Comentario
Los demócratas se juegan todo en su capacidad de convertir las elecciones presidenciales en la cuestión: «¿Te agrada Trump?». Su apuesta, (y única jugada en este punto) es que una conveniente mayoría responderá negativamente, y el candidato demócrata como única alternativa, ganará.
Al igual que las versiones cinematográficas de los pilotos de bombarderos aliados de la Segunda Guerra Mundial que regresan a Inglaterra de sus incursiones sobre Alemania con aviones en llamas, las alas tambaleantes, los motores chisporroteando y el tren de aterrizaje que no funciona, ellos se están repitiendo animosamente entre sí: «Agárrese, Carruthers, esto podría ponerse un poco difícil». En la búsqueda de esta estrategia, tienen una excelente excusa para mantener en el sótano a su inviable candidato por razones médicas, y están abrazando al unísono el estúpido mantra: «Hacer pruebas y rastrear».
Esto sostiene que la forma de combatir el coronavirus es hacer pruebas masivas a la población y dondequiera que se descubra una infección, para averiguar la identidad de todas las personas que la gente infectada ha conocido en las últimas dos semanas para cazarlas y someterlas a pruebas, y así sucesivamente, hasta los rincones más lejanos de Estados Unidos. Esto es una tontería y cualquiera que lo piense durante cinco segundos se dará cuenta de que es una tontería, pero es la posición casi uniforme de la dirección nacional demócrata.
Un virus puede estar inactivo durante un tiempo considerable y cobrar vida; esta enfermedad nunca puede ser eliminada hasta que sea posible vacunar a toda la población. Algunos de los gobernadores, como Gretchen Whitmer de Michigan, recibirán la bala [en nombre] del equipo, incluso cuando el vestíbulo del capitolio estatal esté lleno, como la semana pasada, con manifestantes hostiles (muchos de ellos portando sofisticados rifles en la más alta tradición de los soldados milicianos).
Todo el libro de jugadas electorales de los demócratas, hasta donde se puede deducir ahora, consiste en afirmar rotundamente que Trump es corrupto e incompetente, sin ninguna o una mínima explicación, y en abogar por un cierre indefinido, mientras se lleva a cabo la farsa de «hacer pruebas y rastrear».
La cuestión debe ser [decirle] sí o no a Trump, con una mínima mención del candidato alternativo, y los pulgares hacia arriba o hacia abajo basados en una interpretación del coronavirus hecha, efectivamente, sobre la pregunta: ¿ha disfrutado usted del coronavirus, usted está satisfecho de que no se hayan hecho más pruebas antes de reducir el confinamiento, y está usted de acuerdo con Trump en que el país debe ser reabierto sin importar cuántas personas mueran como resultado?
Ataques de francotiradores
Los innumerables francotiradores de comentarios políticos demócratas ya han comenzado el ataque. David Axelrod, el mejor táctico de los demócratas desde Bill Clinton, ha atacado a Trump por no liderar el mundo en la emergencia del coronavirus. Implícita en esta línea de ataque está la insinuación de que las quejas sobre China son simplemente falsas y que suspender los pagos a la Organización Mundial de la Salud causará un número impresionante de muertes innecesarias en los países subdesarrollados.
La semana pasada, Howell Raines, quien fue despedido como editor ejecutivo del The New York Times hace diecisiete años por solapar a un plagiario e intimidar a la mayoría del gran número del personal editorial, en una fulminación volcánica en el Vesubio de la televisión que odia a Trump, MSNBC, dijo que Trump era culpable de «un fracaso del liderazgo presidencial tan épico, tan arrollador, que los historiadores y los profesionales políticos lo estudiarán durante décadas». Le interesó especialmente el yerno de Trump, Jared Kushner, quien, según Raines, dirigía la respuesta federal oficial a la pandemia del coronavirus, (noticia para todos los demás observadores).
El 28 de abril, Michael Bloomberg, escribió para su propio servicio de noticias que este presidente es «singularmente inepto», con una «mezcla característica de incompetencia y deshonestidad». Tampoco explicó mucho, excepto una referencia a las «políticas comerciales equivocadas y contraproducentes» de Trump.
Referéndum respecto al coronavirus
A medida que avanzan la estrategia, es burda e incluso bastante despreciable, pero está ligada a una premisa que puede ser válida: todo el resto de la trayectoria de este presidente, incluyendo su brillante historial económico y su drástica reducción de la inmigración ilegal y el reconocimiento de la necesidad de hacer frente al desafío de China, puede verse inundado en un referéndum sobre su manejo de la pandemia del coronavirus —y esa pregunta puede ser la versión real de la pregunta a los votantes de su aprobación hacia Trump.
Si esto ocurre, lo que ahora parece probable, no solo opacará el resto de los antecedentes de Trump en estos últimos tres años llenos de acontecimientos, sino que es evidente que los demócratas esperan fervientemente que esta cuestión general elimine de la mente de los votantes el problema de la acusación de conducta sexual indebida contra Joe Biden y la creciente aprehensión del daño político por la conducta obviamente ilegal del FBI de Barack Obama y el liderazgo de inteligencia en las elecciones y secuelas del 2016.
Es difícil y peligroso tratar de medir el impacto del asunto de Tara Reade, y la táctica inicial de The New York Times de proponer que el Comité Nacional Demócrata lo investigara, la cual fue considerada casi universalmente risible, incluso por los demócratas.
Es incluso más difícil evaluar el impacto potencial de lo que sea que el fiscal especial, John Durham, pueda hacer acerca de las jugarretas de Comey-Brennan-Clapper (directores del FBI, CIA, NIA), y hasta dónde pueden ramificarse los cargos. Pero nada de esto le hará bien a Biden, y si él puede resumir toda la elección en una sola cuestión de manejo de la pandemia, no sería prudente dejar pasar esa oportunidad.
También es difícil predecir cómo puede rebotar ese balón. Se han aducido una serie de hechos básicos; uno de ellos es que el cierre por emergencia retrasó el desarrollo del virus, pero no ha cumplido las expectativas óptimas de su reducción.
Los científicos se enfrentan el desafío de una respetable opinión contraria de que el cierre es a la vez ineficaz más allá de cierto punto y económicamente insostenible. El país no puede seguir vertiendo billones de dólares prestados por los contribuyentes en esto, y la próxima ronda va a ser claramente un momento verdaderamente decisivo, ya que es probable que la administración y la mayoría del Senado republicano requieran un recorte del impuesto sobre la nómina y el fin de las ciudades santuario como el precio para otra ronda de subsidios por el cierre.
La mano superior de Trump
También ha surgido de los datos que el coronavirus es un grave riesgo para el 20% de la población mayor de 65 años, y un riesgo mínimo para el otro 80%, por lo que es obvio a primera vista que cerrar el país por completo por más tiempo es un error.
Para el 20% de los ancianos que han sufrido el 80% de las muertes, eso significa que 55,000 de los 65 millones de personas mayores de 65 años, o una de cada 1150 personas en ese grupo de edad, menos de una décima parte del 1%, han muerto; y del otro 80%, alrededor de 14,000 de 260 millones han muerto, o una de cada 18,500 personas, apenas un 200% del 1% de la gran mayoría de los estadounidenses.
Es obvio desde todo punto de vista que el cierre no puede continuar. Trump sabiamente ha dejado que sean los gobernadores y los municipios los que decidan, y las fuerzas de la historia económica y social contemporánea obligarán al país a volver a abrirse. Esta es una astuta delegación de esta decisión al pueblo y a los estados, de acuerdo con la cláusula de poderes no asignados de la Constitución (la Décima Enmienda).
Los demócratas están en una pendiente resbaladiza pidiendo un cierre indefinido en busca de un objetivo inalcanzable, y es demasiado tarde para que se unan a las filas de los que afirman que no debería haber ocurrido ningún cierre, como en Suecia. Los demócratas no pueden tirar de ese interruptor. Están atascados con una política de cul de sac (callejón sin salida), y un candidato impresentable; mientras que una exmiembro del personal clama al partido «¡Créanle a las mujeres!», debido a un abuso sexual, y el país espera las acusaciones de fraude de Rusia. Seis meses después, Trump todavía tiene la ventaja.
Conrad Black ha sido uno de los financieros más prominentes de Canadá durante 40 años y fue uno de los principales editores de prensa del mundo. Es autor de biografías autorizadas de Franklin D. Roosevelt y Richard Nixon y, más recientemente, de «Donald J. Trump: A President Like No Other».
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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