Comentario
¿Quiere China realmente un nuevo acuerdo comercial con Estados Unidos o la Unión Europea? Dada la actual situación en el país asiático, la realización de cualquier acuerdo comercial que se firme es menos que seguro que pueda llevarse a cabo.
Por mucho que el presidente Trump hable de la posible firma de la «Fase 1» del nuevo acuerdo comercial, las circunstancias del actual declive económico de China no apuntan hacia un acuerdo verdadero y ejecutable. Los riesgos asociados con la celebración o no de nuevos acuerdos comerciales, contemplan ambas posibilidades.
¿Puede China permitirse la Fase 1?
El tan promocionado acuerdo de la Fase 1 presuntamente tendrá a China comprando 50.000 millones de dólares en soja estadounidense. Tales niveles duplicarían los máximos alcanzados de 29.000 millones de dólares de exportaciones de soja desde Estados Unidos hacia China en 2013. No hay ningún precedente de mercado para niveles tan altos de importaciones de Estados Unidos, especialmente con la compra de soja a Brasil y otros proveedores por parte de China. Con la compra de soja brasileña y la caída de su PBI, no hay buenas razones para pensar que China comprará niveles récord de soja a Estados Unidos.
Con el acuerdo de la Fase 1 también aumentaría la protección de la propiedad intelectual (PI) extranjera y proporcionaría alivio a las transferencias forzadas de tecnología que se producen al hacer negocios en China. Sin embargo, ¿está China a punto de permitir que las empresas extranjeras puedan retener su propiedad intelectual y, por lo tanto, aumenten sus necesidades de cuota de mercado a expensas de las empresas chinas? Una vez más, dadas las circunstancias, no existe una razón económica verdadera para que el PCCh acepte hacerlo, y mucho menos para que cumpla con dicho acuerdo.
La Exposición de Shanghai cuenta la historia
Un buen indicador de las intenciones de China serían los resultados del debut del año pasado de la Exposición Internacional de Importaciones de China (CIIE por sus siglas en inglés), según informó el South China Morning Post. De acuerdo con la Cámara de Comercio de la Unión Europea, con la puesta en marcha de la segunda CIIE, casi la mitad de los acuerdos firmados por China en 2018 aún no se han materializado. El objetivo declarado de la CIIE es aumentar el acceso de las empresas europeas al mercado chino.
Carlo Diego D’Andrea, presidente de la delegación de la cámara europea en Shanghai, señaló que «queremos ver un progreso notable en proporcionar a las empresas europeas el mismo acceso sin restricciones a los mercados chinos que las contrapartes chinas en la UE». Desafortunadamente, el 47 por ciento de las empresas chinas que firmaron acuerdos no pudieron o no quisieron cumplir con sus compromisos comerciales.
La política de «China primero» y el robo de datos asustan a la competencia
China necesita inversión extranjera y al mismo tiempo la teme, frustrando los esfuerzos de las empresas de EE. UU. y de la UE. Bajo los actuales desafíos de la guerra comercial, eso es más que comprensible. La disminución de la actividad económica en el extranjero, combinada con un crecimiento interno casi nulo, a las empresas chinas les está resultando difícil la gestión. Están bajo presiones tanto económicas como políticas para mantener sus propias cuotas de mercado.
Sin embargo, tanto para las empresas estadounidenses como para las europeas, el escaso progreso en el acceso a los mercados chinos es, lamentablemente, el resultado natural de esas presiones. La UE advierte a China del “cansancio a las promesas” de cara al CIEE de este año.
Este cansancio podría aplicarse también a Estados Unidos. El aumento del proteccionismo es un obstáculo fundamental que todas las empresas extranjeras encuentran cada vez más difícil de superar en China. Siguen vigentes aún barreras de mercado como las restricciones a la inversión extranjera directa, las subvenciones a las empresas estatales chinas, la política a largo plazo de transferencia forzada de tecnología y los requisitos de los gobiernos regionales para que se «compre chino». Como resultado, el clima de negocios para las empresas extranjeras que operan o buscan expandirse en China es aún menos amigable que antes.
Pero no es solo el deseo de China de mantener la mayor parte de sus mercados cerrados a los competidores extranjeros, sino también su deseo de mantener desplegado su entorno cibernético chino. China busca prevenir el uso de redes privadas virtuales, restringe la encriptación de datos, no le gustan las transferencias de datos transfronterizos y otros usos de datos, y los medios de protección y sus requisitos. Estos aspectos del estado de vigilancia de China impiden que las empresas extranjeras puedan proteger sus datos y propiedad intelectual y reprime la cooperación.
Los mercados financieros de China son ahora la excepción
Sin embargo, un área en la que China está ansiosa por abrir su mercado a las empresas estadounidenses y europeas es el sector financiero. Según el principal regulador bancario de China, las empresas financieras extranjeras poseen solo el 1,6 por ciento de los activos bancarios chinos y solo el 5,8 por ciento del mercado de seguros. Pero todo eso puede estar a punto de cambiar.
En una declaración reciente, el banco central de China dijo que los inversores extranjeros pueden tomar participaciones en acciones o incluso posiciones de control en entidades involucradas en préstamos comerciales, fondos de pensiones, comercio de divisas y otras operaciones financieras. Este nivel sin precedentes de acceso extranjero al sector financiero de China se anunció la semana pasada tras ser aprobado por el viceprimer ministro Liu He. El ministro reconoció que la gestión de riesgos y otros desafíos serán una prioridad para el mercado financiero de 44 billones de dólares del gigante asiático.
Sin embargo, el momento en que China abre su sector financiero masivo a las empresas financieras extranjeras es sospechoso. Con un grave y creciente problema de liquidez tanto en el sector de las instituciones financieras bancarias como en las no bancarias, así como el peso muerto de billones de dólares en préstamos de bajo rendimiento o incluso zombies, la invitación de China a los gigantes financieros extranjeros definitivamente viene con algunas espinas.
Y lo que es más importante, el compromiso de las empresas extranjeras con el vasto mercado financiero de China puede no ser tan fácil o rápido como las autoridades chinas quisieran que fuera. Existen enormes y fundamentales diferencias entre las instituciones de crédito occidentales, basadas en la solvencia crediticia, y los bancos estatales de China, impulsados por intereses políticos. Determinar el valor y la salud de las instituciones financieras puede ser más problemático, a medida que surjan los problemas ocultos de deuda y liquidez. Como señala Bloomberg, «las empresas globales necesitan navegar por un entorno regulatorio a menudo opaco y enfrentarse a rivales (financieros) controlados por el Estado que manejan gran parte de la actividad económica de China».
Objetivos chinos en conflicto
No es ningún secreto que la economía china está sufriendo múltiples impactos de la guerra comercial. El crecimiento interno sigue siendo negativo, las reservas de divisas extranjeras están disminuyendo y la economía china, impulsada por las exportaciones, lucha por encontrar alivio en los mercados europeos y japoneses. La verdad es que no importa lo que los chinos ofrezcan para firmar o incluso si se firma, los únicos acuerdos que serán fructíferos son aquellos con menor riesgo político y son los que más beneficiarán a China.
Contrariamente a la ostentación del Partido, los líderes del Partido Comunista Chino (PCCh) saben que se encuentran en una posición difícil. Necesitan vender productos a Occidente para su propia supervivencia económica. Sin embargo las empresas de EE.UU. y de la UE están exigiendo más acceso a los mercados de China. Esto presenta una competencia creciente para las empresas chinas y, por lo tanto, riesgos para su economía y, en última instancia, para el Partido.
James Gorrie es un escritor y orador radicado en el sur de California. Es el autor de «La crisis de China».
Los puntos de vista expresados en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de La Gran Época.
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Los negocios son una guerra
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