Opiniones sobre la salud
En el intestino humano hay entre 200 y 600 millones de neuronas. Algunos dicen que el tubo digestivo es el segundo cerebro del ser humano. ¿Es justa esta afirmación?
Las personas de hoy en día se enfrentan a un estrés cada vez mayor, que provoca diversos problemas de salud. Una encuesta reciente realizada a más de 73,000 personas de 24 países reveló que más del 40% padecían trastornos gastrointestinales funcionales (o trastornos de la interacción intestino-cerebro), incluido el síndrome del intestino irritable. La tasa de prevalencia era especialmente alta entre las mujeres.
Existe un complejo vínculo de comunicación bidireccional entre el cerebro y el tracto gastrointestinal. Los estudios han descubierto que el intestino es el mayor órgano endocrino del cuerpo humano, que segrega unas decenas de tipos de moléculas de señalización. Los péptidos segregados por el intestino pueden unirse a las células inmunitarias y a los receptores del nervio vago para transmitir información, afectando a la salud mental de humanos y animales por igual. A la inversa, cuando las criaturas experimentan ansiedad o depresión, la función intestinal también se ve afectada, desencadenando cambios en la microbiota intestinal e incluso provocando el síndrome del intestino permeable.
¿Es el intestino realmente un segundo cerebro?
Un artículo publicado en Science en 2019 introdujo que los microbios intestinales determinan si el sistema nervioso central y el comportamiento social de los animales pueden desarrollarse con normalidad. Un estudio descubrió que los ratones criados en condiciones estériles sin microbios en el intestino tenían cerebros anormales y deficiencias sociales. Cuando los investigadores implantaron microbios en los intestinos de los ratones, su función cerebral se recuperó y empezaron a socializar con su propia especie. Sin embargo, no podían reconocer a los ratones conocidos porque la falta de bacterias intestinales a una edad más temprana significaba que perdían oportunidades de desarrollo cerebral.
Puede que haya oído referirse al tracto gastrointestinal como el «segundo cerebro». El aparato digestivo y el cerebro tienen muchas similitudes, pero también muchas diferencias. El cerebro tiene funciones cognitivas, de aprendizaje y memoria, actividades neuronales avanzadas y funciones de regulación emocional, que no están disponibles en el tubo digestivo, por lo que no es exactamente cierto decir que el intestino es un «segundo cerebro».
Sin embargo, el tubo digestivo y el cerebro también comparten algunas similitudes. El tubo digestivo tiene un sistema nervioso vibrante e independiente, con cientos de millones de células nerviosas, que transmiten señales a través de neurotransmisores. Estos neurotransmisores incluyen la serotonina, la dopamina y la etercolina, todos los cuales desempeñan funciones esenciales en el cerebro y en el tubo digestivo.
Los 2 sistemas nerviosos
Hay dos sistemas nerviosos en el tubo digestivo: el sistema nervioso gastrointestinal local y el sistema nervioso simpático y parasimpático (también llamado nervio vago). El sistema nervioso parasimpático está conectado al cerebro y controlan la digestión y la absorción del tubo digestivo, la secreción de jugo gástrico, la secreción de hormonas intestinales y la función inmunitaria, etc. El cerebro puede afectar a la función del tubo digestivo regulando los sistemas nerviosos simpático y parasimpático, y el tubo digestivo también puede afectar a nuestro pensamiento, estado de ánimo y comportamiento enviando señales al cerebro.
¿Cómo afectan los sistemas nerviosos simpático y parasimpático a la función de nuestro tubo digestivo? El simpático es el sistema nervioso que se excita cuando estamos en estado de lucha o huida durante una emergencia. Hará que nuestro tubo digestivo reduzca el riego sanguíneo, deje de segregar jugos digestivos, debilite el peristaltismo, etc., para transferir más sangre y energía a otras partes del cuerpo para hacer frente al peligro. El parasimpático es el sistema nervioso que se excita cuando estamos en estado de relajación. Aumentará el riego sanguíneo de nuestro tubo digestivo, segregará abundantes jugos digestivos, reforzará el peristaltismo, etc., para activar la digestión y absorber los nutrientes de los alimentos.
Por tanto, para preservar una buena funcionalidad digestiva, debemos relajarnos al comer para que nuestros nervios parasimpáticos se exciten y los simpáticos descansen.
Descansa y digiere
Los antiguos chinos solían decir «No hables mientras comes; no hables mientras duermes». Este lema procede de «Las Analectas de Confucio», que nos dice algo sobre el comportamiento del propio Confucio, y es que estaba muy atento mientras comía y dormía y se abstenía de hablar en ambas ocasiones. Por el contrario, la gente moderna suele charlar mientras come, ojear el móvil o ver la televisión. Peor es cuando la gente ve cosas angustiosas o que dan miedo mientras come, lo que excita los nervios simpáticos, impidiendo la secreción de jugos digestivos, deteniendo el peristaltismo, reduciendo el riego sanguíneo del tubo digestivo y causando diversos problemas gastrointestinales.
La investigación ha descubierto que concentrarse en comer a la hora de la comida puede reducir los niveles de cortisol (la hormona del estrés). Un ensayo clínico controlado y aleatorizado dividió a 47 mujeres obesas o con sobrepeso en dos grupos. El grupo experimental recibió formación en meditación y comieron juntos cajas bento para practicar la habilidad de la alimentación consciente. Las del grupo experimental tenían niveles de cortisol más bajos que las del grupo de intervención o lista de espera. Dado que el cortisol está asociado a la obesidad central, centrarse en la alimentación también puede ayudar a las personas obesas a controlar su peso, reduciendo especialmente la grasa abdominal.
Hacer una sola cosa bien puede mejorar significativamente nuestra función gastrointestinal y ayudar a prevenir enfermedades estomacales. ¡Relájese durante la comida y concéntrese en comer con atención!
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