Opinión
Como si la pandemia de COVID-19 no fuera suficientemente destructiva, ahora Cuba, con la ayuda de China, intenta de nuevo expandir su influencia en el extranjero y su control totalitario en el país, convirtiéndola en un arma.
La atmósfera política en Cuba antes de la pandemia estaba cargada de protestas públicas inusualmente grandes, creando serios desafíos al estado policial. Al enfrentarse a la desaparición de los subsidios del insolvente régimen de Maduro en Venezuela y a las sanciones selectivas de la administración Trump contra la maquinaria militar, de seguridad e inteligencia de Cuba, el régimen de Castro estaba desesperado por evitar la pérdida de ingresos del sector turístico.
En su discurso de fin de año, el 21 de diciembre de 2019, el «presidente» Miguel Díaz-Canel culpó previsiblemente a los Estados Unidos de los fracasos de su gobierno ante la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, la legislatura títere del Partido Comunista: «[E]n los resultados de la economía, la afectación que causó [Estados Unidos]. Prácticamente, todos los sectores tuvieron que lamentar interrupciones o atrasos en sus producciones». Días antes, el régimen había dado pequeños pasos de liberalización y liberado a algunos prisioneros políticos.
Cuando la pandemia azotó la isla, el régimen pretendió que no afectaría a los cubanos o a los visitantes «por el calor del sol tropical». Sin embargo, cuando el virus se hizo imposible de contener, la información sobre él se controló de forma estricta.
El recién nombrado primer ministro Manuel Marrero adoptó un tono conciliador sin precedentes en un discurso dirigido a la oposición política, llamando a la unidad «más allá de las preferencias políticas. (…)». La represión, sin embargo, no ha disminuido, por lo que el significado de estas palabras está en duda.
Internacionalmente, el régimen de Castro, con el apoyo del régimen chino, lanzó una campaña de propaganda promocionando un «medicamento milagroso» cubano que podría curar a los pacientes con COVID-19. El 7 de febrero, Díaz-Canel tuiteó, «Interferón alfa 2B: El medicamento cubano usado en China contra el coronavirus. Nuestro apoyo al gobierno y pueblo chino en sus esfuerzos por combatir el coronavirus». La afirmación era falsa.
Avergonzando a los propagandistas cubanos, el 18 de marzo, la agencia internacional de noticias AFP informó: «El antiviral cubano Interferón Alfa 2B se usa en China para tratar a pacientes con el nuevo coronavirus, pero no es ni una vacuna ni una cura». El Dr. Nils Graber, biotecnólogo y antropólogo de la salud de la Universidad de Lausana (Suiza), dijo a APF que el fármaco cubano era un antiviral «yo también», una imitación de los medicamentos existentes en el mercado.
Cambiando su enfoque de desinformación de nuevo a la isla, el régimen anunció la contención exitosa del coronavirus. También anunció el envío de misiones médicas cubanas a muchos países de África, el Caribe y América Latina. Sin embargo, en los dos últimos años, los trabajadores médicos cubanos han sido expulsados de tres países de América Latina, acusados de interferir en los asuntos internos en Bolivia y Ecuador, y de prácticas de «trabajo esclavo» en Brasil.
Mediante la explotación del personal médico por parte del gobierno, las misiones sirven a dos propósitos políticos principales del régimen: En primer lugar, son la mayor fuente de divisas para La Habana, y en segundo lugar, sirven como operativos de inteligencia y propaganda en los países anfitriones.
Un ejemplo de los objetivos ulteriores de las misiones médicas fue revelado por médicos cubanos que desertaron de Venezuela e informaron al New York Times de que las autoridades cubanas les habían ordenado que retiraran los suministros y tratamientos médicos de varios pacientes empobrecidos hasta una fecha más próxima a las elecciones presidenciales de Venezuela, el 20 de mayo de 2018, a fin de garantizar que los pacientes votaran por el aliado cubano Nicolás Maduro.
Meses después, en noviembre de 2018, el presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, acusó a Cuba de violar la ley brasileña al mantener el 75 por ciento del salario de los médicos bajo el programa médico Mais Medicos, y al obligarlos a trabajar bajo vigilancia y en condiciones similares al «trabajo esclavo».
En noviembre de 2019, el gobierno ecuatoriano puso fin al programa médico cubano por el que 250 cubanos habían viajado a Ecuador durante una ola de protestas violentas un mes antes. Ese mismo mes, el gobierno boliviano expulsó a cuatro médicos cubanos que, según testigos oculares, estaban distribuyendo dinero en efectivo entre los partidarios del derrocado hombre fuerte Evo Morales, tratando de derrocar al nuevo gobierno de Jeanine Añez.
A fecha del 7 de junio, el régimen castrista afirma que solo 2191 personas han sido infectadas y que 83 cubanos han muerto a causa del virus. Los datos son difíciles de aceptar, dada la reputación que tiene el régimen desde hace mucho tiempo de manipular las estadísticas con objetivos políticos, y de no contar con datos públicos de apoyo ni con una auditoría independiente.
Fuentes disidentes en Cuba creen que la tasa de propagación del COVID-19 es considerablemente mayor, como lo demuestra la reciente reinstitución por el régimen de controles draconianos en la distribución de alimentos, lo que obliga a los cubanos a mantener filas cada vez más largas en las que el distanciamiento social es imposible, y ello se ve agravado por la escasez de mascarillas.
Fuentes cubanas independientes informan de la censura del régimen de los brotes de COVID-19 en las prisiones cubanas, como en La Pendiente, en la provincia de Santa Clara, un «punto caliente» del virus ampliamente reconocido en el que los presos están hacinados en pequeñas celdas, con mala higiene, alimentación insuficiente y abuso constante por parte de los guardias.
En marzo, el preso político Roberto Quiñones denunció las condiciones de la Prisión Provincial de Guantánamo: «A pesar de los informes sobre la vulnerabilidad de los adultos mayores (…) ante el COVID-19, muchos de ellos están encerrados en cubículos donde viven en condiciones de hacinamiento con casi dos docenas de personas».
Más recientemente, José Daniel Ferrer, uno de los principales líderes de la oposición cubana, liberado de la prisión de Aguadores en Santiago de Cuba como resultado de la presión internacional en abril, dijo a los autores que el «COVID-19 se está extendiendo en la población. No se puede confiar en las estadísticas proporcionadas por el régimen».
La incansable resistencia de Cuba no ha cesado sus actividades durante la pandemia de COVID-19. Gracias a una sofisticada coordinación clandestina y al apoyo de la comunidad de exiliados, los activistas siguen asistiendo a reuniones y accediendo ocasionalmente a Internet para generar círculos de oración y «cadenas humanas» virtuales en un esfuerzo por apoyar la liberación de miles de presos políticos cubanos.
Este año, en plena pandemia, los disidentes de la isla lanzaron la campaña «Yo los quiero libres», en la que exigían la liberación de los presos políticos. La iniciativa es un resultado de la campaña «Pa la calle», en la que los ciudadanos exigieron abiertamente derechos políticos y sociales.
Muchos cubanos se unieron a la campaña «Yo los quiero libres», creando una cadena de oración, compartiendo mensajes de apoyo y promoviendo la difícil situación de los presos políticos mediante la publicación de fotos y videos de cubanos vestidos de amarillo, el color de la resistencia cubana. Dadas las peligrosas condiciones impuestas por el aparato represivo, la campaña es una prueba más de la voluntad del pueblo de luchar por la libertad.
A medida que se produce un reajuste de la política exterior de los EE.UU., dadas las nuevas realidades internacionales causadas por la pandemia, es esencial abordar el continuo peligro que supone para este hemisferio un régimen totalitario que lleva en el poder más de 60 años. Además de las innumerables vidas extinguidas y la destrucción de lo que una vez fue una de las economías más prósperas de América Latina, los gobernantes comunistas de Cuba han utilizado durante mucho tiempo información falsa para socavar los intereses de los Estados Unidos en la región.
Otto Juan Reich es exembajador de los Estados Unidos en Venezuela y exsecretario de Estado Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental.
El Dr. Orlando Gutiérrez-Boronat es escritor, educador y analista. Es el cofundador y portavoz del Directorio Democrático Cubano.
Apoye nuestro periodismo independiente donando un «café» para el equipo.
Descubra
¿Qué es el comunismo y cuáles países son comunistas? | Al descubierto
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
Cómo puede usted ayudarnos a seguir informando
¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en Estados Unidos y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.