Kaliningrado es la región más al oeste de Rusia, famosa por su clima templado, sus playas y el ámbar, que representa el 90% de la provisión mundial. La historia de este enclave ruso como tal es relativamente corta. Antes de la derrota de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, era Prusia del Este y tan alemana como Hamburgo o Munich.
No obstante, con el fin del Tercer Reich y la llegada del mando ruso, también llego la brutalidad y la destrucción física de una cultura y pueblo que existió en la región desde tiempos medievales.
En 1946, se creó Kaliningrado sobre la vieja ciudad de Königsberg. Kaliningrado tomó su nombre de Mikhail Kalinin, cabeza del estado soviético, pero sin poder real, bajo Stalin.
Los alemanes que vivían en Europa del Este, incluido Prusia del Este, fueron echados hacia la Alemania principal en una migración forzada. La violencia de este proceso se cobró millones de vidas.
El vandalismo arquitectónico cometido por las nuevas autoridades soviéticas dejó otras cicatrices históricas en Kaliningrado.
Königsberg era el centro de comercio más grande en el Báltico y un gran centro cultural; fue hogar de altas iglesias góticas y castillos medievales. La ciudad, bien preservada durante unos 750 años, sólo se puede apreciar ahora en una fotografía de antes de la guerra.
Vandalismo arquitectónico
Por supuesto, Königsberg ya había sido bombardeada en la guerra, tanto por los ataques aéreos de los aliados como por la artillería soviética. Pero muchos de los sólidos edificios alemanes tenían la estructura intacta, incluidos el emblemático Castillo Königsberg, hito principal de la ciudad, y una construcción de la Orden de los Caballeros Teutónicos del siglo 13.
Las autoridades de Kaliningrado habían planeado remodelar el castillo convirtiéndolo en museo de la historia local, pero Moscú no estaba de acuerdo.
Alexei Kosygin, político soviético y colíder en los 60, se enfureció cuando se enteró de la propuesta: «¿Un museo? ¿Qué clase de museo? ¿Un museo del militarismo prusiano? ¡Quiero que desaparezca mañana!»
La orden final llegó del premier soviético Leonid Brezhnev, y la reliquia del «militarismo prusiano» fue demolida completamente. En su lugar se erigió la nunca finalizada y nunca inaugurada Casa de los Soviéticos. Se parece a una cruza entre un cubo rubix y los hemisferios del cerebro humano. Los residentes la llaman el «robot» por sus dos «ojos».
Otros edificios, en particular las iglesias, recibieron el mismo trato. En vez de renovarlas o reconstruirlas, los soviéticos aprovecharon para demolerlas como trazos del «militarismo prusiano» y culparon a la guerra por la destrucción.
Irónicamente, los ladrillos de los edificios demolidos fueron reciclados para usarse en otras ciudades soviéticas y los obreros de la construcción fueron empleados para reconstruir varios edificios prominentes de Moscú.
El Alstadtkirche fue uno de esos hitos destruidos como resultado de «daños de guerra». La capilla gótica fue dañada bastante por los ataques aéreos pero había quedado en pie. Inicialmente el gobierno local planeaba preservarla porque había sido diseñada por el prominente arquitecto Friedrich Schinkel. Pero finalmente fue demolida para usar sus ladrillos.
Otras iglesias en Prusia del Este encontraron un final similar. El Lutherkirche, que sobrevivió al bombardeo de Königsberg casi sin daño, fue volado en 1976. El partido comunista destruyó muchas iglesias en Rusia y tuvo incluso menos piedad por las iglesias alemanas.
No a todo el mundo le gustaba lo que estaba pasando. Una anécdota de los primeros pobladores soviéticos en Kaliningrado cuenta que los que participaban de las demoliciones recibían castigo.
«Una iglesia fue convertida en centro cultural … Esta iglesia tenía dos campanas. Dos jóvenes acordaron bajar las campanas y los crucifijos. Se les pagó bien por el trabajo. Pero algunas señoras mayores lloraron y dijeron que los dos hombre no vivirían mucho tiempo. Uno de los hombres fue arrollado por el tren, el otro murió en un accidente brutal similar. Los hombres que fundieron las campanas murieron también. Todas nuestras abuelas lloraron cuando devastaron las iglesias alemanas».
La catedral de Königsberg hubiera terminado como el castillo teutónico sino fuera por haber sido el lugar donde yace la tumba del filósofo Immanuel Kant. El gobierno soviético dejó el edificio dañado intacto y fue renovado en la década del 1990 luego del colapso del comunismo.
Bloques del este
La destrucción del legado histórico alemán continuó incluso fuera del territorio soviético, en la Alemania del Este ocupada. Walter Ulbricht, líder de la Alemania comunista del este, declaró que el palacio de la ciudad de Berlín (al igual que el castillo de Königsberg), era un símbolo del militarismo y ordenó su destrucción en 1950. Su reconstrucción comenzó en 2013.
En Kaliningrado la necesidad de viviendas en masa inspiró la construcción de los masivos complejos de departamentos hechos con puro concreto, típico de los estados de los bloques comunistas. A estos complejos se les llamaba coloquialmente «khrushchyovkas» en la Unión Soviética, en referencia al líder comunista Nikita Khrushchev, quien dirigió a la Unión Soviética durante la Guerra Fría y quien estaba al mando cuando fueron construidas. Mucha arquitectura antigua tuvo que ser destruida para hacer lugar a los nuevos complejos.
Como contraste, podemos comparar la destrucción en Königsberg con lo que sucedió en otras ciudades de la región. Danzig (hoy Gdansk), otro puerto en el Mar Báltico, sufrió un 70 a 80% de destrucción en el centro de la ciudad por los bombardeos aéreos. Luego de la guerra, Gdansk fue de manera similar despoblada de habitantes alemanes y puesta bajo la administración polaca.
En vez de demoler la vieja arquitectura, el gobierno local reconstruyó mucho de lo que quedaba, incluso los edificios que habían sido completamente destruidos. La renovación de los viejos edificios continuó hasta el siglo 21. Hoy, Gdansk, con unos mil años de historia, es el destino turístico más popular de Polonia y atrae turistas de toda Europa.
Se estima que el comunismo ha matado al menos 100 millones de personas, no obstante sus crímenes no han sido recopilados y su ideología aún persiste. La Gran Época busca exponer la historia y creencias de este movimiento, que ha sido una fuente de tiranía y destrucción desde su surgimiento. Lea toda la serie de artículos aquí.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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