Editorial
El 30 de noviembre, el exlíder del Partido Comunista Chino (PCCh) Jiang Zemin murió en Shanghái.
La vida de Zemin fue vergonzosa.
Su gestión trajo desastres a China y a su población. La corrupción como resultado de su gobierno ha sido desenfrenada. La persecución a Falun Gong que él inició provocó crímenes de lesa humanidad.
Jiang Zemin es un pecador, contra la nación y la historia, y sus crímenes deben ser juzgados.
Jiang Zemin era el hijo de Jiang Shijun, considerado por muchos como un traidor a la patria. Durante la segunda guerra sino-japonesa, Jiang Shijun fue subdirector del Departamento de Propaganda del régimen de Wang Jingwei, un estado títere del Imperio de Japón en Nanjing, al este de China. Después de que Jiang Zemin ascendiera a la posición más alta del PCCh tras su papel en la ejecución de la sangrienta Masacre de la Plaza de Tiananmen en 1989, no escatimó esfuerzos para empujar a la nación china hacia un camino de la destrucción moral.
Antes de que Jiang llegara al poder, con la actitud abierta de los líderes Hu Yaobang, Zhao Ziyang y Qiao Shi, el control del PCCh sobre la sociedad disminuyó y el sistema legal empezó a mejorar. La gente esperaba una transformación política y social hacia el Estado de derecho.
Al mismo tiempo, la práctica espiritual Falun Gong —basada en los principios de verdad, benevolencia y tolerancia— comenzó a difundirse en China. Esta antigua práctica benefició a las decenas de millones de personas de toda China que la habían adoptado. Como resultado, la sociedad estaba en un camino de regreso a los valores morales altos y a la bondad.
Sin embargo, en julio de 1999, celoso de la popularidad de Falun Gong, Jiang lanzó una feroz persecución contra el grupo, cuando se calcula que había 100 millones de chinos que practicaban Falun Gong en todo el país, sin tener en cuenta la opinión pública y la oposición general de los funcionarios de todos los niveles, incluidos los seis miembros del Comité Permanente del Politburó.
Desde entonces, ha traído una catástrofe sin precedentes a la nación china.
Las prácticas espirituales como Falun Gong benefician al país y a la gente. Incluso la propia Constitución y las leyes del PCCh no prohíben la práctica de Falun Gong.
Para suprimir a Falun Gong, Jiang eludió el sistema gubernamental y legal normal de China, se aprovechó de la naturaleza maligna y de la poderosa maquinaria del PCCh, y estableció la «Oficina 610» por fuera del sistema judicial, similar a la gestapo de la Alemania nazi, específicamente para emprender la campaña de persecución, que ha destruido completamente los derechos humanos, el sistema legal, la moral y la economía de China.
Esta persecución suprimió las creencias rectas de decenas de millones de chinos inocentes y afectó la vida de cientos de millones de ciudadanos. Todo el país se vio afectado por su campaña de persecución. Millones de practicantes de Falun Gong fueron encarcelados ilegalmente en campos de trabajo, prisiones y hospitales psiquiátricos. Fueron torturados de todas las formas posibles, y un número incalculable de practicantes fueron asesinados para obtener sus órganos. Es un crimen atroz que enfurece al Cielo y a la Tierra.
Para perseguir a Falun Gong, Jiang destruyó por completo los derechos humanos y el sistema legal que China tenía, revirtió el prometedor cambio de la sociedad china, provocó cambios históricos en el destino del país y destruyó por completo el futuro del PCCh.
A fin de llevar a cabo esta persecución atroz, Jiang se dedicó a gobernar mediante la corrupción y la lascivia, destruyó la cultura tradicional china al fomentar la codicia y la maldad, promovió a funcionarios sin escrúpulos y corruptos, e incluso cambió el número de miembros del Comité Permanente del Politburó para restarle poder a su sucesor, Hu Jintao, con el solo fin de mantener esta persecución. Desde el inicio de la persecución, Falun Gong ha sido el epicentro en torno al cual gira la política china.
La persecución ha sido tan extensa y ha durado tanto tiempo que la moral social de China ha caído en picada y cunde el caos, lo que ha provocado que el pueblo chino se vuelva insensible y amoral hasta un grado impactante.
Para mantener la persecución, Jiang, a través de la Oficina 610, dio la orden interna de que la «muerte de los practicantes de Falun Gong por golpizas no es nada y se contará como suicidio»; inventó innumerables mentiras sobre Falun Gong, incluido el infame engaño de la autoinmolación montada en la plaza Tiananmen; inundó la televisión, la radio, los periódicos, las revistas, los libros de texto y las redes sociales de China con propaganda de odio para confundir al público y sembrar el odio hacia Falun Gong entre la población; y coaccionó a cientos de millones de chinos inocentes para que participaran en la persecución.
A fin de mantener esta persecución, la política, la economía, la diplomacia y la educación del PCCh pasaron a girar en torno a perseguir a Falun Gong, lo que llevó a la sociedad china a alejarse gradualmente de la humanidad, cuyas consecuencias están surgiendo ahora en China.
Jiang mantuvo la persecución usando la maquinaria perversa del PCCh y sus secuaces hasta su muerte.
Sin embargo, el impacto de la persecución va mucho más allá de China.
Jiang difundió directamente las mentiras y exportó la persecución a todo el mundo. El PCCh se aprovechó del mercado y la economía de China para coaccionar a las potencias mundiales, los grupos financieros y la prensa para que no hablaran sobre la mayor y más horrible violación a los derechos humanos ni del crimen de la sustracción de órganos a practicantes de Falun Gong vivos.
Jiang Zemin ha muerto, pero sus crímenes no pueden ser borrados.
El PCCh ha cometido crímenes contra la población y la nación china, así como contra lo divino.
Xi Jinping, como actual líder del PCCh, no es quien inició la persecución. Pero en lugar de continuar con la persecución, debería de ponerle fin y no convertirse en quien cargue con la culpa por los crímenes de Jiang. Xi tampoco debería tratar de mantener con vida a este malévolo partido que está condenado a caer.
Un gran número de perpetradores que persiguieron a Falun Gong ya han tenido su castigo. La muerte de Jiang señala la desintegración acelerada del PCCh. Sería mejor que aquellos que todavía intentan sostener la persecución se dieran cuenta de la situación actual inmediatamente, dejen de participar en la persecución y expíen sus pecados.
La sociedad china está pasando por cambios sin precedentes. El PCCh ha llegado a su fin y está a punto de ser eliminado por el Cielo. Como resultado del movimiento «renunciar al PCCh» incentivado por la serie editorial «Nueve comentarios sobre el Partido Comunista» publicada por The Epoch Times en 2004, más de 405 millones de chinos han renunciado públicamente al partido.
Convocamos a Xi Jinping a detener inmediatamente la persecución, liberar a todos los practicantes de Falun Gong detenidos y hacer que los culpables rindan cuentas. Esperamos que más chinos puedan distinguir al PCCh por lo que es, renuncien al PCCh y elijan un futuro mejor para ellos en esta coyuntura crítica de la historia.
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