El antiguo erudito Confucio, abogó por las cinco virtudes cardinales: benevolencia, rectitud, cortesía, sabiduría y fe. Y enseñaba que las raíces de la benevolencia se encontraban en la piedad filial y el amor fraterno.
Los principios éticos de Confucio son reconocidos en todo el mundo como fundamentos de la herencia filosófica y social china. Estas enseñanzas de 2500 años de antigüedad emanaron de las tradiciones religiosas chinas preimperiales, que buscaban la armonía entre el hombre y el universo mediante el respeto al cielo y la tierra.
La fe, última virtud cardinal confuciana, es la raíz de todas las relaciones de la sociedad, a la vez que sustenta la conexión espiritual de la humanidad con la divinidad. Los cultivadores taoístas y los filósofos comprendían esto a través del yin y el yang, mientras que los estudiantes confucianos reflexionaban sobre la mejor manera de servir a sus padres y superiores, y educar a sus hijos e instruir a los subordinados.
El modelo filosófico clásico para la sociedad china y el referente de sus creencias religiosas fue la dinastía Zhou Occidental (1046 aC-770 dC), de cuyos gobernantes y pueblo Confucio obtuvo inspiración para sus enseñanzas. La guía fundamental para los reyes Zhou era gobernar con virtud y reverencia a Shang Di, el emperador del cielo. El rey era reconocido como el «Hijo del Cielo», dejando así en claro su condición de subordinación ante la autoridad y guía divina.
La fe en las leyes del cielo se demuestra a través de la observancia nobiliaria de los ritos y el decoro. Entre la gente común, la confianza se manifestaba en la cortesía y la piedad filial. Estas virtudes fueron transmitidas a través de los textos oficiales, en particular con los «Ritos de Zhou», y también impregnaban la vida de la corte y la música popular. Representan a esta cultura las odas compiladas por Confucio en el «Clásico de la Poesía», obra de 300 piezas líricas de diferentes regiones y clases sociales del reino de Zhou.
La sección » Odas de Zhou» del «Clásico de la Poesía» estaba dedicada a la veneración, oración y alabanzas a Shang Di. Las «Odas de Zhou » adoraban principalmente a los reyes Wen y Wu, fundadores de la dinastía; al emperador Cheng y el emperador Kang; así como a sus legendarios antepasados, Hou Ji y Tai Wang, considerados descendientes del emperador celestial. Las «Odas de Zhou» se refieren al respeto con el que estos primeros monarcas servían al cielo, protegían a su pueblo y gobernaban a su país con virtud.
La piedad religiosa significaba en lo cotidiano que uno es responsable de actuar y de vivir virtuosamente para cumplir el Mandato Celestial en la medida requerida de su posición. Este principio se refleja en las interacciones humanas, como en los llamados «tres lazos»: del gobernante con su ministro, de un padre con su hijo y entre esposo y esposa.
Confucio consideraba a su colección de poemas de Zhou como una guía moral. «En el país se puede identificar cómo se educa a la gente. Si esta es gentil y amable, significa que se le enseñó con el ‘Clásico de la Poesía'».
Como lo muestran los poemas en el «Clásico de la Poesía», el pueblo de Zhou creía que la voluntad del cielo era proteger a las personas del sufrimiento y los desastres, y que los reyes habían sido enviados como sus agentes humanos para cumplir esta tarea.
En el poema «Huangyi», el cielo instruye al rey Wen, quien fundó la dinastía Zhou: «El cielo dijo al emperador Wen, ‘Anhelo a personas con tal virtud, que no se entreguen a los placeres sensuales y no abusen del castigo. Él no habla de lo que desconoce y sigue la regla del Cielo con sinceridad'».
De esta manera, el gobernante que era piadoso y respetuoso ante el Cielo, como rey también trataría con virtud y sabiduría a sus súbditos y ministros, escuchando consejos y atendiendo sus necesidades. A diferencia de la posterior costumbre china imperial de concentrar el poder político, la autoridad política y militar Zhou fue regionalizada. Los líderes de los numerosos estados vasallos que componían el reino, otorgaban su lealtad al rey aplicando elevados principios morales, sin tener que recurrir a la coacción lograda por el uso de la fuerza.
El carácter sólido y la disciplina moral de los primeros reyes Zhou se reflejan en la longevidad de esta flexible y descentralizada dinastía. Por más de 800 años la familia real Zhou fue honrada y reconocida como soberana legítima de China, siendo la dinastía más larga en los registros históricos de China.
La autoridad política del reino de Zhou decayó en el siglo VIII a. C., cuando el rey You no alcanzó a conducirse con los altos estándares de sus predecesores. Viviendo más preocupado por satisfacer sus placeres personales, como pasar tiempo con su concubina favorita, antes que concentrarse en la iluminación para la gobernabilidad, este rey mezquino llegó inclusive a sospechar que sus fieles ministros usurpaban su autoridad.
Sin una influencia moral fuerte, la confianza entre el rey y sus vasallos desapareció y, como resultado, cuando las tribus bárbaras atacaron la capital de Zhou, el rey You no pudo encontrar aliados. El rey murió y la casa real se vio obligada a buscar refugio en el Este, fundando así el reino Zhou del Este.
A pesar de la nobleza de su nombre, los señores feudales perdieron la fe en la capacidad de gobernar de los reyes Zhou. Esto dio lugar a los períodos de Primavera y Otoño y de los Reinos Combatientes, en que los gobernantes Zhou ejercieron un dominio decreciente sobre su reino, que los llevó a una lenta desintegración.
Como el «Clásico de la Poesía» advierte: «Una persona sabia y de buen juicio toma el consejo amablemente, y su conducta sigue la virtud. Una persona torpe y sin entendimiento rechaza el consejo sincero; mira al consejo dado como surgido de ambiciones indebidas».
Para los antiguos chinos, la fe en la divinidad estaba vinculada a la confianza y el apoyo entre los hombres. La benevolencia auténtica se sustenta en una fe firme, con lo que esta última virtud cardinal confuciana va al unísono con la primera.
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