Comentario
Henry Kissinger habló sobre el Partido Comunista Chino (PCCh), así como de la amenaza que supone para Taiwán, en una entrevista con Fareed Zakaria de la CNN el 22 de noviembre.
Cuando se le preguntó si esperaba que China invadiera Taiwán, el político, diplomático y consultor geopolítico dijo que «no», al menos no por ahora.
«No espero un ataque total a Taiwán en, digamos, un período de 10 años, que es lo que puedo ver», dijo el anciano de 98 años.
¿Y si Kissinger se equivoca? Podría decirse que China es el país más fuerte del mundo, tanto militar como económicamente. El PCCh actúa con un gran grado de impunidad. Con un dictador beligerante en el poder, el PCCh tiene aspiraciones de dominio mundial. Esto implica capturar Taiwán y desalojar permanentemente a Estados Unidos del trono geopolítico. Ambas ambiciones son claramente posibles.
En muchos sentidos, la infame reunión secreta de Kissinger, que tuvo lugar hace 50 años, abrió la puerta a una China dominante y más destructiva. El papel de Kissinger en la facilitación del ascenso de la China comunista no debería olvidarse nunca.
En la entrevista de la CNN, Kissinger —que fue secretario de Estado y asesor de seguridad nacional de Estados Unidos bajo las administraciones presidenciales de Richard Nixon y Gerald Ford— habló sobre la reciente cumbre virtual del presidente Joe Biden con el líder del PCCh, Xi Jinping.
Al preguntársele si algo había cambiado desde la década de 1970, cuando Kissinger estaba en su apogeo estratégico, volvió a decir que «no».
«Creo que la unión definitiva de Taiwán y China, la creación definitiva de una sola China, es el objetivo de la política china», dijo Kissinger, autor de un nuevo libro sobre la inteligencia artificial y el futuro de la raza humana.
El nonagenario continuó: «Como lo ha sido desde la creación del régimen actual y que probablemente lo sería en cualquier gobierno chino, ya que Taiwán ha sido considerada una parte histórica de China que fue arrebatada por Japón, por la fuerza. Esa fue exactamente la situación a la que nos enfrentamos Nixon y yo cuando iniciamos los contactos con China».
Al iniciar el contacto con Beijing, Kissinger, sin saberlo o no, contribuyó a crear un auténtico monstruo.
El infame viaje
En 1971, Kissinger realizó un viaje secreto a China. Los documentos disponibles públicamente muestran las muchas maneras en que el exsecretario de Estado y el expresidente Richard Nixon permitieron que el PCCh creciera en poder.
El éxito del viaje de Kissinger a territorio enemigo, que allanó el camino para el viaje de Nixon a China en 1972, dependía de una cosa: la admisión por parte del gobierno estadounidense de que no estaba interesado en «dos Chinas» ni en una «solución de una China y un Taiwán».
El 9 de julio, en su histórica charla con el entonces primer ministro Zhou Enlai, Kissinger dio a China lo que tanto deseaba, al declarar que el gobierno de Estados Unidos «no abogaba por una solución de ‘dos Chinas’ ni por una solución de ‘una China, un Taiwán'». Enlai, claramente satisfecho por lo que acababa de escuchar, respondió con: «La perspectiva de una solución y del establecimiento de relaciones diplomáticas entre nuestros dos países es esperanzadora».
Kissinger había abierto la reunión con las ahora infames palabras: «Hemos venido a la República Popular China con la mente y el corazón abiertos».
Esas mentes y corazones abiertos abrieron la puerta a la China de hoy, un país que supone una amenaza existencial tanto para Taiwán como para Estados Unidos.
En la entrevista de la CNN, Kissinger dijo que China ha avanzado mucho desde la primera vez que visitó el país. Entonces, era «un país pobre y débil» pero muy «asertivo». Ahora, «es un país bastante rico, bastante fuerte y todavía bastante asertivo». Efectivamente.
Esto no quiere decir que una China siempre devastada por la pobreza hubiera sido una alternativa mejor. En absoluto. El pueblo chino, es importante señalar, es víctima de un régimen tiránico. Merecen una oportunidad de tener una vida mejor.
Sin embargo, cuando Kissinger y Nixon acordaron esencialmente entregar Taiwán al PCCh, enviaron un mensaje inequívoco a Beijing: «Actúen como quieran. Déjenos acceder a sus mercados. A cambio, ustedes pueden acceder a los nuestros». El PCCh aceptó, y aquí estamos. No es que el viaje nunca debiera haberse producido; es que Estados Unidos, entonces el país más poderoso del mundo (con bastante diferencia), debería haber planteado más exigencias.
El año 1971 marcó un nuevo amanecer en las relaciones chino-estadounidenses, al permitir que China se incorporara a una serie de influyentes organizaciones económicas mundiales, incluida la Organización Mundial del Comercio (OMC). Desde su ingreso en la OMC hace unos 20 años, el régimen chino ha intensificado sus esfuerzos para influir en el mundo de la forma más nefasta. Desde la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, en inglés), que carga a los países con niveles inimaginables de deuda, hasta la exportación de tecnología de vigilancia digital altamente invasiva, China se ha convertido en una ventanilla única de bienes y servicios destructivos.
La visita amistosa de Kissinger dio lugar a una China más próspera, pero esta prosperidad económica ha dado un barniz de legitimidad a un gobierno autocrático. ¿Es Kissinger el culpable? No del todo. Pero ciertamente desempeñó su papel en la creación de la China de hoy, un hecho que merece ser recordado una y otra vez.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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