Cinco claves de Teddy Roosevelt para cultivar una buena ética de trabajo

Cualquiera que sea el puesto o el salario, una buena ética laboral hará que un empleado destaque

Por ANNIE HOLMQUIST
27 de mayo de 2023 9:15 AM Actualizado: 27 de mayo de 2023 9:15 AM

Hace unas semanas presencié por casualidad  una conversación entre un joven de diecisiete años y un matrimonio de mediana edad. A punto de graduarse de la preparatoria, el joven preguntó amablemente a qué se dedicaba el hombre del matrimonio.

En breve, se pusieron de acuerdo para que el estudiante fuera a ver el funcionamiento interno del negocio del hombre. Dadas las conversaciones anteriores con este empresario sobre lo ansioso que estaba por recibir ayuda de calidad, me imaginé que podía ver su cerebro trabajando ante la perspectiva del talento diligente y sin explotar que tenía ante él.

Hoy en día, la necesidad de trabajadores profesionales va mucho más allá del negocio de este hombre. Y a juzgar por un reciente artículo del Wall Street Journal, encontrar ayuda de calidad en jóvenes como mi amigo de diecisiete años no es una opción que esté al alcance de la mayoría de los empresarios. En respuesta, las empresas rechazan la discriminación por edad y apuestan por trabajadores más próximos a la jubilación que por los que están en el bachillerato, con la esperanza de que el trabajador más maduro ofrezca al menos ocho horas diarias de trabajo honesto y diligente, aunque sea un poco más difícil de formar en lo que respecta a la tecnología.

«Este grupo está dispuesto a trabajar en el turno de apertura o en el de cierre, a cubrir las comidas y los descansos o incluso a estar de guardia según sea necesario», declaró un empresario a The Wall Street Journal.

Además de ser flexibles y diligentes, los trabajadores mayores no buscan necesariamente grandes sueldos, ni se apresuran a cambiar de puesto para ascender en su carrera profesional, lo que les hace aún más atractivos para las empresas.

Después de haber contratado a un buen número de personas en la última década, puedo comprenderlo. Si bien  he descubierto algunos trabajadores muy buenos entre la generación más joven, también me han sorprendido un poco las cosas que piden algunos jóvenes contratados, así como la falta de lealtad que muestran algunos una vez que se incorporan a una empresa. Tanto es así que yo también comencé a considerar más deseables a los trabajadores de más edad.

Los empresarios ven en los jóvenes diligentes y trabajadores un potencial sin explotar. (Biba Kayewich)

Como yo también pertenezco en cierto modo a la generación más joven, esta situación me cuestiona. ¿Dónde perdimos los principios del trabajo duro y cómo podemos recuperarlos? Los escritos del difunto Presidente de Estados Unidos Teddy Roosevelt arrojan luz sobre esta cuestión.

Según Roosevelt, una de las primeras cosas que hacen a un buen trabajador es la voluntad de anteponer la empresa al propio tiempo personal. En una carta de 1899 a Anna Roosevelt Cowles, Roosevelt explicaba lo difícil que le resultaba alejarse de su trabajo como gobernador de Nueva York. No descartaba la necesidad de algún tiempo de descanso, pero se daba cuenta de que los deberes deben anteponerse al deseo.

«Tengo que hacerme a la idea de que, mientras sea gobernador, todo tiene que adaptarse a esta condición, y puedo simplemente tomarme unas vacaciones ocasionales según surjan las oportunidades», decía su carta.

En esa misma carta, Roosevelt reveló otro elemento de un buen trabajador: a saber, el entusiasmo por trabajar en una labor que le dé un propósito.

«Estoy tan contento de ser Gobernador, es decir, de estar trabajando en algo que cuenta, que todas las molestias y preocupaciones son realmente insignificantes», escribió.

En esencia, un buen trabajador no busca necesariamente ganar más dinero y obtener continuos aumentos, sino que se siente satisfecho si sabe que está trabajando por una buena causa, aunque no le genere mucho dinero.

Del mismo modo, un buen trabajador está dispuesto a empezar poco a poco y a hacer bien las cosas pequeñas.

«Les pido que cumplan con su deber en todas las pequeñas cosas que surgen día a día en los negocios, en la vida doméstica, en todos los sentidos, y luego, cuando llegue la oportunidad, si han cumplido con su deber en las cosas menores, sé que se elevarán al nivel de las necesidades heroicas», dijo Roosevelt en un discurso en 1903 en la Universidad de California-Berkeley.

En esencia, Roosevelt nos estaba recordando que no tenemos que empezar con un gran sueldo desde el inicio, ni con una gran oficina o un cómodo paquete de beneficios. Ser fiel en las pequeñas cosas acabará abriendo las puertas a grandes oportunidades.

No se puede tener una receta para un buen trabajador sin incluir el carácter, y en este sentido, Roosevelt no defrauda.

«Creo firmemente en un cuerpo sano y vigoroso», dijo durante un discurso en la Universidad de Minnesota. «Creo aún más en una mente vigorosa. Y creo sobre todo en lo que [cuenta] más que el cuerpo, más que la mente, y eso es el carácter».

¿Qué tipo de carácter produce éxito en el trabajo, no solo para el empleado sino también para el empleador? La honradez, la cortesía, la amabilidad y la diligencia son algunos buenos rasgos para empezar.

Por último, un buen trabajador es aquel que no se da por vencido solo porque los años formativos de su carrera hayan terminado. Continúa «mirando hacia adelante y no hacia atrás», como escribió Roosevelt en 1908. Tampoco considera que un puesto esté por debajo de él si la paga es menor o esté más abajo en la escala profesional que el que tenía antes.

«Nunca he simpatizado lo más mínimo con el tipo de hombre que cree que por haber tenido la suerte de ocupar un puesto importante piensa que no disfrutará después en una posición menos prominente», escribió.

Si la economía entra pronto en recesión, como muchos han pronosticado, un sueldo no será tan fácil conseguir. Cuando llegue ese momento, serán aquellos que hayan aprendido los principios de Roosevelt de una buena ética de trabajo quienes tendrán una ventaja a la hora de conseguir esos trabajos.

No perdamos la oportunidad por ignorar estos principios.


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