Cuando vemos a alguien siendo amable o generoso, nos transmite una sensación de en nuestro interior. Los investigadores llaman a esto «elevación moral», y no solo se siente bien sino que nos inspira a querer hacer el bien nosotros mismos.
Pero, ¿qué tanto nos afecta ser testigos de hacer el bien, y por qué? Un nuevo análisis de décadas de investigación apuntó a encontrar estas respuestas. Los resultados sugieren que nuestros actos de bondad y de generosidad, en Internet o en otros lugares, pueden tener un efecto dominó significativo en nuestras comunidades.
Los investigadores sintetizaron los resultados de 88 estudios experimentales en los que participaron más de 25,000 personas para medir cuánto aumenta nuestro propio altruismo después de presenciar a alguien que actúa «prosocialmente», por ejemplo, consolando a alguien que está llorando, donando a la caridad o actuando de forma cooperativa en un juego. En los estudios, la gente que vio o leyó sobre alguien que actuaba de manera amable y servicial, tuvo la oportunidad de ser amable y generosa.
Los investigadores también querían entender las razones por las que ser testigo de la bondad inspira a las personas e identificar los factores que aumentan o disminuyen su respuesta.
Su análisis mostró un efecto moderadamente fuerte, en el que las personas que presenciaban el altruismo tendían a seguir su ejemplo. Eso significa que cuando la gente modela un comportamiento amable y útil, tiene un impacto saludable en la difusión de la bondad en una comunidad.
«La gente resuena cuando ve a alguien hacer algo bueno», dice el investigador principal del estudio, Haesung Jung. «El mensaje de que estos comportamientos prosociales son bastante contagiosos es un mensaje muy importante que la gente debería conocer».
Para entender por qué este tipo de modelo inspira a la gente a ayudar a los demás, Jung y sus colegas consideraron varias razones posibles. Por ejemplo, examinaron si las personas en los experimentos pudieron simplemente haberse sentido presionadas a «verse bien» siendo más dadivosas. Pero encontraron que esto no parecía importar, ya que la gente a menudo cedía en formas que asumían que serían anónimas.
Los investigadores también examinaron si las personas estaban copiando comportamientos que habían visto hacer a alguien más. Pero encontraron que las personas que fueron testigos de la bondad a menudo ayudaban de maneras que no coincidían con lo que habían observado. Por ejemplo, los participantes pudieron haber visto a una persona ayudando a alguien que había caído en la calle y terminar donando a la caridad cuando tuvieron la oportunidad de hacerlo.
«Pueden haber diferentes razones por las que la gente imita el comportamiento prosocial de los demás, pero mostramos que no se trata realmente de mimetismo», dice. «Por el contrario, parece que asumen el objetivo prosocial y lo generalizan a otras personas y a diferentes formas de generosidad».
En otras palabras, las personas resuenan con la razón subyacente de hacer el bien y se motivan a sí mismas para difundir la bondad. Esto sugiere que las personas son prosociales por naturaleza, esperando que la inspiración para actuar.
Curiosamente, sus análisis demuestran que no parece importar cómo la gente presenció un acto bondadoso. Pudieron haberlo leído, visto un programa de televisión donde los personajes actuaban de forma altruista, o estar realmente presentes cuando alguien ayudaba a otra persona. El efecto fue el mismo: Actuaban más generosamente después.
Otros factores no tuvieron relevancia —como la edad del testigo y ver a alguien dando ayuda material (como el dinero) o no material (como la comodidad). Esto significa que muchas cosas que observamos, no sólo las acciones de las personas que nos rodean, sino también las cosas que vemos en los medios de comunicación o en Internet, pueden estar influyendo sutilmente en nuestro comportamiento.
Pero hubo algunos factores que inspiraron a la gente para donar dinero. Cuanto más tiempo pasaba desde que la gente presenciaba un acto altruista, menor era su ímpetu para ayudar a otros.
Además, las mujeres fueron más propensas a querer «retribuir» que los hombres. A Jung no le sorprendió demasiado eso, dado que investigaciones anteriores habían demostrado que las mujeres respondían más al modelo de amabilidad y que tendían a «priorizar el relacionarse con los demás y llevarse bien con ellos».
Por último, era importante el tipo de respuesta a la amabilidad que la gente observaba. Si los testigos veían que la gente amable era elogiada o incluso recompensada con dinero, era más probable que quisieran hacerlo ellos mismos. Jung sugiere que esto puede ser útil para saber si queremos que el altruismo se extienda.
«Esto demuestra que necesitamos un ambiente social donde el comportamiento prosocial se refuerza positivamente para que la gente imite más ese comportamiento», dice.
Su investigación tiene importantes implicaciones para la sociedad, especialmente ahora, cuando necesitamos que la gente actúe de manera más prosocial usando mascarillas y manteniéndose físicamente distante para prevenir la propagación de la COVID-19. Si utilizamos el poder de seguir los modelos altruistas, dice Jung, podemos construir una norma social de colaboración, cooperación y generosidad que nos ayudará a resolver problemas sociales más grandes, incluyendo la pandemia y tal vez incluso el cambio climático.
«En organizaciones, entornos educativos y en la vida diaria, es importante destacar la amabilidad, el cuidado y el buen comportamiento social», dice Jung. «Hacer el bien tiene un impacto mucho más grande de lo que la gente se da cuenta».
Jill Suttie, Psy.D., es la editora de la reseña de libros de Greater Good y una frecuente colaboradora de la revista. Este artículo fue publicado originalmente por la revista online Greater Good.
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