Para comprender el porqué de la actual persecución que sufren los practicantes de Falun Dafa en China, resulta útil retroceder en el tiempo para entender el accionar del régimen que gobierna China desde hace 60 años queriendo imponer un control absoluto sobre su pueblo.
En el último tramo de la Revolución Cultural (1966-1976), que destruyó casi totalmente el legado del budismo y el taoísmo -las dos tradiciones espirituales históricamente arraigadas en China-, aparecieron una serie de ejercicios que trabajan con la energía propia y ayudan al mejoramiento físico y mental de quien lo practica. Fueron llamados genéricamente qigong (o chi kung). Por supuesto, fueron monitoreados de cerca por el régimen comunista.
Sin embargo, en 1989, el férreo control estatal sobre las actividades sociales se vio desbordado con los estudiantes que demandaban una apertura democrática en la denominada “Masacre de Tiananmen”. Hasta el día de hoy no se conoce la cifra exacta de muertos porque los tanques del ejército aplastaron a los jóvenes dormidos durante un apagón de luz; cuando la misma volvió, los cuerpos ya habían sido limpiados. En la China actual aún es tabú mencionar este tema por temor a las represalias.
Para aplacar al pueblo movilizado después de la masacre, el Partido Comunista Chino (PCCh) levantó las sanciones sobre las prácticas de qigong que no permitían a dos o más personas reunirse en los parques para hacer los ejercicios. Así comenzó el auge del qigong.
En 1992, el señor Li Hongzhi, oriundo de Changchun, ciudad del noreste de China, quien tuvo desde niño maestros de la Escuela Buda y la Escuela Dao, comenzó a difundir Falun Gong (o Falun Dafa). Además de los ejercicios de qigong, el Maestro Li enfatizaba algo que difería de las otras prácticas: la elevación del carácter moral de las personas a través de tres principios universales: Verdad-Benevolencia-Tolerancia. Cabe añadir que Falun Dafa es una disciplina automotivada, personal y libre, es decir que solo depende de cada persona implementar estos tres principios en su vida cotidiana.
El Maestro Li recorrió prácticamente todas las ciudades principales del país y el número de practicantes de Falun Dafa creció enormemente. A mediados de los años ´90 salió al público el libro “Zhuan Falun”, con las enseñanzas completas de la disciplina (se puede descargar gratis en www.falundafa.org. El mismo fue un best seller en China y los practicantes se multiplicaron por millones.
Al comienzo, el régimen y sus medios de comunicación manifestaron cierta aprobación a Falun Dafa (en YouTube se puede ver el documental “Una década de coraje” con fragmentos de la televisora estatal CCTV elogiando la disciplina), sin embargo, a partir de su inmensa popularidad y de que sus principios retoman la histórica creencia del pueblo chino en lo espiritual y divino, el cabecilla comunista de ese entonces, Jiang Zemin, entendió que se había convertido en una amenaza para su poder.
El comienzo del terror
En 1999, solo siete años después del comienzo de su difusión y cuando se calculaba en 100 millones los practicantes de Falun Dafa, Jiang dio tres órdenes para “erradicarlos” de China: arruinarlos económicamente, difamarlos públicamente y destruirlos físicamente. Estos son los métodos que ha empleado el PCCh desde el principio para “combatir a los contrarrevolucionarios” y tomar el control del pueblo chino. Pero la diferencia es que ahora se aplicaban sobre estas personas simplemente por su creencia inquebrantable en la existencia de dios.
Los practicantes y sus familiares fueron hostigados en sus trabajos para que renunciasen a sus creencias, y desde los medios de comunicación (que en China pertenecen todos al Estado) se difamó día y noche a la disciplina. Sin embargo, el pueblo dudaba porque, con tantas personas practicándola, cada habitante había podido comprobar cómo sus familiares y amigos practicantes se habían vuelto más compasivos y tolerantes, repercutiendo en sus entornos laborales y en el propio comportamiento ciudadano.
Sin lugar a dudas las peores consecuencias se desencadenaron a partir de la tercera orden, “destruirlos físicamente”. Se formó la “Oficina 610”, la “Gestapo china”, un ente paraestatal con millones de recursos destinados exclusivamente a perseguir a los practicantes de Falun Gong.
A través de una campaña masiva y clandestina de secuestros, que continúa hasta hoy, se encarcela a los practicantes para torturarlos (inclusive hasta la muerte) en pos de que renuncien a sus creencias. Las violaciones grupales de mujeres, los lavados de cerebro y las más crueles de las torturas comenzaron a funcionar sistemáticamente. Pero lo más atroz aún estaba por venir.
Una maldad nunca antes vista en este planeta
En 2006, dos reconocidos abogados de derechos humanos, David Kilgour y David Matas, notaron que a partir del año 2000, después del comienzo de la persecución, los trasplantes de órganos crecían exponencialmente en China. Las denuncias decían que estos órganos provenían de practicantes de Falun Dafa secuestrados y desaparecidos.
Luego de una ardua investigación, concluyeron que esta atrocidad ni siquiera aludía a casos aislados sino que era orquestada de manera sistemática desde las esferas más altas del poder comunista (La investigación se puede descargar gratis y en español en www.organharvestinvestigation.net. Como si esto fuera poco, se comprobó que estas personas aún están vivas con el fin de sustraerles todos los órganos útiles al mismo tiempo; y, en principio, los cuerpos luego son cremados.
Condena internacional
La severa violación de los derechos humanos en China es una constante en los informes de las prestigiosas ONG de derechos humanos Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Lo mismo en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
Asimismo, a partir de la investigación de Matas y Kilgour, en distintos lugares del mundo han surgido declaraciones para condenar la sustracción de órganos a los practicantes de Falun Dafa vivos en China. En diciembre del año pasado fue el Parlamento Europeo quien condenó este crimen e instó a China a ponerle fin de inmediato. Taiwán, Australia, Bélgica, Canadá, Francia, Italia, Israel y Estados Unidos han presentado posturas en la misma dirección.
Aquí mismo en Argentina está la causa más avanzada del mundo por estos delitos de lesa humanidad; en junio de 2014, el juez federal a cargo de la misma, Luis Rodríguez, la cerró argumentando que existe otra similar en España. Cabe resaltar que esta medida la informó un mes antes de la llegada del cabecilla chino Xi Jinping a Argentina.
A juzgar por declaraciones de los mismos funcionarios chinos, muchas de estas iniciativas no salen a la luz a fin de conservar las relaciones económicas con el “gigante asiático”.
La antigua enseñanza china destaca que “el bien es retribuido con el bien y el mal con el mal, y si no es en esta vida, será en las próximas”. Si es en esta vida, aparecen catástrofes naturales, guerras, enemistad entre los pueblos, violencia desmedida, etc.
Y si el daño ocasionado es tal que afecta la dignidad elemental de la humanidad, entonces habrá una retribución que afecte a todos los seres humanos. Por ende, la posición que adoptemos ante semejante crueldad repercutirá también en nuestro futuro y en el de nuestros hijos. Esta antigua creencia no parece ser meramente una superstición, lamentablemente ya se ha probado muchas veces en la historia de la humanidad.
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