Comentario
La semana pasada, el presidente Donald Trump dio a conocer su tan esperado plan de paz para Medio Oriente.
Como escribí en una columna reciente, las iniciativas de política exterior de Trump, especialmente en lo que se refiere a Medio Oriente, contrastan con las de su predecesor.
Ya sea que se trate de la negativa de la administración Obama a apoyar la Revolución Verde en Irán, la eliminación de la línea roja de Obama en Siria, la bienvenida de los rusos a Siria sin hacer nada para sacar del medio a los iraníes, o el apoyo a la expulsión de Mubarak en Egipto, que, a su vez, llevó al surgimiento de la Hermandad Musulmana, fueron todas situaciones que dejaron muchos problemas para que la administración Trump los arreglara.
Una gran razón por la que creo que Barack Obama fracasó es que insistió en tener una cámara de eco alrededor de sí mismo en todo momento. No se puede resaltar lo suficiente que en 2014, Obama despidió al único jefe de la agencia de inteligencia que no quiso repetir como un loro todo el falso discurso feliz que quería escuchar sobre ISIS, Irak y Afganistán. Esa persona está ya retirada y es, el teniente general Michael Flynn, que era el director de la Agencia de Inteligencia de Defensa en ese momento.
Mientras que el director de Inteligencia Nacional James Clapper, y el director de la CIA John Brennan, estaban muy contentos de decirle a Obama lo que quería escuchar, Flynn fue expulsado por atreverse a decirle a Obama lo único que no quería escuchar de la gente que trabajaba para él: la verdad.
Después de ser despedido por Obama, Flynn encontró un público receptivo para decir la verdad sobre su política exterior en Donald Trump, y se unió a la campaña presidencial del magnate inmobiliario en 2015.
Por lo tanto, no es un gran misterio por qué, al mirar hacia atrás, Obama dio tantos desastrosos pasos en la política exterior. Dejó muy en claro lo que quería escuchar de los demás y no fue tímido a la hora de castigar públicamente a aquellos que no le siguieron la corriente.
La frase «No hay drama Obama» fue acuñada como resultado, como si esto fuera algo positivo. Larry Elder termina su columna en Real Clear Politics acerca de «No hay drama Obama» con esta observación perspicaz:
«Obama, quien supuestamente gobernó sin drama, tuvo la peor recuperación desde 1949. En economía y en política exterior, firmó una costosa legislación e impulsó políticas contraproducentes. ¿Quieren los estadounidenses un presidente que en última instancia haga lo correcto o un presidente que acumule puntos mientras comete un error garrafal tras otro?».
Diferentes enfoques de Irán
Irán es el ejemplo más claro de que la política exterior del actual presidente es exactamente lo contrario de la de su predecesor.
Politico publicó un impresionante informe de investigación en diciembre de 2017 que detalló ampliamente cómo la administración Obama, en cuestión de política, hizo que las agencias de inteligencia y las fuerzas de seguridad dejaran de investigar el tráfico de drogas, armas y personas en Irán, muchas de estas redes ilegales son dirigidas por el grupo terrorista Hezbolá.
La portada del artículo suena increíble: Un ambicioso grupo de tarea de EE.UU. dirigido contra la multimillonaria empresa criminal de Hezbolá se topó con el deseo de la Casa Blanca de llegar a un acuerdo nuclear con Irán.
Pero el periodista Josh Meyer expone un caso convincente de que el acuerdo con Irán le importaba tanto a Obama que este fue el resultado. Después de que Obama rechazó la Revolución Verde, no fue sorprendente saber que también se alejaría y permitiría que los mulás siguieran dirigiendo sus redes criminales mundiales.
Lejos de retroceder o incluso facilitar el terror internacional del régimen iraní, las redes de tráfico de armas, drogas y personas en todo el mundo como lo hizo Obama, Trump ha estado reprimiendo y cortando uno por uno los tentáculos insidiosos.
Trump se retiró del desastroso acuerdo con Irán, que se suponía era el legado histórico de Obama, y luego impuso nuevas y duras sanciones.
Uno de los tentáculos más siniestros de Teherán fue cortado el 2 de enero, cuando Trump dio la orden de un ataque con drones contra el general iraní Qassem Soleimani, el jefe de la Fuerza Quds.
Los mulás están poniendo cara de valientes y juran que el nuevo número 2 es tan peligroso como el hombre al que sustituye, pero no le crean ni una sola palabra.
Soleimani era irremplazable. Durante más de 25 años, fue el hombre que hizo que todo funcionara, el director de una orquesta de caos y muerte violenta formada por más de una docena de milicias y grupos terroristas repartidos por varios continentes, cada uno de ellos produciendo un sucio lucro para los cerebros de Teherán a través de una u otra empresa criminal.
Cuando los mulás sean derribados por su propio pueblo, Trump se ceñirá al papel de apoyo que Estados Unidos desempeña ahora en la región: ayudará en la transición hacia lo que se viene para el pueblo iraní, asistiendo donde se le pida, y no irá más allá de eso.
Y así es como debe ser.
Brian Cates es un escritor radicado en el sur de Texas y el autor de «Nadie me pidió mi opinión… ¡Pero aquí está de todos modos!» Se puede contactar con él en Twitter @drawandstrike.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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