Nuestra serie «Cuentos de Sabiduría» pretende poner en relieve importantes moralejas e inspirar el aprecio por las antiguas virtudes que pueden elevar nuestras almas y ayudarnos a volver a la tradición. Esperamos que disfrute de esta lectura.
En ocasiones, llegamos a un punto muerto en la vida y aceptamos las cosas tal y como son. Pero las culturas tradicionales y los sabios de todo el mundo han dicho que basta con un solo pensamiento o acto compasivo para mejorar la situación.
Esta inspiradora historia de sabiduría transmitida a través de los años en la cultura tradicional china —mucho antes de que el partido comunista tomara el control de China— habla de cómo un buen pensamiento, nacido de la compasión, puede tener efectos que transforman la vida.
Somos lo que pensamos. Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos, hacemos el mundo.
— Buda Shakayamuni
La fábula se remonta a los tiempos de la zona montañosa occidental de la provincia de Zhejiang, donde vivía un joven perezoso al que le encantaba comer. Su vida era deshonesta, empañada por el robo, la gula y los deseos lujuriosos.
Con frecuencia robaba a sus amigos y familiares en la aldea. Además, los aldeanos se quejaban constantemente de que él no cumplía ni un solo día de trabajo honesto, y a menudo, acosaba a las mujeres del pueblo. Frustrados por sus acciones, se preguntaban si le esperaba un final espantoso.
Entonces, un fatídico día, una calamidad azotó la aldea.
De repente, la aldea se vio envuelta en oscuras nubes, los truenos rugientes y los relámpagos llenaron el cielo. Parecía que era el final, y que tal vez la aldea no podría sobrevivir. Casi todos intentaban salvarse de la tragedia que les acechaba.
Los aldeanos comenzaron a huir de los campos a sus casas para poder salvarse del fuerte aguacero y permanecer con sus familias.
Sin embargo, el perezoso hizo exactamente lo contrario de lo que hicieron los aldeanos. En lugar de quedarse en casa con su familia, tuvo el repentino impulso de visitar los campos. Al ver su acción imprudente, los familiares le advirtieron de los peligros de salir en ese momento.
Viendo que no hacía caso a lo que le decían, lo maldijeron y le dijeron: «Vaya, vaya que el rayo lo mate, y cuando eso suceda, tal vez no estemos allí para ayudarlo».
Sin inmutarse por todas las blasfemias, tomó su azadón y se dirigió a los campos, ya que no era la primera vez que escuchaba palabras tan groseras y estaba acostumbrado, debido a que nadie en el pueblo parecía respetarlo.
Cuando llegó a los campos de trigo, vio que estaban inundados y se sintió consternado ante semejante espectáculo. Sin embargo, sabía que tenía que actuar rápidamente para salvar las cosechas. Con firme determinación, se dijo a sí mismo: «Tengo que hacer algo, o todo el duro trabajo que han realizado los aldeanos será en vano, y eso significaría que todo el pueblo pasaría hambre».
A pesar de las fuertes lluvias y los rugientes truenos, el hombre se enrolló las mangas y se puso a trabajar.
Él solo tomó el azadón y comenzó a trabajar en los campos de trigo, fila por fila, apuntalando los tallos de trigo. Ni una sola vez pensó que estaba solo, o que estaba arriesgando su vida para mantener a la aldea durante este período crucial.
La sabiduría ancestral dice que los cielos y los dioses vieron su pensamiento desinteresado de ayudar a sus semejantes y de no preocuparse por lo que pudiera pasarle a él y que, milagrosamente, cuando terminó de trabajar en los campos, las nubes se despejaron.
La tempestad cesó y el cielo volvió a brillar. Era como si los dioses recompensaran verdaderamente al antes perezoso por su bondad y desinterés.
Es como lo que dijo Buda Shakyamuni (Siddhārtha Gautama): «Somos lo que pensamos. Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos, hacemos el mundo».
De hecho, un pensamiento positivo arraigado en la bondad puede impulsarlo en la dirección correcta, lo que a su vez puede conducir a un resultado exitoso.
Lo mismo experimentó el perezoso después de su buena acción desinteresada. Todo cambió para él. Aunque estaba agotado física, mental y espiritualmente, se sintió transformado y elevado. Se dio cuenta que su vida y cada acción que realizaba eran importantes, y se prometió cambiar.
Como dice la fábula, al ver su increíble transformación, al poco tiempo todos en el pueblo empezaron a respetarlo. Desde ese día retomó el camino de la verdadera bondad y trabajó con diligencia.
Esta historia sirve para recordarnos que un pensamiento compasivo tiene el poder de guiarnos de regreso a la luz durante esos días oscuros y desalentadores de nuestra vida.
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