No puedo decir cuántas horas pasé pensando en la decisión de dejar o no el ejercicio de la abogacía, pero tuvieron que ser cientos. Y la mayor parte de ese tiempo se perdió.
No me malinterpreten, había algunas cuestiones importantes que tenía que resolver para tomar una decisión inteligente y con conocimiento de causa. Por ejemplo, necesitaba saber si podría mantener a nuestra familia y estar seguro de si mi nueva elección profesional me aportaría más de lo que me faltaba como abogado. Pero esos factores consumían mucho menos tiempo y energía mental que otras reflexiones inútiles, como:
¿Era prudente abandonar la carrera de Derecho por la que tanto había trabajado?
¿Debería dejar el prestigioso bufete de abogados en el que trabajaba?
¿Era un error lanzar por la borda la buena voluntad que había acumulado como abogado en ejercicio?
Al final, decidí que dar el salto valía la pena. Y, en retrospectiva, me di cuenta de lo improductivo que era trabajar en tantas cosas que no importaban. Fui víctima de la «falacia del costo hundido».
La falacia del costo hundido o costo irrecuperable es una causa común de la toma de decisiones, incluidas las decisiones sobre el trabajo y la carrera, pero la falacia se extiende mucho más allá de esos ámbitos. Un costo hundido es cualquier costo pasado de dinero, tiempo o esfuerzo que no se puede recuperar. La inversión se hizo y no se puede recuperar.
Esta falacia surge de muchas maneras diferentes. ¿Alguna vez ha empezado un libro y se aburrió a mitad de camino, pero siguió hasta el final? Las dos horas que pasó leyendo no deberían influir en su decisión de invertir aún más tiempo en algo que no vale la pena, pero a menudo lo hace. Mientras más energía o recursos dedicamos a algo, más difícil es abandonarlo.
Si es difícil dejar un mal libro, puede ver por qué los costos hundido influyeron en mi decisión de seguir con la práctica de la abogacía a pesar de querer, en el fondo, dedicarme a otra cosa. Y estoy seguro de que usted puede sentirse identificado, ya que casi todos hemos luchado por hacer un cambio debido a la aversión a sufrir una percepción de pérdida de una inversión pasada de tiempo o recursos.
Por qué luchamos con los costos hundidos
Una de las principales razones por las que somos víctimas de la falacia de los costos hundidos es que el statu quo, por muy insatisfactorio que sea, suele ser el camino de menor resistencia —no involucra ningún esfuerzo, riesgo o transformación.
Otra razón es nuestra tendencia a pensar a corto plazo. Aunque todos preferimos las grandes recompensas a las pequeñas, la mayoría de nosotros tiene una preferencia aún mayor por las recompensas presentes a las futuras, incluso cuando éstas son mucho más valiosas.
Este fenómeno, un tipo de perjuicio cognitivo, se llama «descuento hiperbólico». Representa la proposición de que cuanto más lejana esté una recompensa en el futuro, menos motivación inmediata existe para dedicar el trabajo necesario para conseguirla. Por lo tanto, la tendencia a valorar las recompensas a corto plazo puede llevarnos a duplicar las inversiones pasadas porque la promesa de mayores recompensas a largo plazo parece menos concreta.
En resumen, nos enfocamos en los costos hundidos porque nos parece arriesgado no hacerlo. Pero teniendo en cuenta que los costos hundidos no pueden, por definición, recuperarse, ¿no significa eso que tenemos que repensar el riesgo? Al fin y al cabo, tomar decisiones futuras basadas en costos hundidos del pasado garantiza que nos quedemos estancados en nuestras circunstancias actuales. Y si esas circunstancias no se alinean con nuestros objetivos futuros, el estancamiento es una propuesta arriesgada.
Saber cuándo es inteligente mantenerse y cuándo es el momento de abandonar no es una decisión fácil. La perseverancia es un atributo digno, pero persistir ciegamente en la búsqueda de los objetivos equivocados no conduce más que al descontento.
Como dijo una vez Warren Buffet: «Lo más importante si se encuentra en un agujero es dejar de cavar».
¿Quiere algo más, algo nuevo, algo diferente? Puede que su instinto lo impulse a avanzar en una dirección diferente, pero los costos hundidos pueden mantenerlo anclado al presente.
Avanzar requiere que dejemos atrás los costos hundidos. Así lo expresa Seth Godin:
«Todo lo que posee, toda la ropa de su armario, sus logros académicos y demás son simplemente un regalo. Es un regalo que su yo del pasado está dando a su yo del presente, y depende de usted decidir si quiere ese regalo hoy. Es tan sencillo como eso: no le debe nada a su yo del pasado, salvo la consideración de si esos regalos son útiles en el aquí y el ahora».
Los costos hundidos son un regalo. Puede desprenderse de ellos si lo desea. Y si desea un cambio, dígale adiós.
Jay Harrington es un escritor y abogado transformado en empresario que dirige una marca de estilo de vida inspirada en el norte de Michigan llamada Life and Whim. Vive con su esposa y sus tres hijas pequeñas en un pequeño pueblo y escribe sobre cómo vivir una vida con propósito y orientada al aire libre.
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