Comentario
Ahora que el Proyecto de Ley del Acuerdo de Retirada, que confirma la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE), ha superado su último obstáculo parlamentario y ha recibido la Aprobación Real, el Reino Unido saldrá formalmente de la UE a las 11 p.m. hora de Londres (medianoche en Bruselas) el 31 de enero de 2020.
Esto es la continuación de años de división en el Parlamento y en el país, con las elites liberales de Londres y las ciudades universitarias enfrentadas a la clase trabajadora, el Norte de Inglaterra y las Tierras Medias contra el Sur, y los ricos contra las regiones más pobres. En Escocia e Irlanda del Norte las mayorías se opusieron a Brexit. Muchos buscan sus propias salidas del Reino Unido, sin embargo no de la UE.
El proceso de decisión de Brexit sacó a la superficie una profunda división que refleja la educación, la clase social y los ingresos, pero que también los trasciende. La victoria en las elecciones generales a finales de 2019 de los conservadores a favor de la salida de la UE (Brexit) confirmó la división entre los que tienen un fuerte sentido de pertenencia al lugar donde viven, que aprecian a su país, su comunidad, sus tradiciones y sus costumbres -los Somewheres (como dice David Goodhart) o sea los que pertenecen al lugar – y los Anywheres o los que no pertenecen a ninguno, cuya afinidad radica más en sus redes profesionales que en sus vecinos.
Amistades y familias enteras se separaron a causa del Brexit y los sentimientos encontrados siguen siendo elevados. Los más duros de los que están a favor de la «permanencia» en la UE (Bremain) nunca aceptaron el resultado del referéndum de 2016 sobre la independencia nacional de la UE. Las divisiones y la amargura fueron profundas, y no fue menos que lo sucedido en las elecciones de 2016 en Estados Unidos, donde la parte perdedora nunca aceptó el resultado de que ganara Donald Trump.
Un odio similar y obsesivo hacia Boris Johnson, el primer ministro británico, se escucha en las mismas palabras cuando se expresa que tiene el «Síndrome de Trastorno de Trump» que está tan extendido entre las élites liberales de Estados Unidos.
¿Celebrar o llorar?
«No llames feliz a ningún hombre hasta que esté muerto», es un consejo de la Antigua Grecia que haríamos bien en tener en cuenta, como es el caso de los padres orgullosos que celebran la admisión de un hijo a la universidad que puede convertirse, como en la novela de Tom Wolfe, en una catástrofe de sexo promiscuo, drogas y depresión. O como los ciudadanos patriotas que animan a nuestros soldados a una guerra para poner fin a guerras que se prolongan durante años y que cuestan millones en pérdidas de vidas humanas o son destrozadas por la guerra.
¿Es hora de destapar el champán de verdad? Incluso con esta pregunta, el Reino Unido está dividido. El Financial Times, que durante años fue un vendedor ambulante del Proyecto de Miedo, de la hostilidad fatalista contra Brexit, pero que ahora parece estar reconciliado y busca sacar lo mejor de ello, dice que no. Hay demasiada división en el país, entre regiones, incluso dentro de las familias, y entre antiguos amigos. Es el momento de la reconciliación, no de regodearse.
No se celebra el divorcio o la ruptura de estructuras e hipotéticas políticas compartidas, a menos que se sea tan burdo como la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, que viste de negro y luce sombría en un momento y entrega bolígrafos dorados con su firma en el siguiente.
En el Reino Unido, el país está dividido en cuanto a la manera de conmemorar su propio Día de la Independencia, ya sea con fiestas y con el sonido del Big Ben del Parlamento en Westminster o en un sombrío silencio y reflexión. El Big Ben está siendo reparado y no está disponible por una razón, pero es tan audible como lo fue en la víspera de Año Nuevo un mes atrás y, sin importar el costo, debería marcar la diferencia sobre cualquier otro debido a que este es un acontecimiento muy importante e histórico.
Por otro lado, Andrea Hosso, miembro de Economistas para el Libre Comercio, experta en finanzas y exnegociadora comercial, argumenta en The Telegraph que el debate sobre hacer sonar el Big Ben no se trata de costo o de evitar el triunfalismo.
«El tañido del Big Ben en el momento del Brexit no se trata de quién ganó o perdió, sino de marcar el acontecimiento histórico más importante desde la guerra: el país celebrando el momento solemne de asumir la responsabilidad de sí mismo y aceptando con valentía trazar su propio curso en la historia. Esta libertad puede implicar alianzas, acuerdos y cooperación, pero nunca la subordinación a una potencia extranjera y la supresión de la identidad nacional por una entidad supranacional imaginaria que solo se ve bien en fantasías quijotescas internacionalistas alimentadas por intereses específicos».
Es evidente que una familia que, sola en su cuadra, apoya a Brexit no organizará una fiesta callejera para celebrar este acontecimiento. Tampoco lo hará una familia que está dividida o un círculo de amigos que se ha separado por este asunto.
Desde mi punto de vista, el sonido de esa hora, los últimos momentos de pertenencia de Gran Bretaña a la UE, a las 11 p.m. o a medianoche o a las 6 p.m., dependiendo de dónde uno se encuentre, marca una recuperación histórica de la soberanía nacional y la independencia de mi país.
Reclama una política de lugar, de pertenencia, de democracia y de derecho (el derecho anglosajón) construida a lo largo de los siglos de abajo hacia arriba, en oposición al imperio y al gobierno transnacional inmune desde arriba y en el extranjero de los mandarines.
Restablece la capacidad de la Corona, actuando a través del Parlamento, para crear sus propias leyes y reglamentos, controlar sus propias fronteras y hacer sus propios acuerdos comerciales.
Por supuesto, la UE continuará haciendo las cosas tan difíciles como sea posible, por enojo, para desalentar a otros miembros de seguir el mismo camino, y por temor a que el Reino Unido continúe desarrollándose y prosperando – una Singapur en las costas de Europa – a medida que la UE declina y se fractura.
En cuanto a mí y mi familia en Florida -solos en nuestra cuadra, por lo que sé, preocupados de una manera u otra- estaremos destapando el champán. Y dada nuestra hora normal de acostarnos, me alegra que la hora aquí esté más cerca del anochecer que de la medianoche.
Paul Adams es profesor emérito de trabajo social en la Universidad de Hawai y fue profesor y decano asociado de asuntos académicos en la Universidad Case Western Reserve. Es coautor de “La justicia social no es lo que tú crees que es” y ha escrito extensamente sobre la política de bienestar social y la ética profesional y las virtudes.
A continuación
¿Terminará Hong Kong como la Plaza Tiananmen?
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
Cómo puede usted ayudarnos a seguir informando
¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en Estados Unidos y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.