Opinión
El “ghosting” (efecto fantasma), la práctica de terminar una relación de manera repentina y sin ninguna explicación, cortando toda forma de comunicación con otra persona, es muy costoso.
Los analistas de SOCi, Inc. una plataforma de marketing estadounidense, publicaron recientemente un informe en el que se describen las muchas formas en que los minoristas están dejando repentinamente a los clientes, y cómo esta práctica está costando al país miles de millones de dólares. Según el informe, los minoristas dejan repentinamente en la actualidad a más de «la mitad de todos los clientes en Internet cuando dan su opinión, hacen preguntas o dejan reseñas», lo que supone una pérdida anual de USD 2400 millones para el sector minorista del país.
Fuera del mundo de los negocios, el efecto fantasma es costoso en otros aspectos. Provoca un daño psicológico real. Curiosamente, las mujeres son mucho más propensas, un 150 por ciento más probable, para ser específicos, a hacer ghosting que los hombres. «Ghosting» se ve mejor como una forma de agresión relacional, o agresión alternativa, una forma insidiosa y manipuladora de infligir dolor a otro ser humano. Un producto del sesgo de actualidad, la tendencia a enfatizar demasiado la importancia de las experiencias recientes o la información más reciente que recibimos. El ghosting es una práctica destructiva que hace que las víctimas se sientan confusas y disgustadas.
Desde un punto de vista emocional, como señaló recientemente el psicólogo clínico Leigh W. Jerome, ser víctima de ghosting desencadena sentimientos de vulnerabilidad y duda. Además, añadía Jerome, el ghosting también afecta a las personas a nivel fisiológico, al agotar los neurotransmisores y activar las heridas del abandono y el rechazo. El ghosting también parece activar las mismas vías neuronales que el dolor físico.
Para quienes piensan que el ghosting es una actividad inofensiva, los resultados de un estudio realizado por académicos europeos y estadounidenses sugieren lo contrario. Según los investigadores, el ghosting es, ante todo, «una forma indirecta de terminar una relación». Es frío, abrupto y a menudo brutal. Los investigadores descubrieron que aquellos que declararon haber aplicado el ghosting a alguien en el pasado (frente a los que no lo hicieron) tenían puntuaciones más altas tanto en maquiavelismo, un rasgo de la personalidad íntimamente asociado con el engaño y la manipulación, como en psicopatía, un rasgo de la personalidad definido por la falta de empatía y un comportamiento a veces despiadado.
Además del ghosting, la psicopatía también desempeña un papel importante en el ciberacoso, un problema que empeora cada año que pasa. Las mujeres tienen tres veces más probabilidades de sufrir ciberacoso que los hombres; también tienen más probabilidades de ser las autoras del ciberacoso. Ejemplos de ciberacoso son el acoso (utilizar chats de grupo para dirigirse a una persona concreta, por ejemplo) y la suplantación de identidad (crear una cuenta falsa, etc.). Los efectos del ciberacoso son devastadores. Las víctimas corren un mayor riesgo de desarrollar problemas de ansiedad social, tener pensamientos suicidas y adoptar conductas suicidas. Los suicidios de adolescentes están aumentando, y el ciberacoso está desempeñando un papel importante en alimentar la crisis.
Algunos analistas ven el ciberacoso como una forma de acoso. Aunque muchos hombres se involucran en actos de acoso cibernético, otro problema grave que va en aumento, las mujeres son mucho más propensas a acosar cibernéticamente a un amante «actual, anterior o potencial», según el psicólogo Arash Emamzadeh.
Cada vez son más las mujeres que cometen actos de ciberdelincuencia, como suplantación de identidad, robo de identidad, fraude por Internet y sextorsión, una forma de chantaje en la que una persona amenaza con compartir una imagen o vídeo lascivo de un individuo que se niega a ceder a sus exigencias.
¿Qué está sucediendo? ¿Por qué tantas mujeres llevan a cabo tantos actos fríos y vengativos?
En los últimos tiempos, como he demostrado antes, la línea que separa a los hombres de las mujeres se ha vuelto cada vez más borrosa. También lo ha hecho la línea que separa los comportamientos tradicionalmente masculinos y los comportamientos tradicionalmente femeninos. Hoy en día, las mujeres tienen la misma probabilidad que los hombres de sufrir de alcoholismo y de estar muy tatuados. Tienen la misma probabilidad de sufrir adicción a los videojuegos. Las mujeres tienen más probabilidades de ser perpetradoras de violencia de pareja que hace un par de décadas. Hoy, increíblemente, un tercio de las víctimas de abuso doméstico en el Reino Unido son hombres. Las mujeres ahora son más propensas que los hombres a engañar a una pareja romántica.
Este no solía ser el caso. Combine todas las tendencias anteriores con la naturaleza anónima e impersonal de los entornos en Internet (el «efecto de desinhibición en línea») y comenzará a darse cuenta de por qué un número cada vez mayor de mujeres está llevando a cabo actos inmorales, a veces criminales. Aunque los hombres son considerablemente más propensos a participar en actos de agresión física visible, las mujeres son más propensas a participar en la agresión relacional antes mencionada. Muy a menudo, esto implica el uso de un conjunto encubierto de tácticas tortuosas para destruir la reputación de una persona (chismes, publicación de contenido dañino en Internet, etc.).
En muchos sentidos, Internet ha sido una bendición. Sin él, no podrías leer este artículo. Sin embargo, como es evidente, también ha sido una maldición.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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