Un exdiplomático que fue embajador de Estados Unidos en Bolivia se prepara para ser sentenciado en un sensacional juicio por espionaje que acaparó los titulares desde su detención en diciembre. Víctor Manuel Rocha, de 73 años, está acusado de espiar para Cuba durante más de 40 años. El mes pasado se declaró culpable de dos cargos de conspiración para actuar como agente de un gobierno extranjero y será sentenciado en una audiencia el 12 de abril.
El fiscal general de Estados Unidos, Merrick Garland, describió el caso como una de las infiltraciones más importantes y prolongadas en la historia del país en el gobierno estadounidense por parte de un agente extranjero.
El Sr. Rocha, conocido como Manuel, nació en Colombia en 1950 y emigró a Estados Unidos con su madre viuda y sus dos hermanos cuando tenía 10 años. Creció en el seno de una familia de clase trabajadora en Nueva York, pero su vida cambió radicalmente cuando ganó una beca para la Taft School, un colegio de élite de Connecticut.
Allí se licenció en estudios latinoamericanos en Yale y realizó estudios de posgrado en Harvard y Georgetown. En 1978, se nacionalizó estadounidense.
El Sr. Rocha se incorporó al Departamento de Estado en 1981. A lo largo de su carrera, ocupó diversos cargos en la República Dominicana, Honduras, México, Argentina, Bolivia, Cuba e Italia. También fue Director de Asuntos del Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad Nacional, influyendo con el gobierno cubano en la diplomacia estadounidense. Desde 1997 hasta finales de 1999, fue el diplomático de mayor rango en Argentina. Posteriormente, fue Embajador de Estados Unidos en Bolivia hasta 2002.
Tras 25 años de carrera diplomática, Rocha dejó el Departamento de Estado para entrar en el mundo empresarial. Formó parte de varios consejos de administración y empresas y asesoró al Comando Sur del ejército estadounidense.
Según la imputación de cargos, «desde alrededor del año 1981» y hasta su detención, el Sr. Rocha, como agente de la Dirección de Inteligencia de Cuba, apoyó en secreto a Cuba y sus misiones clandestinas de recopilación de inteligencia contra Estados Unidos.
«Las implicaciones de ese espionaje se extienden más allá de Cuba», dijo el Wall Street Journal el pasado fin de semana, señalando que la inteligencia cubana era a menudo algo «secundario» para Washington, dando a los espías de Cuba una ventaja.
El cargo que Rocha ocupó en el Departamento de Estado entre 1981 y 2002 le dio acceso a información no pública, incluidos datos clasificados, lo que le permitió influir en la política exterior estadounidense. Él proporcionó información falsa y engañosa a Estados Unidos para mantener su condición de agente encubierto. Viajó al extranjero para reunirse con oficiales de inteligencia cubanos e hizo declaraciones falsas y engañosas para obtener los documentos de viaje.
La acusación del exembajador conmocionó a sus amigos y colegas de la diplomacia y la inteligencia estadounidense.
«Nunca sospeché, nunca tuve la más mínima sospecha de que pudiera llevar una doble vida como describe el documento de la acusación. Creo que le conocía tan bien como cualquier otra persona, y nunca pensé que fuera posible. Yo pienso que Manuel era alguien con muchos más talentos, y muchas más facetas, de lo que francamente yo había imaginado nunca, incluso tan unidos como estuvimos durante tantos años. Obviamente estaba haciendo un trabajo muy útil para los cubanos», declaró al Washington Post, Brian Latell, un exalto funcionario de inteligencia de la CIA ,que conocía al Sr. Rocha desde principios de la década de 1980.
Un mensaje de «sus amigos de La Habana»
Sigue sin estar claro exactamente cómo el Sr. Rocha despertó las sospechas del gobierno de Estados Unidos. Funcionarios estadounidenses revelaron que es casi seguro que fue identificado a través de un desertor cubano o se interceptaron comunicaciones codificadas.
Una investigación de la agencia AP reveló que ya en 1987, la CIA era consciente de la existencia de un «super topo» profundamente oculto en el gobierno de Estados Unidos, del que algunos funcionarios sospechaban que era el Sr. Rocha. En 2006, un exagente de la CIA recibió una pista de un teniente coronel del ejército cubano que había desertado, afirmando que el Sr. Rocha espiaba para Cuba. Sin embargo, nunca se siguieron las pistas.
Casi cuatro décadas después, para atrapar al «pez gordo», el FBI llevó a cabo una operación encubierta de un año de duración. Un agente, haciéndose pasar por un oficial de la inteligencia cubana, grabó en secreto las declaraciones de Rocha sobre su vida de espía.
Según los documentos judiciales, en noviembre de 2022, un agente encubierto del FBI contactó con Rocha a través de WhatsApp, transmitiéndole un mensaje de «tus amigos de La Habana». El agente, usando el alias de «Miguel», indicó por teléfono que tenía instrucciones de contactar a Rocha para una reunión privada, a lo que Rocha accedió.
El Sr. Rocha se reunió tres veces con el agente encubierto del FBI, tomando medidas cautelosas como rutas más largas a los puntos de reunión y eligiendo hablar en un «patio de comidas» para empleados de bajo nivel para asegurarse de que no le vieran. Sin saber que los agentes de contrainteligencia le estaban vigilando y grabando, Rocha habló de los detalles de su trabajo como agente secreto del gobierno cubano.
Durante una reunión, según una deposición en el caso, el Sr. Rocha habría dicho al agente encubierto que la Dirección de Inteligencia cubana «me pidió (…) que llevara una vida normal». Se labró una reputación de «persona de derecha» en el público mientras se dedicaba en secreto a la causa comunista de Cuba. Al parecer, se jactaba de la magnitud del daño que podía infligir a Estados Unidos: «Lo que hemos hecho (…) esto es enorme (…) Más que un grand slam».
El Sr. Rocha reflexionó sobre los riesgos para sus operaciones, según la declaración: «Yo siempre me dije a mi mismo, ‘lo único que puede poner en peligro todo lo que hemos hecho es (…) la traición de alguien, alguien que puede haberme conocido, alguien que puede haber sabido algo en algún momento».
En una reunión con el agente encubierto, el Sr. Rocha describió cómo se convirtió en empleado del Departamento de Estado: «Fui poco a poco (…)Esto fue un proceso muy meticuloso (…) muy disciplinado. Yo sabía exactamente cómo hacerlo y obviamente la [Dirección de Inteligencia Cubana] me acompañó (…) ellos sabían que yo sabía cómo hacerlo (…) Esto es un proceso largo y no fue fácil».
El Sr. Rocha se refirió a Cuba y a sí mismo como «nosotros» y a Estados Unidos como «el enemigo». Cuando el agente encubierto cuestionó su lealtad preguntándole, «¿Usted sigue con nosotros?», el Sr. Rocha, sintiendo que se dudaba de su lealtad, se enfadó y dijo: «Esto es como cuestionar mi hombría».
Cómo Cuba recluta a los espías
El Sr. Rocha, con su distinguida reputación, estatus e ingresos muy superiores a los de la persona media en Estados Unidos, tenía motivos para sus actividades de espionaje a largo plazo, los que desconcertaron a muchos.
El gobierno estadounidense cree que el Sr. Rocha fue reclutado por Cuba durante su período de estudios en Chile, en 1973. Para los funcionarios de inteligencia estadounidenses, un hispano de Colombia parecía un blanco perfecto para el régimen de Castro.
Las agencias de inteligencia cubanas, cuando reclutan a estadounidenses, buscan potenciales simpatizantes. A menudo se dirigen a los jóvenes, en particular a los del mundo académico, promoviendo la simpatía por una Cuba que supuestamente sufre bajo las sanciones económicas de Estados Unidos y otras políticas.
Ana Belén Montes, exanalista principal de la Agencia de Inteligencia de Defensa de Estados Unidos, es un buen ejemplo. Reclutada por el departamento de inteligencia cubano durante sus años de estudiante, ascendió hasta convertirse en una de las principales expertas en inteligencia estadounidense sobre Cuba. La Sra. Montes llevó a cabo actividades de espionaje durante 17 años sin ser detectada. Fue detenida en 2001. Ella admitió los cargos de espionaje y fue condenada a 20 años de prisión. Fue puesta en libertad el pasado enero tras cumplir la mayor parte de su condena de 25 años.
Inteligencia cubana se extiende más allá de Cuba
En enero de 1959, Fidel Castro estableció el primer régimen comunista de América. Tras la invasión de Bahía de Cochinos en 1961, Estados Unidos rompió relaciones diplomáticas con Cuba y posteriormente mantuvo un embargo a largo plazo contra el país. La crisis de los misiles cubanos de 1962 se considera lo más cerca que estuvo la humanidad de una guerra nuclear.
Tras décadas de hostilidad, no fue hasta 2015, bajo la administración Obama, que Cuba fue retirada de la lista de «estados patrocinadores del terrorismo». Las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba se restablecieron ese mismo año. Sin embargo, las relaciones volvieron a caer en un punto muerto durante la presidencia de Trump.
La familia Castro gobernó Cuba durante sesenta años hasta 2021, cuando el hermano de Fidel Castro, Raúl Castro, fue sucedido por Miguel Díaz-Canel. Sin embargo, sigue gobernada por el Partido Comunista.
Los agentes que trabajan para Cuba se considera que trabajan indirectamente para otros gobiernos hostiles a Estados Unidos. José Cohen Valdés, exfuncionario cubano de criptografía, que escapó en balsa en 1994, declaró al Wall Street Journal que cuando llega información de inteligencia, La Habana la clasifica para determinar qué es útil para sí misma y qué podría ser útil para otros países.
Por ejemplo, la Sra. Montes reveló una vez a La Habana un proyecto conocido como «Misty», un programa estadounidense de satélites espía furtivos, información más útil para Rusia y China que para la propia Cuba.
Así pues, las actividades de espionaje del Sr. Rocha en Estados Unidos tienen repercusiones que van mucho más allá de Cuba. Las autoridades federales estadounidenses están llevando a cabo una evaluación exhaustiva de los daños, un proceso que se espera que dure varios años. La evaluación podría concluir más rápidamente si el Sr. Rocha decide cooperar.
Las actividades de espionaje de Cuba no son incidentes aislados, sino que forman parte de una red más amplia de actividades de inteligencia en la que participan algunos de los rivales geopolíticos más importantes de Estados Unidos, incluido el Partido Comunista Chino (PCCh). El PCCh se beneficia de la inteligencia recopilada por fuentes cubanas y ha ampliado aún más sus capacidades de espionaje estableciendo bases en Cuba dirigidas específicamente contra Estados Unidos.
En junio de 2023, la Casa Blanca confirmó la existencia de una base de espionaje china en Cuba, situada a apenas 100 millas de la costa de Florida. Esta ubicación estratégica permite a la inteligencia china interceptar las comunicaciones electrónicas en todo el sureste de Estados Unidos, una región crítica por su concentración de instalaciones militares y además como centro de vigilancia del tráfico marítimo estadounidense. Como parte de este acuerdo, China se ha comprometido a introducir miles de millones de dólares en la economía de Cuba, que actualmente se enfrenta a importantes problemas financieros.
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