Opinión
Veni, vidi, vici. El secretario de Estado Antony Blinken llegó a Beijing, vio y se postró ante Xi Jinping, y otro diplomático estadounidense fue conquistado por la estrategia de negociación de “demora interminable” de la China comunista.
Conozco muy bien esta estrategia de negociación por mis cuatro años en la Casa Blanca de Trump tratando de negociar el fin del comercio injusto de Beijing, los ciberataques a Estados Unidos, la represión a Hong Kong y varias otras formas de agresión e imperialismo chino. De hecho, en más de una ocasión, me senté a la mesa de diplomáticos holgazanes con cara de piedra—y con el propio Xi—sabiendo que su único objetivo era inducir más demoras en cualquier acción definitiva de Estados Unidos.
En su último alarde de diplomacia, la profundidad de la reverencia de Blinken fue sorprendente. Blinken renunció innecesariamente a cualquier apoyo de Estados Unidos a la independencia de Taiwán. También hizo la afirmación absurda, a pesar de las abundantes pruebas de lo contrario, de que «el amplio éxito económico de China también nos interesa».
Nota para la administración Biden: la China comunista continúa su implacable agresión económica contra Estados Unidos, que ya ha perdido decenas de miles de fábricas y millones de puestos de trabajo a causa de lo que he descrito con precisión como los «siete pecados capitales» de China.
Estos pecados comienzan con el incesante hackeo a las empresas, al gobierno y, sí, a las computadoras personales de Estados Unidos. Incluyen el robo masivo de propiedad intelectual, la falsificación y la piratería, la transferencia forzosa de tecnología estadounidense a cambio de acceso al mercado chino, subsidios gubernamentales igualmente masivos que paralizan la capacidad de las empresas estadounidenses para competir lealmente, empresas estatales chinas que utilizan precios depredadores para aplastar a los competidores extranjeros y la manipulación altamente corrosiva de la moneda.
Por último, y más mortífero, la China comunista sigue exportando toneladas y toneladas y barriles y barriles de los productos químicos tóxicos utilizados por los cárteles de droga mexicanos para producir el fentanilo que ahora está matando a más de 50,000 estadounidenses al año.
Ante esta implacable agresión, no hay realmente nada que negociar en materia económica. Si la China comunista no cesa inmediatamente esta agresión, Estados Unidos debe igualmente comenzar inmediatamente a desvincularse—no a “eliminar el riesgo y diversificarse» como lo haría la administración Biden.
En este sentido, tampoco hay nada que negociar con respecto a los aranceles de Trump que ayudé a diseñar. Siguen en vigor y, en todo caso, deberían aumentarse y extenderse a otros productos. Estos aranceles de Trump deben perdurar porque la China comunista sigue cometiendo sus siete pecados capitales de agresión económica.
En cuanto al armamento de Xi al ejército ruso para aplastar a Ucrania, Blinken pasó de puntillas sobre ello. Esto es nada menos que trágico porque aquí está el verdadero juego en curso: la cooperación de Xi con el Oso Ruso de Vladimir Putin es su propio quid pro quo por el apoyo ruso de lo que inevitablemente será la invasión a Taiwán por parte de la China comunista. Eso es inevitable a menos que Taiwán se someta “pacíficamente” a pasar bajo la bota china.
Tampoco hay nada que negociar con respecto a los abusos a los derechos humanos de la China comunista. El Partido Comunista Chino (PCCh) está comprometido con el genocidio cultural y la limpieza étnica en Xinjiang y el Tíbet, y no tolerará interferencia alguna en esta brutalidad, incluso mientras censura a los cristianos y masacra a los practicantes de Falun Gong.
Por supuesto, si los negociadores estadounidenses se atreven siquiera a plantear esta cuestión en particular, el PCCh nos echará en cara todas las diversas divisiones raciales y religiosas en nuestro país, como si hubiera alguna equivalencia moral a la China comunista. ¡No la hay!
Por último, están las alarmantes cuestiones de un enorme globo espía que sobrevoló las sensibles instalaciones militares de nuestro país y la increíblemente peligrosa fortaleza cubana que China está construyendo ahora—ninguno de las cuales fue mencionada en el comunicado de prensa de Blinken.
Fue un gran descuido, ya que la fortaleza cubana, en particular, supone una amenaza existencial. Se utilizará no solo para controlar las comunicaciones estadounidenses y vigilar nuestro tráfico marítimo, sino también para lanzar ataques ofensivos de guerra cibernética y electrónica contra nuestras redes e infraestructuras en caso de que nuestros dos países entren en guerra, por ejemplo, por Taiwán. Aquí, simplemente deberíamos decirle a la China comunista que saque el Hades de Cuba y no esperar nada a cambio.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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