Investigadores descubrieron que, aunque el SARS-CoV-2 es principalmente una enfermedad respiratoria, también puede provocar la fusión de células cerebrales, iniciando disfunciones que provocan síntomas crónicos en el sistema nervioso.
El nuevo estudio, publicado en Science Advances el 7 de junio, es una exploración de cómo los virus alteran la función del cerebro, dijeron los autores Massimo Hilliard y Ramón Martínez-Marmol, del Instituto del Cerebro de Queensland.
«Descubrimos que COVID-19 hace que las neuronas experimenten un proceso de fusión celular, algo que no se había visto antes», dijo Hilliard, profesor de neurobiología molecular y celular de la Universidad de Queensland.
«Tras la infección neuronal con SARS-CoV-2, la proteína S de la espiga se hace presente en las neuronas, y una vez que éstas se fusionan, no mueren».
«Empiezan a disparar de forma sincronizada o dejan de funcionar por completo».
Para explicarlo, utilizó una analogía de los cables que conectan los interruptores de las luces de una cocina y un cuarto de baño en representación de las neuronas.
«Una vez que se produce la fusión, cada interruptor enciende las luces de la cocina y del baño al mismo tiempo o ninguna de las dos», dijo.
«Es una mala noticia para los dos circuitos independientes».
Las conclusiones del estudio ofrecen una posible explicación a la multitud de síndromes neuropsiquiátricos que aparecen en las primeras fases de la enfermedad y persisten durante meses tras la infección, en lo que recientemente se ha denominado COVID largo, explican los investigadores.
«En la comprensión actual de lo que ocurre cuando un virus entra en el cerebro, hay dos resultados: la muerte celular o la inflamación», dijo Martínez-Marmol, investigador postdoctoral principal.
«Pero hemos demostrado un tercer resultado posible: la fusión neuronal».
Dijo que la fusión celular podría estar causando los mismos efectos neurológicos persistentes después de una infección viral del VIH, la rabia, la encefalitis japonesa, el sarampión, el virus del herpes simple y el virus Zika.
«Nuestra investigación revela un nuevo mecanismo para los acontecimientos neurológicos que se producen durante una infección vírica», afirma Martínez-Marmol.
«Se trata de una causa potencialmente importante de enfermedades neurológicas y síntomas clínicos que aún no se ha explorado».
También se han observado lesiones cerebrales tras la vacunación contra COVID-19
En algunos casos, los científicos han descubierto que la vacunación de ARNm contra COVID-19, y no la infección por COVID-19 en sí, también ha causado daños neurológicos.
Algunos de ellos se presentan en The Unseen Crisis, un nuevo documental que se adentra en las vidas de quienes viven con las debilitantes secuelas de las vacunas contra COVID-19, que se lanzaron con autorización de uso de emergencia tras un periodo de prueba mucho más corto de lo normal en el clima de una pandemia mundial.
«La verdad es que la proteína de espiga es probablemente uno de los compuestos más tóxicos a los que pueden estar expuestos los seres humanos, y su toxicidad se produce a través de múltiples vías diferentes que apenas estamos empezando a comprender», declaró el Dr. Paul Marik a The Epoch Times.
Marik, médico de cuidados intensivos, señaló que en un estudio se observó que el ARNm inyectado permanecía en el organismo hasta 60 días.
El cerebro también parece ser especialmente vulnerable, según Marik. Esto podría explicar por qué tantas personas vacunadas que han tenido reacciones adversas han informado de síntomas neurológicos.
«El ARNm se coloca en una nanopartícula lipídica. La nanopartícula lipídica está diseñada para administrar quimioterapia en el cerebro», explica. «Así que atraviesa la barrera hematoencefálica.
«Más del 80 por ciento de los pacientes posvacunales presentan síntomas neurológicos. Es un hallazgo muy característico. Los síntomas neurológicos son niebla cerebral, disfunción cognitiva y disfunción de la memoria, que es muy incapacitante».
Incluso los casos leves de COVID-19 pueden provocar cambios cerebrales
El trabajo de los investigadores australianos también puede arrojar luz sobre las conclusiones de un estudio publicado en Nature que descubrió que incluso los casos leves de COVID-19 estaban relacionados con cambios en el cerebro.
Aproximadamente 785 personas se sometieron a un escáner cerebral, y alrededor de la mitad dieron positivo en la prueba de COVID-19 más tarde. Todos los participantes se sometieron a un segundo escáner cerebral, incluidos los que habían sobrevivido a la enfermedad.
Los investigadores del Wellcome Centre for Integrative Neuroimaging de la Universidad de Oxford analizaron los escáneres y descubrieron que los participantes infectados con COVID-19 presentaban una reducción del grosor de la materia gris —que ayuda a los seres humanos a realizar diversas funciones, como tomar decisiones— y otros resultados negativos.
«A pesar de que la infección fue leve en el 96 por ciento de nuestros participantes, observamos una mayor pérdida de volumen de materia gris y un mayor daño tisular en los participantes infectados, de media 4.5 meses después de la infección», declaró la autora principal del estudio, la profesora Gwenaëlle Douaud.
«También mostraron un mayor deterioro de sus capacidades mentales para realizar tareas complejas, y este empeoramiento mental estaba en parte relacionado con estas anomalías cerebrales. Todos estos efectos negativos eran más marcados a edades más avanzadas».
Los escáneres, que se tomaron con una media de 38 meses de diferencia, procedían del Biobanco del Reino Unido, una base de datos médicos a gran escala que contiene información sobre aproximadamente 500,000 residentes británicos.
Las personas cuyos escáneres se analizaron tenían entre 51 y 81 años. La razón por la que el estudio no incluyó a personas más jóvenes es que todos los participantes en las exploraciones tenían 40 años o más, explicó Douaud a The Epoch Times en un correo electrónico.
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