Comentario
Estados Unidos pasó gran parte del siglo pasado bajo políticas de contención, primero de la Unión Soviética, luego de China y luego nuevamente de Rusia. A su vez, aunque silenciosamente, Estados Unidos al mismo tiempo se estaba volviendo de muchos modos geopolíticamente aislado —contenido— en el interior de las Américas.
Estados Unidos tiene pocos conflictos destacados significativos y abiertos con los estados de América Central y del Sur, aparte del narcotráfico y el contrabando ilegal de personas. Pero como destacaron las elecciones presidenciales colombianas del 19 de junio, Washington tampoco tiene aliados cercanos en la región.
Podría decirse que la elección de un presidente fuertemente de centroizquierda en Colombia marca el fin definitivo de la memoria de la Doctrina Monroe, que comenzó en 1823 como una política unilateral de soberanía estadounidense sobre el Hemisferio Occidental.
Significativamente, la Doctrina Monroe se invocó tan recientemente como durante la administración Trump (2017-2021), con el intento —y el fracaso— de la intervención de Estados Unidos en los asuntos venezolanos. El momento del cambio de dirección del gobierno colombiano reflejó el gradual y silencioso deslizamiento del Hemisferio Occidental de los últimos años, alejándose de la influencia estadounidense. Al mismo tiempo, los gobiernos de China, Rusia e Irán, fueron logrando avances significativos en sus intentos de ganar influencia en las Américas sin provocar necesariamente ningún movimiento de brotes virulentos antiestadounidenses.
Los votantes colombianos acudieron a las urnas para dos rondas de elecciones presidenciales el 29 de mayo y el 19 de junio de este año. El presidente saliente Iván Duque Márquez no fue elegible para disputar la elección. Como ninguno de los candidatos presidenciales obtuvo al menos el 50 por ciento de los votos en la primera vuelta, la segunda vuelta en junio entre los dos principales candidatos, Gustavo Petro y Rodolfo Hernández Suárez, un independiente, determinó el resultado.
Petro, de 62 años, del partido Colombia Humana, ganó la segunda vuelta y se convirtió en el primer candidato de izquierda en llegar a la presidencia, junto con su compañera de fórmula para la vicepresidencia, la senadora Francia Elena Márquez Mina, de 40 años. Ellos Deben prestar juramento el 7 de agosto.
¿Le da eso suficiente tiempo a Washington para construir un puente con la nueva administración? Será difícil, dados los antecedentes de actitud radical y esencialmente antiestadounidense del nuevo presidente electo.
En 1977, Petro, a los 17 años, se convirtió en miembro del grupo guerrillero conocido como Movimiento 19 de Abril, que luego se convirtió en el movimiento guerrillero M-19 y luego, al desmovilizarse, se convirtió en la Alianza Democrática M-19, una organización política. Un partido bajo el cual en 1991 fue elegido para la Cámara de Representantes.
Luego en 2006, fue elegido senador por el partido Polo Democrático Alternativo (PDA). En 2009, dejó el Senado para postularse en las elecciones presidenciales colombianas de 2010, terminando cuarto. Las disputas con los líderes del PDA lo llevaron a dejar también ese partido y fundó el movimiento Colombia Humana bajo el cual, el 30 de octubre de 2011, fue elegido alcalde de Bogotá.
Colombia Humana hizo campaña por la presidencia como parte del Pacto Histórico por Colombia (PHxC), creado el 11 de febrero de 2021 para reunir a partidos de centroizquierda, izquierda y extrema izquierda. Petro y Márquez obtuvieron el 50.44 por ciento de los votos. Hernández, de 77 años, el independiente que perdió la segunda vuelta, había sido alcalde de Bucaramanga y hacía campaña bajo la bandera de la Liga de Gobernadores Anticorrupción. El candidato obtuvo el 47,31 por ciento de los votos.
No se dieron indicios de que Petro planeara alterar radicalmente las relaciones de Colombia con Estados Unidos. Aún así, estaba claro que tenía un historial de oposición a las actividades anteriores de Estados Unidos junto a Colombia contra las operaciones de la guerrilla y el narcotráfico de izquierda y que estaba predispuesto a reconstruir los lazos con los vecinos de izquierda en la región.
Como resultado, se espera que la audacia de los vínculos rusos, chinos e iraníes con América del Sur y la cuenca del Caribe se incremente significativamente después de las elecciones colombianas. El régimen chino ya ha estado presionando a Argentina para que reviva sus reclamos de soberanía sobre las Islas Malvinas en el Atlántico Sur, a pesar de la humillante pérdida militar que sufrió el país frente a las fuerzas armadas del Reino Unido cuando intentó invadir las islas en 1982.
En diciembre de 2021, se hizo evidente que Beijing había comenzado a moverse para asegurar bases en el Atlántico en Guinea-Bissau en la costa oeste central de África y la cadena de islas portuguesas de las Azores en el Atlántico medio. También había presionado al gobierno izquierdista del presidente argentino Alberto Ángel Fernández para resucitar la amenaza a la propiedad británica de las Islas Malvinas en el Atlántico Sur como un medio para sacar las capacidades navales limitadas de Gran Bretaña del Indo-Pacífico.
Como parte de esto, hubo crecientes informes desde Buenos Aires en junio de 2022 de que las Fuerzas Armadas argentinas serían reequipadas con aviones de combate y transporte avanzados construidos en China y otros elementos de defensa para garantizar que un intento argentino de tomar las Malvinas tuviera éxito.
Ha habido crecientes actividades chinas, iraníes y rusas en el hemisferio occidental durante muchos años. En 2017, fue notable el creciente escándalo de corrupción que involucró la venta de pasaportes y ciudadanía por parte del gobierno de la Mancomunidad de Dominica en el Caribe, el que expuso vínculos más amplios con operaciones en violación a las sanciones iraníes y lo que podría ser un centro encubierto clave de las actividades de inteligencia chinas y acciones políticas del régimen de Beijing dirigidas a socavar la posición de Estados Unidos en el Caribe, la “tercera frontera de Estados Unidos”.
Mientras tanto, el Comando Sur de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos mantiene sólidas relaciones de trabajo con muchas de las fuerzas armadas de América Central y del Sur, y muchas de las unidades de la Guardia Nacional de Estados Unidos mantienen acuerdos de trabajo en equipo con socios en las Américas. Todo eso, sin embargo, está a nivel de trabajo, y la política podría anular y dejar sin efecto esos lazos personales cercanos y cálidos en cualquier momento, como lo demuestran los cambios en Venezuela y Bolivia, por ejemplo.
En términos de comercio, Estados Unidos es, en el mejor de los casos, “primero entre sus pares” en el comercio con las Américas. China ha asumido durante mucho tiempo la posición de una nación comercial favorecida. Para las sucesivas administraciones estadounidenses, las Américas han sido una prioridad secundaria, aparte de la revisión masiva del Tratado de Libre Comercio de América del Norte por parte del expresidente Donald Trump. Incluso esa reorganización beneficiosa no ganó para Washington los corazones y las mentes de los mexicanos y canadienses.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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