Cómo derrotar la guerra ideológica del Partido Comunista Chino

Las batallas más importantes de la Segunda Guerra Fría se librarán en la mente de los hombres

Por Steven W. Mosher y Reggie Littlejohn
10 de septiembre de 2020 10:28 AM Actualizado: 10 de septiembre de 2020 10:28 AM

Opinión

Nos encontramos en otra Guerra Fría, esta vez con un enemigo mucho más hábil en el arte de la guerra que los rusos.

Los líderes del Partido Comunista Chino (PCCh) han entendido desde hace tiempo que el dominio estratégico más importante es la mente de los hombres. Consideran que es sumamente importante aprovechar el «terreno elevado» de la ideología para elevar la moral interna y, al mismo tiempo, desanimar al enemigo, reforzar la legitimidad de las propias instituciones y socavar las del enemigo, así como atraer a los aliados desde el corazón mismo de la oposición. Por eso clasifica la propaganda como la primera y más importante de las tres «armas mágicas» que utilizará para derrotar la primacía estadounidense, siendo las otras dos las «tácticas de frente unido» y el Ejército Popular de Liberación (EPL).

Para derrotar la ofensiva ideológica del PCCh, Estados Unidos también debe encender un fuego en la mente de los hombres. Debemos defender enérgicamente la democracia estadounidense y la libertad individual al mismo tiempo que atacamos sin descanso las innumerables debilidades del PCCh. El objetivo es convencer a los pueblos de ambos lados del Pacífico de que el modelo estadounidense de libertad ordenada es superior en todos los aspectos al «socialismo con características chinas» tecno-autoritario del PCCh.

Resulta que los propios comunistas chinos han identificado convenientemente una serie de áreas específicas en las que creen que son vulnerables a los ataques. En una directiva del Comité Central de abril de 2013 se dijo a los miembros del Partido que había siete «peligros» políticos que debían evitar con determinación. Estos «peligros» son: 1) la democracia constitucional; 2) los derechos humanos; 3) la sociedad civil; 4) el libre mercado y 5) la libertad de prensa, así como la crítica de 6) la historia y de 7) la ideología del PCCh.

Partiendo del principio de que los peores temores del PCCh deben ser nuestra política, debemos atacar implacablemente estos puntos de vulnerabilidad siempre que sea posible.

Democracia constitucional: Debemos insistir en que todos los pueblos tienen un derecho natural a gobernarse a sí mismos, y que el aparato de gobierno impuesto por la fuerza por el PCCh al pueblo chino es ilegítimo. Incluso más efectivo que sostener nuestro propio ejemplo de democracia constitucional sería destacar el de Taiwán, donde 24 millones de chinos libres se gobiernan a sí mismos. El atractivo de los ideales democráticos es tal, que debemos señalar, que incluso el PCCh se ha visto obligado a crear un falso parlamento, llamado engañosamente Asamblea Popular Nacional.

Derechos humanos: Debemos insistir en que todas las personas tienen ciertos derechos inalienables, y en que los países civilizados respeten los derechos de sus ciudadanos. El PCCh denuncia regularmente las nociones occidentales de los derechos humanos y —en otro ejemplo del tributo que el vicio comunista se ve obligado a pagar a la virtud democrática— garantiza estos mismos derechos en su falsa constitución. Este es otro fraude que el PCCh está perpetrando contra el pueblo chino y que debe ser expuesto sin cesar.

La sociedad civil: El PCCh también considera subversivas a las instituciones mediadoras de la sociedad —familia, iglesia y otras asociaciones voluntarias— y busca no solo controlarlas, sino, en el caso de la religión organizada, acabar con ellas por completo con el tiempo. Estados Unidos debe insistir en que el alcance del gobierno debe ser limitado, y que la gente en todas partes tiene el derecho de asociarse y organizarse libremente al margen de la vigilancia y el control del Partido.

El libre mercado: A menudo se dice que China tiene una economía mixta. Sin embargo, en el último decenio se ha producido un retroceso hacia el control socialista de los medios de producción. El sector estatal o controlado de la economía está creciendo como un cáncer, y la libertad y la prosperidad del pueblo chino están sufriendo como resultado. Estados Unidos debe argumentar que las economías de libre mercado son intrínsecamente más prósperas, equitativas y libres.

Libertad de prensa: Los esfuerzos del PCCh para controlar lo que el pueblo chino ve, escucha y lee han alcanzado niveles de xenofobia histérica no vistos desde los días de la Revolución Cultural. Estados Unidos tiene la capacidad de romper el «Gran Cortafuegos» y comunicarse directamente con el pueblo chino, y debe hacer todo lo posible para hacerlo.

Historia e ideología del PCCh: Si queremos ganar la batalla ideológica con el PCCh, no basta con pregonar la superioridad del sistema político y económico estadounidense, o de las democracias de libre mercado en general. Debemos ir a la ofensiva, y exponer implacablemente el hecho de que toda la historia e ideología del PCCh es una farsa. No es más que una fantasía interesada del Partido como «vanguardia del proletariado» y como «servidor del pueblo» que pretende justificar la continua explotación del pueblo chino por parte de una de las élites gobernantes más malvadas y corruptas de la historia de la humanidad.

Los crímenes contra la humanidad del PCCh, pasados y presentes, son innumerables. Algunos de los ejemplos recientes más atroces incluyen:

  • La ley de seguridad nacional de Hong Kong, que aplasta toda disidencia, castigando con términos vagos los crímenes, con sentencias que pueden incluir la cadena perpetua.
  • La detención de uno o dos millones de musulmanes uigures en campos de internamiento, donde son sometidos a trabajos forzados, tortura y muerte.
  • Las violaciones de los derechos humanos en el Tíbet, incluidas la vigilancia, el encarcelamiento y la tortura, que han hecho que cientos de tibetanos se inmolen para captar la atención internacional.
  • La intensificación de la persecución religiosa, ya que las religiones son «sinificadas», lo que ha dado lugar a la vigilancia, la detención y la tortura de los creyentes y líderes religiosos, así como a la destrucción o desfiguración de innumerables lugares de culto. Entre otras violaciones, los cristianos ancianos se ven obligados a renegar de su fe para recibir la pensión del gobierno.
  • La sustracción forzada de órganos se ha perpetrado a escala industrial en toda China durante las dos últimas décadas, y muchos de los asesinados son practicantes de Falun Gong y musulmanes uigures.
  • El aborto forzoso de mujeres en virtud de la Política de los Dos Hijos, especialmente en la Región Autónoma Uigur de Xinjiang (XUAR).
  • El mal manejo del brote de coronavirus, en el que los denunciantes fueron silenciados, las personas fueron capturadas y arrastradas fuera de sus hogares, y otros fueron obligados a entrar en cuarentena y fueron abandonados a su suerte, mientras que el propio virus del PCCh se propagó deliberadamente por todo el mundo.

Por estas y otras razones, el PCCh debe ser deslegitimado por el pueblo chino y por el mundo en todo momento. Una forma de hacerlo sería designarlo como una Organización Criminal Transnacional. Otra sería emplear, en un nivel nunca antes visto en la historia de los Estados Unidos, el arte de la información, como ha recomendado recientemente el Committee on the Present Danger China (Comité sobre el Peligro Actual China).

El PCCh, como se ha señalado anteriormente, ha considerado durante mucho tiempo que la propaganda es su principal instrumento para doblegar a su voluntad no solo a su propio pueblo, sino al mundo. En 2014, Xi Jinping ordenó al PCCh que redoblara sus esfuerzos para «aumentar el soft power (poder blando) de China y [para] transmitir un buen relato chino». Se produjo un esfuerzo de propaganda masiva: Xinhua tiene ahora 170 oficinas en el extranjero, Radio Internacional de China (CRI) controla más de 30 estaciones de radio en 14 países, y el PCCh ha creado, o tiene planes de crear, más de 100 think tanks globales.

Como resultado, la guerra de información del PCCh contra Estados Unidos ha hecho importantes avances. Un estudio de Oxford muestra que sus medios de comunicación en inglés «tienen una audiencia en internet sustancial (…) comparable a la de la BBC». Se dice que la propaganda del PCCh está ganando fuerza con su actual promoción de algunas «teorías de la conspiración», como aquella que sostiene que el coronavirus es un «arma biológica» de los Estados Unidos.

Es necesario que Estados Unidos haga un gran esfuerzo no solo para contrarrestar la desinformación del PCCh, sino también para seguir atacando los siete puntos de vulnerabilidad descritos anteriormente. La Agencia de Estados Unidos para los Medios Globales (USAGM) debe apoyar activamente la diplomacia pública de los Estados Unidos y servir como voz de la libertad a los pueblos que carecen de medios de comunicación libres. El esfuerzo central en este sentido recaerá en las ediciones en chino de Voz de América (VOA) y Radio Free Asia (RFA), con el apoyo del Departamento de Estado. Todos los servicios lingüísticos deben recibir protección sistemática de contrainteligencia para evitar la penetración y el sabotaje extranjeros.

Nuestro contramensaje debe ser continuo y robusto si se quiere romper el «Gran Cortafuegos» y hacer retroceder los relatos del PCCh. Los simples programas de entretenimiento que no hacen nada para promover la misión de la USAGM deben ser reemplazados con programas que provean información objetiva y completa, y que ejemplifiquen el compromiso de Estados Unidos con la verdad, la libertad y los derechos humanos.

Este esfuerzo por romper el «Gran Cortafuegos» requerirá el fortalecimiento de todos los medios de difusión a los que la USAGM tiene acceso actualmente —radio, televisión e internet de onda corta y media—, así como el desarrollo de nuevas tecnologías para llegar a audiencias extranjeras, incluyendo la radio digital y la radio por satélite.

Llegar al pueblo chino con información precisa sobre las deficiencias del gobierno del PCCh y la superioridad de las democracias de libre mercado no será fácil. El PCCh está obviamente alerta ante la amenaza que representa un relato exacto de su sangrienta historia y su ideología egoísta. Sus dirigentes comprenden que la Unión Soviética implosionó porque nadie, ni siquiera los miembros del partido, suscribió ya los ideales del comunismo ni creyó en la legitimidad de sus instituciones. Decididos a evitar este destino y a garantizar que ningún mensaje no aprobado llegue al pueblo chino, han ordenado recientemente, por ejemplo, que se retiren las antenas parabólicas de los hogares y las oficinas.

El PCCh entiende que el día en que el pueblo chino tenga acceso a una historia honesta de los últimos 70 años de régimen comunista, así como a una clara comprensión de la superioridad de las democracias de libre mercado, será el día en que exigirá ser libre. Estados Unidos debe hacer todo lo posible para hacer que ese día llegue lo antes posible.

Steven W. Mosher es el presidente del Population Research Institute y el autor de «Bully of Asia: Por qué el sueño de China es la nueva amenaza para el orden mundial».

Reggie Littlejohn es la fundadora y presidenta de Women’s Rights Without Frontiers, una coalición internacional para exponer y oponerse al aborto forzoso, al generocidio y a la esclavitud sexual en China.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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