Cuando se entera de la buena suerte de otra persona, de algún acontecimiento positivo en su vida, ¿cuál es su primera reacción honestamente? ¿Se alegra de verdad por esa persona o siente una punzada de envidia por no tener esa suerte?
Todo el mundo puede identificarse con esto último, aunque no siempre sea así. Ese sentimiento de envidia es información que se puede invertir y aprovechar en su vida y en la de los que le rodean.
Reconozca
Ser observador de sus pensamientos y emociones es una habilidad muy valiosa. Si puede reconocer la envidia cuando aparece, haga una pausa y fíjese en cómo le hace sentir y pregúntese qué es lo que realmente envidia.
Por ejemplo, si ve que alguien disfruta de más riqueza y siente envidia, pregúntese: ¿es la riqueza lo que codicia? Tal vez sea el estatus que la riqueza podría aportar o la libertad que la riqueza podría permitir. Indague en profundidad para descubrir qué es lo que le provoca ese sentimiento de envidia.
En lugar de permitir que esta envidia se encone y engendre emociones negativas hacia un semejante, puede utilizarla como fuente de información. Puede señalar áreas de su propia vida a las que tal vez quiera dedicar más atención y, a su vez, puede sentirse agradecido a esa persona por mostrarle mayores posibilidades en la vida.
Resistir la tentación de enfrascarse en la emoción negativa de la envidia le permite observarla rápidamente y dejarla de lado en favor de pensamientos más positivos y productivos.
Celebre
La buena suerte de los demás es algo que realmente hay que celebrar, aunque se piense desde la perspectiva del propio beneficio personal. Cuando descubra envidia en usted mismo, empiece a fomentar el hábito de sustituir esa reacción negativa por una positiva de celebración de la buena fortuna.
Al fin y al cabo, además de preocuparse y alegrarse altruistamente por alguien que no es usted, puede celebrar el hecho de que esa persona le haya demostrado lo que es posible, y eso también es esperanzador para usted.
El mero hecho de que alguien de su comunidad experimente buena fortuna tiene un efecto edificante e inspirador en la comunidad en general, otra idea que merece la pena celebrar.
Sirva
Cuando haya desarrollado el hábito de celebrar la buena suerte de los demás, es posible que se sienta inspirado para generar más buena suerte para los demás. Ya sea en su carrera, en su comunidad, en su familia o en cualquier otro lugar, ¿cómo puede poner sus habilidades y talentos particulares al servicio de los demás? Abordar la vida de este modo, buscando la buena fortuna de los demás, es una forma excelente de acabar con el monstruo de la envidia. Su éxito está ligado al éxito de los demás. Seguro que encontrará este enfoque más significativo y alegre, y la sensación de estar ahogado por la envidia se disipará.
Sea agradecido
Por último, una forma segura de aplastar el sentimiento de envidia es fomentar uno de profunda gratitud. La envidia y la gratitud son incompatibles. En lugar de permitir que su atención se centre en lo que le falta, concéntrese en toda la belleza, la bondad y las inmensas bendiciones que tiene en su vida.
Si está leyendo este artículo ahora mismo, sabe leer y escribir, tiene acceso a la información, dispone de un momento para hacer una pausa y leer algo que (con suerte) encuentra valioso, y está vivo con aire en los pulmones y ojos que pueden ver. El agua fluye cuando abre el grifo, y cuando abre la nevera, seguro que hay algo de comida que podría comer.
Puede que esté agradecido por su familia, su educación, su hogar, sus creencias espirituales, sus amigos, su sudadera favorita o su gran potencial.
Todo el mundo recorre su propio camino en la vida, lleno de altibajos. Celebre cuando vea que otros disfrutan de buena fortuna.
La envidia descontrolada puede teñir todos los aspectos de su vida, fomentar una mentalidad de víctima y obstaculizar su capacidad para alcanzar su máximo potencial. Cuando detecte envidia en usted mismo, haga lo posible por eliminarla y viva con más gratitud, esperanza y ligereza a medida que avanza. No solo mejorará la calidad de su propia vida, sino también la de los que le rodean.
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