Opinión
En un reciente seminario en Internet, el exadministrador de la NASA, Daniel Goldin, advirtió que si Estados Unidos no hace algunos cambios, China podría pronto poner en peligro la democracia convirtiéndose en el líder mundial de la exploración espacial.
En tanto, en septiembre, los periodistas descubrieron que el hijo del actual candidato demócrata a la presidencia cumplía órdenes de un proveedor militar-aeroespacial de propiedad estatal china que es parte del problema.
Estados Unidos ha sido el líder mundial en el espacio desde el programa Apolo. Tiene una larga historia de cooperación con la Unión Soviética, y ahora con Rusia, por eso en proyectos espaciales ha «tenido un relativo período de paz» donde «no hemos tenido en el espacio un verdadero competidor en el mundo a nivel económico o desde el punto de vista de la seguridad nacional», dijo Goldin.
Pero China ha llenado ese vacío. Amenaza con establecer un dominio y ha ganado casi la paridad en la carrera espacial en un tiempo relativamente corto. Además a algunos estadounidenses no parece importarles.
El país está en una nueva encrucijada en la exploración espacial. La tecnología avanzó eones por delante de donde estaba durante la gran carrera espacial de la era de la Guerra Fría. Pero China está invirtiendo miles de millones en el avance espacial, tanto que algunos expertos predicen ahora que podría operar en el espacio 40 años antes que Estados Unidos.
Si Estados Unidos pretende mantener su posición como líder mundial y asegurar la supervivencia de la democracia, entonces debe estar totalmente comprometido a ganar en el espacio.
Esto debería comenzar con la eliminación de uno de los principales problemas que Goldin esbozó, el hecho de que el país y sus empresas «robaron mucha de nuestra tecnología» para salir adelante.
El robo de la propiedad intelectual de China es un problema de al menos USD 600,000 millones al año (pdf) para las empresas estadounidenses. Según funcionarios del Departamento de Estado, los chinos adquieren esta propiedad a través de medios legales o ilegales, la envían a una de sus 25 universidades de ciencias avanzadas para hacer reingeniería inversa y luego solicitan patentes en China para la tecnología y sus componentes.
Esto ocurre mientras los aliados de la NASA, como Elon Musk, reciben préstamos de gran cuantía de entidades como el Banco de la Construcción y el Banco Agrícola de China, al mismo tiempo que colaboran con poderosas empresas chinas.
¿Son los contratistas como Musk amenazas para la seguridad en sí mismos? No. Pero, ¿son sus empresas vulnerables a la explotación y al robo de recursos? Ciertamente parece que sí.
Las empresas chinas están obligadas por ley a cooperar con los servicios de inteligencia y las empresas estadounidenses que hacen negocios en China a menudo están obligadas a tener miembros del Partido Comunista Chino en sus juntas directivas y los equipos de gestión. Las empresas estadounidenses en esa situación que están involucradas con nuestro programa espacial deben dejar claras esas conexiones.
El Congreso no debería reautorizar a la NASA sin incorporar algunos elementos de seguridad que garanticen que esto suceda, como los propuestos por el senador Cory Gardner (R-Colo.), a través de enmiendas al proyecto de ley de autorización de la NASA.
No se puede permitir que China gane esta carrera. Si eso significa que tenemos que vigilar mejor quién de nuestro programa espacial hace negocios con China y quién en el mundo de los negocios de Estados Unidos ayuda a la industria espacial china, es un precio que vale la pena pagar.
Andrew F. Quinlan es el presidente de Center for Freedom & Prosperity.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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