En el jardín del juzgado del condado de Waynesville, Carolina del Norte, hay un monumento de piedra que rinde un homenaje a los muertos del condado en la guerra de Vietnam. En este monumento están grabados los nombres de los «Hijos del Condado de Haywood que sacrificaron sus vidas en la República de Vietnam del Sur». En la base de esta losa de piedra hay un par de botas de combate sin cordones de metal fundido.
Muchos de los nombres inscritos en este sencillo monumento —Brown, Frazier, Moody, Rogers y otros— han resonado en las colinas y hollers de Haywood durante generaciones. Los antepasados de estos hombres muertos probablemente también lucharon en conflictos estadounidenses desde la Revolución Americana hasta la Guerra de Corea. Además, muchos de los hombres cuyos nombres están escritos en este monumento tienen, sin duda, algunos familiares que los conocieron y que aún viven, hermanos y hermanas, primos e incluso hijos.
Los pocos que recuerdan a estos soldados, marines, infantes de la marina y aviadores muertos, tal vez en su juventud, aún estarán afligidos después de 50 años por la pérdida de sus seres queridos. Y muchos de los que los conocieron y que ahora comparten el polvo de esta tierra con ellos, especialmente sus padres y abuelos, seguramente se fueron a la tumba llorando la pérdida de estos jóvenes en sus corazones.
Puede que el resto de nosotros piense poco en los sacrificios que hicieron estos hombres. Algunos transeúntes que pasan por el juzgado, y por otros lugares que rinden homenaje en nuestro país, pueden detenerse unos instantes para leer la inscripción y los nombres, para mirar las botas G.I., e incluso para rezar una oración, pero la mayoría de nosotros seguimos con nuestros quehaceres cotidianos sin tener demasiado en cuenta a aquellas personas que nos precedieron y construyeron nuestro país, especialmente a los que vieron el servicio militar y pagaron con sus vidas en las guerras que hemos luchado.
Pero entonces llega el Día de la Recordación.
Un día para recordar
Celebramos el Día de la Recordación el último lunes de mayo, que nos permite tener un fin de semana de tres días para realizar diversas actividades. Algunos van a la playa, otros organizan barbacoas en el jardín o picnics en el parque, otros ven carreras de autos y otros aprovechan las rebajas para ir al centro comercial. La mayoría de nosotros también considera el Día de la Recordación como el inicio del verano.
Y en ese día, muchos recuerdan a los muertos de nuestras guerras, los hombres y mujeres que perdieron la vida luchando por su país. En el cementerio de Arlington se celebra una ceremonia dedicada a colocar coronas en la Tumba de un Soldado Desconocido. Algunas ciudades organizan desfiles del Día de la Recordación. En lugares de todo el país, como Waynesville, algunos visitan las tumbas de aquellos que murieron en las guerras de nuestra nación.
Ambos grupos celebran adecuadamente este día para recodar. Los que rinden homenaje a los muertos cumplen con el significado del día festivo, pero los que se van de vacaciones o se reúnen para comer con los amigos también están presentando sus respetos. Están disfrutando de las libertades americanas por las que nuestros hombres y mujeres de uniforme dieron sus vidas.
Una breve historia
Aunque el Día de la Recordación no se convirtió en un día festivo federal oficial hasta 1971, los estadounidenses de todo el país, durante 100 años antes de esa declaración, reservaban un tiempo a finales de la primavera para recordar a aquellos que habían muerto defendiendo a nuestra nación y nuestro modo de vida.
Las primeras convocatorias de un día conmemorativo, o Día de la Condecoración, como se conocía entonces, ocurrieron después de la Guerra Civil en respuesta a las enormes bajas sufridas durante ese conflicto. En 1866, un año después del final de la guerra, Waterloo, Nueva York, reservó por primera vez un día en el que los negocios cerraban y se prestaba atención a las tumbas de los soldados. Cien años después, el gobierno federal reconoció a Waterloo como la cuna del Día de la Recordación.
En mayo de 1868, el general John A. Logan, líder de un gran grupo de veteranos de la Unión, declaró el 30 de mayo como Día de la Condecoración, en el que los estadounidenses debían visitar los cementerios y decorar las tumbas de los soldados muertos «cuyos cuerpos yacen ahora en casi todos los cementerios de ciudades, pueblos y aldeas del país».
En 1890, la mayoría de los estados habían proclamado el 30 de mayo como Día de la Recordación y lo consideraban un día festivo oficial. Los estados del sur tenían sus propios días de conmemoración pero, después de la Primera Guerra Mundial, empezaron a unirse al resto de la nación.
También, después de esa guerra, el Día de la Recordación se convirtió en una ocasión para rendirle un homenaje a todos los muertos de las guerras de Estados Unidos.
Corazones valientes
Algunos de los muertos que conmemoramos en este día fueron héroes.
Los granjeros y comerciantes que murieron en Lexington Green en 1775 enfrentándose a los regulares británicos fueron algunos de nuestros primeros patriotas estadounidenses. Frank Luke Jr., famoso por sus vuelos en globo contra los alemanes en la Primera Guerra Mundial, murió después de ser abatido tras las líneas enemigas y mientras disparaba su pistola contra los alemanes que se acercaban. En la misma guerra, John Pruitt capturó a 40 alemanes, pero fue asesinado más tarde en la batalla. En 1943, el piloto del ejército Neel Kirby y otros tres compañeros atacaron cerca de 50 aviones japoneses. Kirby derribó seis de estos aviones, recibió la Medalla de Honor y murió ese mismo año en otro combate aéreo contra los japoneses.
En nuestros recientes conflictos de Oriente Medio han muerto héroes similares en el cumplimiento del deber. Varios de ellos dieron su vida por sus compañeros arrojándose sobre granadas o intentando rescatar a otros del fuego enemigo. El 25 de enero de 2008, por ejemplo, el sargento primero del ejército Robert Miller, murió en Afganistán mientras ofrecía cobertura para que sus compañeros de armas pudieran escapar del fuego enemigo. El 4 de diciembre de 2006, Ross McGinnis salvó la vida de cuatro de sus compañeros en Irak al sofocar una granada lanzada contra su Humvee. Ambos recibieron la Medalla de Honor a título póstumo.
Sacrificio
Rendimos homenaje a estos hombres por su valentía, pero el último lunes de mayo también ofrecemos un homenaje a todos los muertos en la guerra de nuestra nación: los soldados de infantería que cargaron por la pendiente en la batalla de Fredericksburg, los marines que cayeron luchando contra los alemanes en Belleau Wood, los marines y pilotos perdidos mientras luchaban contra los japoneses en la batalla del Mar del Coral, los estadounidenses que enfrentaron los ataques masivos de las tropas chinas en las temperaturas bajo cero de la guerra de Corea, y todos los demás que han dado su vida desde entonces en lugares como Hue, Kamdesh y Faluya.
El canadiense John McCrae refleja la conmoción de estas muertes en su poema de la Primera Guerra Mundial, «En los campos de Flandes»:
«Somos los muertos. Hace poco tiempo
Vivimos, vimos el amanecer, sentimos el brillo del atardecer,
amamos y fuimos amados, y ahora yacemos
En los campos de Flandes».
Instruyendo a los jóvenes
«Solo los muertos han visto el final de la guerra». Las palabras de George Santayana, a menudo atribuidas erróneamente a Platón, son un sombrío recordatorio de que vivimos en un mundo peligroso y que los jóvenes hombres y mujeres de nuestro ejército son el muro que protege a Estados Unidos y a su pueblo.
Mientras hacemos un homenaje a los muertos de nuestras numerosas guerras en este Día de la Recordación, festejando durante el fin de semana y quizás recordando a un amigo o familiar que hizo el último sacrificio, podríamos realizar también otros actos para recordarlos. En particular, podríamos dedicar algún tiempo a nuestros hijos o nietos y leerles algunas de las historias de aquellos que dieron su vida por su país. Estos relatos se pueden encontrar en nuestras bibliotecas públicas o buscando en Internet.
«La guerra significa luchar y luchar significa matar», declaró el líder de la caballería confederada Nathan Bedford Forrest, y nunca debemos glorificar el brutal negocio de la guerra ni suavizar sus mortales costos. Al mismo tiempo, sin embargo, debemos aspirar a criar jóvenes dispuestos a defender a su país si se les pide que lo hagan. Aprender sobre aquellos que se unieron a la bandera antes que ellos debería ayudar a inculcar ese patriotismo.
La vieja gloria
Al tiempo que transmitimos estos ejemplos e historias a los jóvenes, también podemos aprovechar el Día de la Recordación para explorar nuestras propias ideas sobre el patriotismo. ¿Qué significa ser estadounidense en 2021? ¿Qué nos convierte en estadounidenses? Para nosotros ¿qué significan las palabras «vida, libertad y buscar la felicidad»? ¿Qué valor le damos a nuestra Carta de Derechos en la Constitución, a derechos naturales como la libertad de expresión o la libertad de reunión y de religión? ¿Qué le debemos a esta «dulce tierra de la libertad»?
Muchos pondremos banderas en nuestros patios o en nuestras terrazas para celebrar el Día de la Recordación. Cuando miramos esas estrellas y rayas, es justo y apropiado que recordemos a aquellos que murieron al servicio de su país. Pero también es conveniente recordar por qué murieron.
Para encontrar la respuesta a esa pregunta, todo lo que tenemos que hacer es abrir los ojos y ver a nuestro alrededor a la gente y los lugares donde vivimos. Tanto aquí como en el extranjero, como dice el verso de «El himno de batalla de la República», los estadounidenses de uniforme han muerto «para hacer a los hombres libres». Como herederos suyos, aún poseemos nuestra preciosa libertad, en gran parte gracias a los muchos sacrificios que hicieron.
La mejor manera de pagar la deuda que tenemos con ellos es mantener el fuego de esa libertad brillante y ardiente.
Jeff Minick tiene cuatro hijos y un creciente pelotón de nietos. Durante 20 años enseñó historia, literatura y latín a seminarios de estudiantes educados en casa en Asheville, N.C. Es autor de dos novelas, «Amanda Bell» y «Dust on Their Wings», y de dos obras de no ficción, «Learning as I Go» y «Movies Make the Man». Actualmente, vive y escribe en Front Royal, Va. VisiteJeffMinick.com para seguir su blog.
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