Comentario
A medida que crece la amenaza de una pandemia emergente, los expertos médicos ya están prediciendo que el virus COVID-19 probablemente llegará a todas las naciones del planeta. También advierten que cuanto más tiempo continúe el brote de coronavirus, mayor será el riesgo de una pandemia mundial que podría amenazar a millones de vidas.
Una amenaza mutante para la humanidad
En otras palabras, cuanto más tiempo pase sin que se pueda controlar el virus, más difícil será encontrar una vacuna. El razonamiento es simple pero devastador.
Como el virus de la gripe, el COVID-19 tiene la capacidad de cambiar rápidamente su forma, esto se conoce como tasa de mutación. A medida que se producen las mutaciones, pueden desarrollarse nuevas cepas del virus COVID-19 con el correr del tiempo.
Esas nuevas cepas estarían familiarizadas con el sistema inmunológico humano y, sin embargo, al mismo tiempo serían extrañas al sistema inmunológico humano. El proceso es mortalmente lógico. A medida que el virus infecta a más víctimas, recoge más información sobre el sistema inmunológico humano. El virus entonces muta de manera que se vuelve más adaptable al sistema inmunológico de las nuevas víctimas.
Ese proceso de adaptación hace que el virus sea aún más mortal. De hecho, se han encontrado más de 20 cepas del virus en personas infectadas.
Es por eso y por lo que el COVID-19 puede llegar a ser potencialmente más contagioso y con mayores tasas de mortalidad que la cepa actual. Además, con un período de incubación asintomático de hasta 24 días, el potencial de una pandemia mayor y más mortal está casi asegurado.
El tiempo, por lo tanto, no está de nuestro lado.
Politizando el brote
El mundo puede estar enfrentando una amenaza global que no debe ser ignorada ni politizada. Y sin embargo, eso es exactamente lo que está sucediendo. El Partido Comunista Chino (PCCh) está haciendo la búsqueda de una cura para el virus COVID-19 más difícil de lo que ya es o se necesita.
Por un lado, aunque la enfermedad se ha convertido en un brote en cuestión de semanas, Beijing sigue ocultando información crítica a su propia gente, así como al resto del mundo.
Como Jennifer Nuzzo del Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud señaló recientemente: «Como los países están tratando de desarrollar sus propias estrategias de control, están buscando evidencia de si la situación en China está empeorando o mejorando».
Sin embargo, con Beijing manipulando las cifras tanto de infectados como de muertos, nadie puede decir con certeza si la enfermedad ha disminuido, como sostienen las autoridades chinas. Puede ser simplemente un esfuerzo falso más para salvar solo las apariencias.
No hace falta decir que es de vital importancia que toda la información sobre el virus en sí, así como el estado del brote, se ponga a disposición de las autoridades médicas adecuadas y más capaces de todo el mundo. Pero las deficiencias de la información persisten. Los investigadores aún no tienen claro el nivel de contagio -conocido como la tasa R0- del CODIV-19 debido a la información incompleta.
Las lagunas en la información de las autoridades chinas también dificultan la obtención de un modelo preciso del brote, que ayudaría a predecir la propagación de la enfermedad en el futuro.
¿Consiguiendo casi la mejor ayuda?
Por el lado positivo, finalmente Beijing ha invitado a científicos y médicos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) a China para ayudar a resolver esta situación tan urgente. Sin embargo, durante más de un mes, China rechazó la oferta de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) para ayudar con el brote.
¿Por qué excluir a uno de los recursos más experimentados del planeta? ¿Teme el PCCh parecer incompetente? Demasiado tarde. Ese hecho ya se propagó más rápido que el virus.
El orgullo político del PCCh no solo es una de las principales causas de la propagación de la enfermedad, sino que es un lujo que ni China ni el resto del mundo pueden permitirse.
Más incógnitas…
En su estado actual, gran parte de la información del liderazgo del PCCh y de las autoridades sanitarias es incompleta, confusa o contradictoria.
Por ejemplo, las autoridades chinas han sugerido últimamente que los países reanuden los viajes aéreos a China y han afirmado que se están adelantando al brote.
Pero dado el deterioro de la situación sobre el terreno y el disimulo de Beijing, ¿cómo podría alguien saber o creer que algo de lo que dice el PCCh es cierto?
Por ejemplo, se desconoce si el COVID-19 es un virus estacional o no, más activo en invierno que en los meses más cálidos. Si lo es, eso le daría más tiempo a la comunidad científica. Pero nadie lo sabe todavía.
Otra teoría postula que los hombres son más susceptibles al virus. ¿Es porque en China hay más hombres que fuman? Es una posibilidad, pero aún no se ha verificado.
O lo que es más importante, ¿el virus es un producto de bioingeniería, o vino de animales salvajes mantenidos en el mercado abierto en Wuhan? Si es lo primero, puede que ya exista una vacuna o que haya parcialmente una en ese mismo laboratorio chino. En cualquier caso, la información correcta sería útil.
Sin embargo no parece haber ninguna respuesta definitiva a estas o muchas otras preguntas que llegan de Beijing. Como el exjefe de los CDC, Tom Friedman, señaló recientemente: «Todavía no tenemos información muy básica».
Si vamos a adelantarnos a esta enfermedad, si queremos minimizar el posible sufrimiento y la tragedia causada por el brote del virus COVID-19 en expansión, lo único que no debe ponerse en cuarentena es la información. Todo lo relacionado con ello, desde sus orígenes hasta sus mutaciones y el estudio del sistema inmunológico de los supervivientes, debe estar disponible.
Afortunadamente, hay algunas buenas noticias. Los laboratorios biológicos y las compañías farmacéuticas de todo el mundo están trabajando juntos, compartiendo información, para desarrollar una vacuna.
El PCCh debería seguir el ejemplo.
James Gorrie es un escritor y conferencista radicado en el sur de California. Es el autor de «La crisis de China».
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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