se arrasara con todo como en el más poderoso huracán en tocar tierra en Bahamas, Pearl sigue sin noticias de su hijo de 41 años y no puede dejar de pensar que la última vez que le oyó fue a través de un terrible mensaje de voz.
En el audio, Clevon, con la voz cansada, le decía que estaba en el ático de un edificio en la destrozada localidad Marsh Harbour y que estaba rodeado de muertos y no sabía cuánto más iba a aguantar aquella situación.
Le aterra el pensar que su hijo se pudiera rendir a pesar de ser un «luchador» o que le pasara factura su «asma severo».
«Sobreviviré, a pesar de haberlo perdido todo, si escucho de nuevo su voz», dice a Efe entre sollozos la mujer, loca por poder ir a las islas Ábaco a buscar a su hijo y quitarse de encima la idea de que ha muerto.
Pearl espera novedades en el Puerto de Freeport, en la isla Grand Bahama, otra de las más dañadas por Dorian, y dice que no puede dejar de pensar que si el mayor huracán este año en todo el mundo no pudo doblegarle y consiguiese salir de ese ático quizás pudieran haberlo hecho las duras condiciones de vida en Mars Harbour.
En Ábaco, la gente se está «peleando entre ellos por sobrevivir» en medio de un escenario propio de una zona de guerra. «Estaba rodeado de extraños, cuando tendría que estar en casa», se lamenta.
Dorian tocó tierra el pasado domingo en el Cayo Elbow, dejando destrucción a su paso con sus fuertes vientos y lluvia, y después repitió su capacidad mortal al volver a impactar directamente cerca de Puerto Mars, también en las islas Ábaco.
Con un pañuelo de papel en la mano que no deja de llevarse a los ojos, Pearl dice que gracias a la ayuda de allegados pusieron su nombre en una lista de desaparecidos que circula por Facebook, pero «nadie responde».
Teme que su hijo no llevase identificación encima cuando el huracán tocó tierra y lamenta que nadie haya llamado para ir a reconocer los cadáveres encontrados.
Y esa angustia crece cada día pues piensa que si estuviera bien su hijo se habría puesto en contacto con ella, la habría llamado como lo hizo ese mismo domingo, horas antes de que Dorian golpease las Ábaco con toda la fuerza de ser el segundo huracán más poderoso que se forma en el Atlántico desde que se tienen registros.
Por eso pide ayuda al Gobierno del país sin dejar de pensar en los centenares de bolsas para transportar cadáveres que las autoridades nacionales enviaron a Ábaco ante la previsión de que las cifras de muertos se disparen mucho más allá de los 43 oficiales en todo el país hasta el momento.
Lo que Pearl da por hecho es que el número de víctimas mortales es mucho mayor al que reportan las autoridades, que, sin embargo, anticipan que se trata de unos datos preliminares y que prevén que crecerán notablemente.
Cuando se le da la cifra de los 43 muertos que maneja el Gobierno, de los cuales 8 en la isla de Grand Bahama, según Don Cornish, responsable en Grand Bahama para la Agencia Nacional de Manejo de Emergencias de Bahamas (NEMA, por su sigla en inglés), la mujer se encoleriza.
Pearl asegura que en el este de Grand Bahama, la zona de la isla más afectada por Dorian, sabe de una veintena de personas de la misma familia que murieron como consecuencia del ciclón.
La mujer tiene claro que aunque puede irse a Estados Unidos porque tiene la documentación necesaria para emigrar, no va a dejar Bahamas hasta encontrar a su hijo.
«Puede que pase una semana, un mes o un año, pero no me iré hasta que vea de nuevo a mi Cleavon», dice con la serenidad y la firmeza que da el tener algo totalmente seguro: «solo estaré bien si él aparece».
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