Comentario
Más o menos inadvertido durante décadas, el hábito de los medios de comunicación de «anunciar» los resultados de las elecciones —presidenciales o de otro tipo— no solo es una traición al proceso democrático, sino que se ha convertido en un factor principal de una nueva forma de fascismo posmoderno en el que aparentemente estamos viviendo.
El sábado por la mañana a las 11:45 a.m., mientras el presidente Trump estaba jugando al golf, CNN, NBC, ABC, CBS, AP y USA Today, declararon todos casi al unísono la victoria para Joe Biden, como si estuvieran operando en algún tipo de acuerdo preestablecido; y Fox News se unió a todos ellos diez minutos después.
Era como si Pravda e Izvestia trabajaran juntos para lo que aseguraban que era por el propio bien del gobierno soviético.
Momentos después, los claxon sonaban con alegría y la gente bailaba en las calles desde Los Ángeles hasta Nueva York.
Después de todo, la bruja estaba muerta. ¿Qué vieja bruja? La bruja naranja. ¡Ding-dong, la bruja malvada estaba muerta!
Biden se convirtió en nuestro 46º presidente porque los medios de comunicación lo declararon así.
Por supuesto, esto era una tontería. Las elecciones siguen en curso, aún sin decidir, y será por varias semanas de demandas judiciales, muchas de ellas justificadas.
Lo que ocurrió a las 11:45 fue básicamente una operación psicológica de los medios, diseñada para debilitar y silenciar a los aproximadamente 71 millones de personas que votaron por Trump y reunir a los 71 millones, si es que existen, que votaron por Biden.
La verdad es que, en una democracia y/o una república democrática…
Ningún medio de comunicación tiene derecho a «anunciar» los resultados de unas elecciones. Punto.
Eso es una Gran Mentira, elevada al cuadrado.
El privilegio de determinar los resultados de unas elecciones pertenece solo a los votantes y se rige por las reglas del sistema constitucional bajo el cual vivimos.
¡Lo que digan la AP o Fox no tiene nada que ver con eso!
Los anuncios de los medios sobre el resultado de las elecciones son similares a sus escandalosas encuestas que hemos presenciado durante meses que también funcionaron como operaciones psicológicas diseñadas para debilitar el voto y las contribuciones financieras al candidato republicano.
La participación del medio supuestamente más conservador, Fox News, quedó ilustrada no solo por sus encuestas extremadamente inexactas en 2016 y 2020, sino también por su «anuncio» tan prematuro la noche de las elecciones de que Biden obtuvo Arizona, que ahora parece prácticamente impredecible, mientras que se negaba a anunciar a Florida para Trump, que estuvo cerca de ser una victoria fácil para el presidente.
El hecho de que las personas que hicieron las encuestas sesgadas de Fox fueran algunas de las mismas personas que hacen los anuncios estatales en su «sala de decisiones» es solo otro ejemplo de la corrupción incestuosa que es un sello distintivo de este fascismo posmoderno.
Pero a pesar de lo poderosas que son, las cadenas son solo los actores secundarios en nuestro nuevo mundo, los subalternos que ejecutan las órdenes de sus verdaderos amos de los gigantes de la tecnología que están anunciando las decisiones definitivas.
Esto se está desarrollando dramáticamente en el período postelectoral donde la censura en las redes sociales y, aún más importante, en los motores de búsqueda, ha aumentado a niveles nunca antes vistos.
No se trata soclo de bloquear los hashtags. Muchas de las acusaciones más graves no pueden salir a la superficie de ninguna manera y son inmediatamente desestimadas y etiquetadas como «desacreditadas», una señal segura de que nuestros maestros digitales están preocupados por su validez. (Si no es así, ¿para qué molestarse?)
Una de las implicaciones más significativas, y de hecho horribles, es la acusación de que los programas de software de la CIA (Hammer y Scorecard, cuyo enlace ha sido bloqueado por Facebook) se han utilizado para asegurar la elección de Joe Biden.
En la superficie, esto suena loco y no tengo idea de la validez, pero sé que merece ser explorado. Se reportaron extraños fallos informáticos en Michigan y en otros lugares. Uno de ellos dio como resultado que muchos votos fueran devueltos a Trump, y que un candidato republicano, que presuntamente había perdido, ganara. Grandes montones de votos, casi uniformemente para Biden, aparecieron mágicamente en medio de la noche.
Además, la enorme discrepancia entre aquellos que votaron solo por Biden y los que, como suele ser el caso, votaron por Biden y por candidatos del mismo partido no tiene precedentes. ¿Accidente o premeditado? Después de haber vivido años de estar rodeando la colusión rusa, por desgracia, nada me sorprendería. ¿Debería preocuparme?
Oh, no, digamos que CNN, NBC, ABC, CBS, la AP, USA Today, The New York Times, Washington Post, Los Angeles Times, y Fox News (excepto por Tucker, Sean, Laura, Lou, Jesse, Greg, la jueza Jeanine, y algunos otros —¿por qué siguen ahí?)… todo el mundo está bien. Joe Biden es nuestro presidente. No hay nada que ver aquí.
Como dirían los partidarios cubanos de Donald Trump en Miami-Dade: «Vamo’ a ver».
O para poner a El Ché de cabeza: «¡Hasta la victoria siempre!».
Por último, cuando hablo de fascismo posmoderno, para ser claros, me refiero a algo más cercano a la versión de Xi Jinping de «Socialismo con características chinas«.
A pesar de tener su foto en un millón de paredes, no es algo que Karl Marx reconocería. La clase obrera no es más que carne de cañón para el iPhone, cualquiera que sea.
Eso es más una forma de fascismo digital donde la prosperidad y una vida medianamente decente pertenece solo a aquellos que juegan y presionan los botones necesarios. Libertad, al ritmo de Kris Kristofferson, no es «solo otra palabra para no tener nada que perder«. Simplemente no existe.
Ahí es a donde la administración Biden-Harris nos llevaría.
Para canalizar mi yo de los sesenta: «¡Diablos, no! ¡No iré!».
Roger L. Simon es un novelista premiado, guionista nominado al Oscar, cofundador de PJMedia, y ahora, columnista de The Epoch Times. Sus libros más recientes son «The Goat» (ficción) y “I Know Best: How Moral Narcissism Is Destroying Our Republic, If It Hasn’t Already” (no ficción). Encuéntrelo en Parler y Twitter (por ahora) @rogerlsimon.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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