El cierre de las nucleares en 2035 en España parece ya técnicamente irreversible, las centrales operan con programación a muy largo plazo y el acopio de uranio como combustible deben gestionarlo con unos tres años de antelación; Almaraz, la más antigua y con fecha de clausura para noviembre de 2027, empieza su cuenta atrás.
Este último trimestre del año será determinante en lo que podría marcar el inicio del punto de no retorno de la producción de energía nuclear en España, al menos desde el punto de vista técnico más allá del final trazado en los planes del Gobierno, con el horizonte de cierre de los siete reactores operativos programado para 2035.
Dicho plazo ha quedado confirmado en la reciente actualización aprobada por el Gobierno del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (Pniec), como hoja de ruta para la descarbonización en España frente a la supuesta crisis climática.
Los reactores nucleares son instalaciones que requieren requisitos muy rigurosos y una planificación de recursos y una operativa de gestión organizada con mucha antelación; desde el acopio de carburante, hasta los trámites para la solicitud de ampliación de licencias, que son complejos, y los programas de formación de nuevos profesionales que exigen perfiles muy técnicos.
La marcha de la ministra Ribera a Bruselas
Coincide además este momento de plazos técnicos en la industria nuclear con la marcha a Bruselas como vicepresidenta de la Comisión Europea para Competencia y Transición «verde» de la hasta ahora responsable de la política nuclear en España, la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, un perfil muy crítico siempre con ese tipo de energía, debido a lo que considera como peligrosidad de los residuos radiactivos.
Según Ignacio Araluce, presidente de Foro Nuclear que agrupa a la industria nuclear, se trata de una fuente de energía que aporta más del 20 por ciento de la electricidad en España, lo que da una idea de su trascendencia económica y social, y además sin generar emisiones de CO2, principal gas causante del cambio climático.
Es evidente, por otra parte, que en Europa «la marea general» es «pronuclear», especialmente tras la crisis energética por la guerra en Ucrania; ese es el sentir general, pese al rechazo de la ministra española Ribera, ha asegurado Araluce, quien ha destacado además el altísimo nivel de seguridad y control que garantizan las centrales nucleares.
La energía nuclear frente a la crisis climática
Si la crisis climática, como muchos dicen, es «la mayor emergencia para la humanidad, tenemos un arma tremenda para combatirla: la energía nuclear» y no tiene sentido «prescindir» de ella, ha añadido Araluce.
Actualmente, España cuenta con siete reactores nucleares operativos Almaraz I y II (Cáceres), Ascó I y II (Tarragona), Cofrentes (Valencia), Trillo (Guadalajara) y Vandellós II (Tarragona).
Además, una fábrica de combustible nuclear de Juzbado (Salamanca) y un centro de almacenamiento de residuos radiactivos de muy baja, baja y media actividad en El Cabril (Córdoba).
Según el calendario de cierre escalonado de plantas nucleares, Almaraz (Cáceres) es la primera en la lista; Almaraz I tiene concedida la renovación de la autorización de explotación hasta noviembre de 2027, por lo que en el supuesto de querer solicitar una ampliación ya habría de estar informando a las autoridades competentes de su disposición a ello.
El presidente de Foro Nuclear ha reiterado que a nivel técnico se necesita una antelación de unos tres años previa expiración del permiso operativo, según la normativa vigente, para que las centrales empiecen a enviar al organismo regulador toda la documentación que justifique poder seguir operando más tiempo.
A diferencia de otros países como Estados Unidos en donde las licencias desde el principio son por cuarenta años, en el caso de España la solicitud de una nueva licencia y su reevaluación debe hacerse por las centrales cada diez años.
«El acopio de combustible también exige plazos muy largos, porque no es algo que se gestione de la noche a la mañana, sino con mucha planificación», ha explicado Araluce.
Ya sea el proceso mineral y luego la conversión, ya sea el enriquecimiento del uranio y la fabricación de los elementos combustibles, el trámite es muy largo, de entre dos o tres años para una carga de combustible, ha indicado.
A todo esto se suma además el tema de la contratación de personal: los operadores y supervisores de las plantas nucleares tienen un proceso de formación «larguísimo» hasta que se examinan en el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) y se les concede o no la licencia operativa; «el proceso puede llevar dos, tres, cuatro años», ha advertido el presidente de Foro Nuclear.
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