Las fuerzas armadas de EE.UU. necesitan un garrote más largo.
Durante décadas, los portaaviones de Estados Unidos -bases aéreas efectivamente móviles- y las bases aéreas de avanzada fueron la fuerza de la política exterior del entonces presidente Theodore Roosevelt como lo atestigua su proverbio: «Habla en voz suave y lleva un gran garrote, así llegarás lejos».
Pero ese gran garrote ha perdido su poder en los últimos años, desafiado por los nuevos sistemas de misiles rusos y chinos que se acumulan a lo largo de cientos, e incluso miles de kilómetros de costa en el horizonte.
Con las diversas ramas del ejército de Estados Unidos tratando de reinventarse a sí mismos para una renovada «competencia de gran potencia», la prioridad número uno del Ejército es el desarrollo de sus propios misiles y artillería de largo alcance lanzados desde tierra, conocidos como «disparos».
Esta semana, si todo sale según lo planeado, un rastro de humo a través del cielo en el desierto de Nuevo México traerá un suspiro de alivio a los generales estadounidenses a cargo de la máxima prioridad de modernización conocida como Disparos de Precisión de Largo Alcance (LRPF, por sus siglas en inglés), encabezada por el general de brigada John Rafferty.
«Es un momento muy emocionante en el programa», dijo Rafferty a La Gran Época antes del primer vuelo de prueba del Misil de Ataque de Precisión (PrSM), programado para esta semana.
PrSM es uno de los varios programas que caen dentro de LRPF, el cual está programado para entrar en servicio para el año 2023, cuatro años antes de su cronograma original, acelerado por el catalizador de modernización del ejército, el Comando de Futuros del Ejército.
«Mientras hemos estado concentrando nuestros esfuerzos en una determinada área en el mundo, nuestros adversarios han estado invirtiendo en formas de contrarrestar nuestras ventajas estratégicas y tácticas», dijo Rafferty.
«Específicamente, China y Rusia han estado invirtiendo en sofisticadas defensas aéreas integradas, en defensas costeras, en misiles balísticos de largo alcance, en radares de largo alcance y en radares de gran altitud, y si se combinan todas esas cosas, crean este enfrentamiento estratificado, que a menudo se conoce como denegación de área antiacceso (A2AD)».
Esta «burbuja antiacceso» obstaculiza el apoyo de los aliados regionales y amenaza potencialmente con expulsar a Estados Unidos de posiciones permanentes ahora vulnerables, como los puertos de aguas profundas y las bases aéreas.
El programa LRPF de Rafferty está desarrollando varias armas estadounidenses de mayor alcance, desde el aumento del alcance de los obuses hasta el apoyo de un misil hipersónico con un alcance potencial reportado de miles de millas. Incluso hay un programa para hacer un prototipo de un cañón monstruoso que puede escupir proyectiles a cientos de kilómetros.
En agosto, se abrió la posibilidad de otros misiles de mayor alcance debido a la disolución de un tratado de la Guerra Fría que había reducido el alcance de los misiles lanzados desde tierra de Estados Unidos a 499 kilómetros (310 millas).
No ir de frente
Pero a pesar de querer cambiarle el rumbo a los adversarios con la propia artillería de largo alcance, los generales estadounidenses no planean enfrentarse directamente a la artillería china o rusa. Todavía quieren pelear en sus propios términos.
«Nuestros adversarios son fuerzas centradas en la artillería. Nosotros no lo somos, somos una fuerza armada combinada», dijo Rafferty. «Su inversión en disparos de largo alcance nos separa a nivel táctico [dentro del campo de batalla] y nos impide luchar como un equipo de armas combinadas, que es lo que realmente es nuestra fuerza».
«Nunca iremos cañón por cañón, cohete por cohete, misil por misil con un adversario centrado en la artillería», señaló.
«Lo que necesitamos es suficiente de esta capacidad para crear estas ventanas de oportunidad, ya sea para la fuerza conjunta, para la Fuerza Aérea, la Fuerza Marítima o para que un equipo de brigada de combate haga su intento.»
La creación de esas ventanas de oportunidad es parte de la estrategia militar de Estados Unidos llamada Operaciones Multi-Dominio (MDO).
«Operaciones Multi-Dominio básicamente argumenta que usted tiene estos sistemas de largo alcance y que los círculos de alcance alrededor de ellos generan capas de distanciamiento que tienen que ser penetradas», dijo a La Gran Época Jack Watling, un investigador en guerra terrestre del grupo de expertos de defensa con sede en Londres. «Así que tienes que destruir los sistemas de largo alcance que te amenazan o suprimirlos”.
Eso podría lograrse a través de varios métodos, incluyendo la interferencia de las cadenas de matanza en las que los adversarios confían para lograr sus objetivos, dijo.
«Eso te permite penetrar en el espacio que te han negado y luego se puede reventar la burbuja, qlo que se denomina en las MDO como ‘desintegración’, por medios militares más convencionales».
Sin embargo poder atravesar la burbuja anti acceso es solo una pieza del rompecabezas.
«Una de las cosas realmente importantes que hay que tener en cuenta es que con esto no se gana la batalla», dijo Watling. «Te permite aparecer en la batalla. Todavía tienes que ser capaz de llevar a cabo operaciones de alta intensidad una vez que llegues a ese espacio denegado. Arregla un problema muy específico, pero no disminuye la necesidad de un combate cercano de alta intensidad».
Watling dijo que la artillería de largo alcance hace más que restringir el hardware militar principal.
«Si tengo la intención de llevar a cabo operaciones militares, necesito combustible, necesito comida, y necesito ser capaz de moverla por el campo de batalla y almacenarla en lugares. Ahora, si tienes niveles muy significativos de alcance, entonces puedes empezar a golpear a esos arsenales y facilitadores logísticos, lo que significa que realmente puedes retener a mis fuerzas para que no se acerquen».
Los misiles terrestres son mucho más difíciles de apuntar y mantener a distancia que los barcos y aviones, si se llevan a cabo buenas medidas de supervivencia, como el camuflaje, el ocultamiento, el engaño y la movilidad táctica, dijo a La Gran Época, el analista de defensa Tim Walton.
Walton, investigador del Centro de Evaluaciones Estratégicas y Presupuestarias, ofreció el ejemplo de cómo Estados Unidos y sus aliados lucharon para localizar los misiles scud en Irak, a pesar de ser un desierto relativamente sin rasgos distintivos.
«Si usted está operando en un entorno con bosques, colinas y montañas, podría ser aún más difícil ser capaz de rastrear y detectar con éxito estos sistemas», dijo.
Pero no se deje engañar por la palabra «precisión» que aparece en el título del programa de Disparos de Precisión de Largo Alcance, y que son armas de guerra a gran escala.
«Ojalá la ‘precisión’ no estuviera en nuestro título, porque es un término un poco cargado», dijo Rafferty, en referencia a la connotación de las armas ‘guiadas con precisión’ en los ataques de contrainsurgencia diseñados para reducir daños colaterales.
«Estamos diseñando estas cosas para el combate terrestre a gran escala, donde la masa y la velocidad de disparo son tan importantes como la fiabilidad. Así es como tenemos que abordarlo».
«Solo que prefiero decir fiabilidad. Para que estos sistemas sean efectivos, tienen que ser fiables».
El tratado nuclear de la era de la Guerra Fría se derrite
El programa LRPF está bajo los auspicios del recientemente estrenado Comando de Futuros del Ejército, creado en 2018 para impulsar lo que muchos analistas describen como la mayor reorganización del Ejército en 45 años, en línea con la Estrategia de Defensa Nacional de la administración Trump.
Esa estrategia explicaba por primera vez que Estados Unidos necesitaba prepararse para una era de renovada competencia de gran potencia con Rusia y China.
En los últimos 15 años, China ha triplicado silenciosamente su presupuesto militar anual hasta alcanzar un gasto estimado de 200,000 millones de dólares, con un claro enfoque en aprovechar los últimos avances tecnológicos como la inteligencia artificial (IA), la computación en nube y los misiles balísticos e hipersónicos de largo alcance para desequilibrar a las fuerzas armadas de Estados Unidos.
Algunos analistas acusan a Estados Unidos de estar dormido al volante o de ingenuidad geopolítica tras el final de la Guerra Fría.
Pero cuando se trata de misiles de largo alcance, hubo otra razón por la que China pegó un salto hacia adelante: el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF) de 1987, que prohibía el desarrollo de misiles lanzados desde tierra con un alcance de 500 – 5,500 kilómetros (310 – 3,400 millas) para restringir las capacidades nucleares.
Debido a que las ojivas nucleares pueden intercambiarse fácilmente por ojivas convencionales, el tratado también prohibió el desarrollo de misiles convencionales.
Walton recientemente fue coautor de un informe titulado » Nivelando el campo de juego: reintroduciendo los misiles de alcance de teatro de operaciones en un mundo post-INF, publicado por la CBSA.
Walton dijo: «Debido a que China no era parte del tratado INF, había acumulado el arsenal más grande y sofisticado del mundo de misiles de alcance intermedio lanzados desde tierra, con una gama de diferentes misiles balísticos y de crucero que podían ser disparados desde tierra y que podían tener diferentes objetivos en riesgo, incluyendo aliados y socios de Estados Unidos, así como a las fuerzas de Estados Unidos en todo el Indo-Pacífico».
Alrededor del 95 por ciento de los misiles terrestres de China tienen un alcance o rango más allá del límite INF, con alrededor de una docena de sistemas diferentes.
La acumulación de ese arsenal de alcance intermedio llevó a los rusos a sugerir la eliminación del tratado sobre las fuerzas nucleares de alcance intermedio a principios de la década de 2000.
«Estados Unidos dijo: ‘No, continuemos'», señaló Walton. «Los rusos finalmente desarrollaron sus propios sistemas en secreto y luego comenzaron a probarlos».
En 2014, Estados Unidos declaró oficialmente que Rusia estaba violando el tratado, que finalmente fue abandonado ese año.
El programa LRPF es anterior a la disolución del tratado INF.
Walton dijo que con la desaparición del tratado INF, se han abierto varias otras posibilidades para los misiles convencionales de alcance intermedio terrestres. La conversión de los actuales misiles lanzados desde barcos o aviones que no estaban restringidos por el tratado INF sería la forma más sencilla de introducir nuevos misiles.
«La mejor opción al alcance de la mano sería el sistema Tomahawk, que actualmente se lanza desde un barco o desde un submarino», dijo Walton.
Otra opción es recuperar el sistema de misiles Pershing II, que fue sacrificado por el Tratado sobre las Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio hace unos 30 años.
Según el informe de CBSA, en un plazo de entre cinco y diez años podrían entrar en servicio diferentes cantidades de misiles de alcance de teatro de operaciones lanzados desde tierra.
Mientras tanto, en el programa LRPF del Ejército, solo el sistema PrSM, originalmente restringido a 499 kilómetros (310 millas), se vio afectado por la disolución del tratado INF.
Ajuste del software
PrSM es el sustituto del actual misil táctico de Estados Unidos.
Rafferty dijo que el ejército habló con sus proveedores de PrSM durante el período de «enfriamiento» del tratado INF y preguntó hasta dónde podrían llegar los misiles.
Así como los fabricantes de automóviles pueden afinar un motor para obtener eficiencia, velocidad, potencia o emisiones, los fabricantes de armas también pueden ajustar el rendimiento de un motor de cohetes.
«Después de que tengamos unos cuantos disparos de prueba en nuestro haber, ajustaremos el requerimiento del misil de base», dijo Rafferty, señalando que esperan llevarlo hasta unos 700 kilómetros (435 millas).
«Es importante recordar que esta restricción del tratado INF durante todos estos años no solo limitó lo que podíamos poner en el campo (de batalla), sino que también limitó dónde estábamos invirtiendo en investigación», dijo. «No hay mercado para nada más allá de 499 kilómetros en un sistema del ejército, así que ¿por qué invertir en él?».
Rafferty dijo que el objetivo es conseguir el primer misil PrSM en servicio para 2023. Los militares pueden entonces utilizarlo como un «misil de base» para construir nuevas capacidades, como la capacidad de búsqueda, el alcance extendido y las submuniciones inteligentes, y se espera que la primera actualización se realice en 2025.
Junto a PrSM y apoyando el programa hipersónico de impulso de planeo, el equipo de Rafferty está llevando a cabo dos programas de cañones: el de Artillería de Alcance Extendido y el de Cañón de Largo Alcance Estratégico.
El primero es una drástica mejora del obús Paladín M109A6 de 155 mm, casi duplicando su alcance a 70 kilómetros (43 millas), y añadiendo un autocargador.
«Estamos avanzando en cada aspecto de este programa,» dijo Rafferty. «Todavía estamos determinando las formulaciones correctas del propulsor para conseguir los 70 kilómetros”.
Uno de los desafíos, dijo, es que los proyectiles están alcanzando altitudes más altas donde el aire es más delgado, lo que hace más difícil que las aletas guía en la parte posterior del proyectil puedan dirigir el vuelo.
Originalmente se dijo que el Cañón Estratégico de Largo Alcance tenía como objetivo un alcance de 1,000 millas, aunque Rafferty describe una meta más modesta de «cientos de millas».
Este cañón es un programa de demostración de ciencia y tecnología, con un prototipo previsto para 2023.
¿Dónde alojarlos?
La cuestión geopolíticamente espinosa de dónde podrían estar alojados los sistemas de largo alcance puede posponerse por ahora, dijo Walton.
«Aunque Estados Unidos está desarrollando estos sistemas tan rápido como puede, pasarán años antes de que sea capaz de presentarlos en números operacionalmente relevantes», dijo.
Eso deja a Estados Unidos tiempo para conversar con sus aliados.
«Creo que es prematuro tratar de poner a cualquiera de estos países en un apriete y decir cuáles van a ser la base de los sistemas», dijo Walton. «Creo que si Estados Unidos intentara hacer eso, probablemente sería contraproducente».
Pero incluso si los aliados o socios no están dispuestos o son incapaces de soportar el calor geopolítico de alojarlos, hay otras opciones, dijo.
La primera es simplemente colocar algunos sistemas en suelo estadounidense. Los sistemas con un alcance suficiente podrían estar alojados en territorios estadounidenses como las Islas Marianas o en Guam, o incluso en Alaska.
La segunda opción es alojarlas en territorio estadounidense, pero enviarlas a ejercicios militares o en caso de conflicto armado.
«Estados Unidos podría desplegar estos sistemas por algún tiempo para entrenar con aliados y asociados y ejercitar cómo podrían ser utilizados en caso de contingencia, y luego enviarlos de regreso a Estados Unidos», dijo Walton.
Comprimiendo el proceso
Pero mientras que las decisiones sobre el alojamiento pueden esperar, en el aquí y ahora del programa LRPF, las cosas están progresando a una velocidad vertiginosa bajo la catalizadora influencia del Comando de Futuros del Ejército (AFC), dijo Rafferty.
Además de LRPF, el plan de modernización de AFC enumera otras cinco áreas clave: vehículos blindados, elevación vertical, defensa contra misiles, tecnologías de red y la letalidad de los soldados.
AFC no se trata de introducir nuevas ideas y prioridades en los precedentes ciclos de adquisición (de experiencia) de 20 años. AFC es el reconocimiento de que el rápido ritmo de desarrollo tecnológico requiere forjar un nuevo enfoque que combine el espíritu de la puesta en marcha de la tecnología con la disciplina y la estrategia militar.
«Eso es realmente lo que es clave para el Comando de Futuros del Ejército», dijo Rafferty. «No es que estemos cortando esquinas o saltándonos pasos. Es que estamos comprimiendo la actividad.»
En lugar de ejecutar los procesos de forma secuencial, los ejecutan en paralelo siempre que sea posible. A veces, incluso es realizado a la inversa.
Por ejemplo, en lugar de utilizar el documento de requisitos técnicos para conducir de manera rígida el prototipo, los funcionarios están utilizando el primer prototipo para informar sobre los requisitos técnicos. Y en lugar de esperar a que un sistema de armas terminado salga de la etapa final de una línea de producción, se construyen doctrinas en paralelo.
Pero no habrá compromiso cuando se trate de seguridad.
«Los aspectos críticos del diseño, el prototipo, las pruebas y la entrega son prácticas rígidas que no nos estamos saltando porque son importantes», dijo Rafferty. «Solo lo estamos comprimiendo.»
Sigue a Simon en Twitter: @SPVeazey
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