China envejecerá antes de hacerse rica

Por Steven W. Mosher
06 de febrero de 2019 6:51 PM Actualizado: 06 de febrero de 2019 6:51 PM

¿Por qué de repente los chinos deciden que ahora no es el momento de tener hijos?

Porque China se encuentra en el punto más bajo de su profunda recesión económica desde que “la reforma y la apertura” al mundo exterior comenzó hace unos 40 años.

Hace tres años, el Partido Comunista anunció el fin de la política de un solo hijo, poniendo fin así a su guerra de 40 años contra la población china, una guerra que costó la vida a unos 400 millones de personas. Los líderes del Partido, en respuesta al cambio de política, habían considerado un rápido repunte de los nacimientos, o una verdadera explosión de la natalidad.

Sin embargo, ahora que el pueblo chino por fin es libre de tener dos hijos, se muestra extrañamente reacio a tener solo uno.

La Comisión Nacional de Salud había previsto que en 2018 nacerían más de 18 millones de niños. El número real comunicado el 21 de enero por la Oficina Nacional de Estadísticas fue de solo 15,23 millones.

De hecho, algunos escépticos creen que incluso estas cifras anémicas son una exageración, y que el país más poblado del mundo ya está llenando más ataúdes que cunas.

Entre ellos se encuentra el investigador Yi Fuxian de la Universidad de Wisconsin-Madison.

“El año 2018 fue el punto de inflexión de la estructura de la población de China, que por primera vez fue testigo de un crecimiento negativo”, dijo Yi al Global Times. Sus números muestran que las muertes superan en más de un millón a los nacimientos: de 11,58 millones a 10,31 millones.

La creencia de Yi que China ya se encuentra en un declive demográfico absoluto es discutida por algunos, pero incluso sus críticos admiten que este punto de inflexión está a solo unos pocos años de distancia que suceda. En cualquier caso, no cabe duda que el gigante asiático ya se encuentra en una verdadera crisis demográfica.

¿Por qué el declive?

Algunos podrían explicar la reciente caída de los nacimientos diciendo que 40 años de propaganda anti-natalidad hicieron su trabajo, lavando el cerebro de los jóvenes para que rechacen el matrimonio y los hijos. Otros podrían señalar la rápida industrialización, la urbanización y el aumento de los niveles de educación como factores que sacaron gradualmente a los jóvenes chinos, especialmente a las mujeres jóvenes, afuera del mercado de la procreación.

Pero estas afirmaciones apenas pueden explicar la precipitada caída de la tasa de fecundidad de China en los últimos dos años. En la actualidad, las parejas chinas solo tienen un promedio de 1,05 hijos. Se trata de la mitad de los 2,1 niños necesarios para que el país asiático pueda mantener su población actual y se encuentra entre las tasas de fecundidad más bajas del mundo.

La actual tasa de natalidad de China, de 12 nacimientos por cada 1.000 habitantes es, por lejos, el nivel más bajo jamás registrado en la historia de China. De hecho, es aún más baja ahora que durante la hambruna que siguió al Gran Salto Adelante. Entre 1960 y 1962, mientras 45 millones de campesinos chinos morían de hambre, la tasa de natalidad rondaba los 19 nacimientos por cada 1.000 habitantes.

Esto sugiere que la economía debe ser mucho peor de lo que Beijing quiere que creamos.

Algunos extranjeros ingenuos pueden seguir creyendo en los funcionarios del Partido que afirman que el PIB del país asiático está creciendo a una tasa anual del 6,5 por ciento aproximadamente, pero los chinos son conscientes que no es así. Saben que más de 10 millones de trabajadores fueron despedidos, que decenas de millones de casas y apartamentos de nueva construcción están vacantes y que miles de empresas, incluidas algunas de las más grandes de China, están al borde de la bancarrota. El país entero está tan endeudado que se parece a un hombre muerto caminando.

Incluso la empresa de alta tecnología más exitosa de China, Huawei, está sintiendo el impacto. Su fundador, Ren Zhengfei, cuya hija languidece bajo arresto domiciliario en Canadá, anunció recientemente que se avecinan “días amargos” para la empresa, y advirtió que se aproximan despidos.

Todo esto quiere decir que la economía china está en caída libre y que la tasa de natalidad está bajando.

No hay duda que las tasas de natalidad disminuyen durante las recesiones. La Gran Depresión, por ejemplo, redujo a la mitad la tasa de fertilidad total de Estados Unidos. Las mujeres estadounidenses durante su etapa reproductiva pasaron de tener cuatro o más hijos a tener solo dos. Los estadounidenses lógicamente eran reacios a traer niños en una economía estancada, sin empleo o incluso a casarse.

Al igual que con los estadounidenses en la década de 1930, los chinos de hoy en día son cada vez más cautelosos con el matrimonio y los hijos ante la dramática desaceleración económica. El hecho que los ingresos per cápita en China sean mucho más altos de lo que nunca estuvieron es irrelevante para sus cálculos. Después de todo, casarse y tener hijos es una expresión de esperanza en el futuro, no del pasado, y el futuro de muchos chinos de la clase trabajadora parece cada vez más sombrío.

Solo alrededor de 10 millones de parejas se inscribieron para casarse en 2017, lo que supone una disminución del 7 por ciento con respecto al año anterior. Se espera que las cifras para 2018, que aún no se publicaron, muestren un nuevo descenso. Dado que el estado prohíbe ser madre soltera -un vestigio de la política de un solo hijo-, la disminución de los matrimonios presagia una nueva disminución de los nacimientos.

Si la desaceleración económica socavó la tasa de natalidad, entonces lo contrario también es cierto: la disminución de la tasa de natalidad paralizará el crecimiento económico con el paso del tiempo a medida que se acelere el envejecimiento y disminuya la población de China.

Tsunami de la vejez

Yi señala que el perfil demográfico actual de China se parece mucho, de manera inquietante, al de Japón en 1992. Es una instantánea de una sociedad caracterizada por un número cada vez menor de nacimientos, un número cada vez menor de trabajadores y una población envejecida en aumento.

La prolongada escasez de nacimientos en Japón había producido, a finales de los noventa, la primera “recesión demográfica” del mundo. Yo diría que la política china de un solo hijo, que duró decenios, dio lugar ahora a la segunda.

De hecho, las tasas de natalidad en China cayeron más y más rápido que en Japón debido a décadas de coerción del estado. Y seguirán cayendo porque muchos millones de niñas fueron eliminadas de la población debido a la preferencia cultural por los hijos.

Todo esto quiere decir que el tsunami de la vejez que está a punto de golpear la economía de China será aún más severo que el que envió a Japón a la recesión hace 20 años atrás.

A esto hay que añadir otra diferencia crítica entre Japón y China. La Tierra del Sol Naciente se enriqueció antes de envejecer. El Reino Medio está envejeciendo -rápidamente- mientras que todavía es relativamente pobre.

Japón poseía la riqueza para sobrellevar su recesión demográfica, aunque su economía nunca recuperó su dinamismo y vitalidad original. China, que acaba de incorporarse a las filas de los países de ingresos medios, se quedará rápidamente sin opciones.

Los economistas, impactados por la gran población de China y su rápido crecimiento, desde hace tiempo pronosticaron que el gigante asiático superaría algún día a Estados Unidos económicamente. Ahora, a medida que los trabajadores chinos se hacen más delgados y canosos, esa posibilidad parece estar fuera de su alcance.

Japón nunca llegó a ser el “número uno” -a pesar de las muchas predicciones que lo sería- debido a su sombría demografía. Así también, la cada vez más moribunda población china, junto con la mano dura del Partido-Estado, asegurará que la economía de China continúe rezagada con respecto a la población más joven de Estados Unidos y a una economía más dinámica.

El Partido Comunista Chino solo tiene a sí mismo -y a su equivocada guerra contra su gente- a quién culpar.

Después de todo, la demografía sigue siendo el destino, aunque se tenga mil millones de personas.

Steven W. Mosher es el presidente del Instituto de Investigaciones sobre Población  y autor de “Matón de Asia: Por qué el sueño de China es la nueva amenaza para el orden mundial».

Los puntos de vista expresados en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de La Gran Época.

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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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