Opinión
Acaba de publicarse la última perspectiva de la economía mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI) y, como todas, tiene muchos aspectos interesantes.
El informe reconoce la desaceleración económica de muchas economías y ha aumentado drásticamente las estimaciones de inflación del Fondo. Ahora «se proyecta que el crecimiento mundial se desacelere del 6,1% estimado para 2021 a 3.6% en 2022 y 2023; es decir, 0.8 y 0.2 puntos porcentuales en 2022 y 2023 que lo previsto en enero». Las estimaciones de las proyecciones de inflación para 2022 han aumentado hasta el «5.7% en las economías avanzadas y de 8.7% en las economías de mercados emergentes y en desarrollo; o sea, 1.8 y 2.8 puntos porcentuales más que lo proyectado en enero».
El FMI subraya la realidad del escaso crecimiento y la enorme inflación. ¿Y por qué hay un crecimiento tan pobre y una inflación tan elevada? Eso se debe, en gran parte, a las anteriores recomendaciones del FMI de gastar sin control y monetizar la deuda con el crecimiento de la masa monetaria del banco central.
Consciente de que las estimaciones anteriores eran demasiado optimistas, y de que el tercer recorte consecutivo de las estimaciones de crecimiento y el aumento de las previsiones de inflación suponen un problema para la economía mundial, el FMI, como siempre, ha hecho una serie de recomendaciones que no sorprenderán a nadie: subir los impuestos, sin hacer una sola mención sobre el gasto excesivo o los subsidios improductivos.
El FMI recomendó a los gobiernos gastar sin control, perjudicando el crecimiento potencial en el proceso, y ahora que la deuda se ha disparado, quiere que los mismos gobiernos suban los impuestos para mitigar el desastre creado por sus propias recomendaciones. De cualquier manera, los contribuyentes y los sectores productivos sufren.
Los informes del FMI serían muy interesantes y muy válidos si no incorporaran predicciones excesivamente optimistas sobre el crecimiento del gasto público y, sobre todo, recomendaciones que rara vez funcionan, porque el FMI subestima con demasiada frecuencia la mala inversión pública y los incentivos perversos para inflar los presupuestos gubernamentales con gasto corriente improductivo.
Aunque el FMI cuenta con numerosos estudios que muestran que el efecto multiplicador del gasto público es muy bajo y que en las economías abiertas y endeudadas es incluso negativo, el directorio sigue recomendando un gasto masivo en períodos de crisis. Y cuando no funciona, como siempre, y la deuda se dispara, recomiendan un aumento masivo de impuestos. La literatura económica disponible muestra el multiplicador fiscal escaso del gasto público, y los propios estudios del FMI concluyen que los multiplicadores son negativos, sobre todo a largo plazo y cuando la deuda pública es elevada (pdf).
En un reciente evento de la CNBC, Kristalina Georgieva, del FMI, reconoció lo siguiente: «Creo que no estamos prestando suficiente atención a la ley de las consecuencias imprevistas. Tomamos decisiones con un objetivo en mente y rara vez pensamos en lo que puede ocurrir que no sea nuestro objetivo. Y luego luchamos con el impacto de ello».
«Tomemos cualquier decisión que sea masiva, como la decisión que necesitamos gastar para apoyar la economía. En ese momento, reconocimos que tal vez había demasiado dinero en circulación y muy pocos bienes, pero realmente no pensamos en las consecuencias de una manera que hubiera informado mejor lo que hacemos».
¿No pensaron en las consecuencias? No por falta de información. El FMI tiene una amplia y detallada literatura que muestra el impacto negativo sobre el crecimiento de los enormes planes de gasto público, la poca efectividad de los aumentos de impuestos para lograr la consolidación fiscal y el riesgo de aumento de la inflación por la monetización de los programas de gasto deficitario.
¿Por qué el directorio del FMI recomienda algo que sabe que no va a funcionar? Porque la presión de los políticos es enorme. El FMI parece estar indirectamente obligado a proponer medidas poco ortodoxas y contraproducentes para que nadie pueda acusarlos de defender la austeridad, incluso si las sugerencias están condenadas al fracaso, como todos sabíamos en 2020.
El problema es que los resultados de las recomendaciones anteriores son enormemente decepcionantes, y los remedios propuestos–aumento masivo de impuestos para frenar el aumento de la deuda–son aún más negativos. El FMI sabe, por su propio informe de 2010, que el aumento de impuestos no reducirán la deuda de forma efectiva porque los gobiernos seguirán gastando por encima de los ingresos, pero sí perjudicarán el crecimiento, el empleo, y la inversión.
Ahora la izquierda radical cita constantemente al FMI en sus mensajes advirtiendo contra la competencia fiscal y defendiendo un impuesto corporativo mínimo, incluso cuando la amplia literatura muestra que tanto la competitividad fiscal como el ajuste de las políticas fiscales a la realidad de cada país han demostrado ser mucho más eficaces para reducir la pobreza e impulsar el crecimiento que los planes masivos de gasto público.
El directorio del FMI parece haber olvidado los pobres resultados de sus recientes recomendaciones de gasto y deuda, y considera que podría ser políticamente más aceptable pasar la factura a los contribuyentes y, cuando llegue la próxima crisis, proponer más gasto y deuda.
Las propuestas de la izquierda radical no han sido reivindicadas ni sancionadas por el FMI. Los excelentes estudios empíricos del FMI han demostrado que las propuestas de la izquierda radical y del directorio del FMI no funcionan.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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