Es el año 1754 y una violenta tormenta se desata sobre Ipiales, en el sur de Colombia, a solo siete millas de Ecuador. La amerindia María Meneses de Quiñones y su hija sordomuda Rosa buscan desesperadamente un refugio, ya que han quedado atrapados en el cañon. Al encontrar un espacio adecuado, las dos se acurrucan entre dos «lajas», dos placas de roca plana similares a la roca pizarra o al esquisto.
De repente, Rosa señala la pared y grita: «La Mestiza me llama». Había visto una visión de la Virgen María y señalaba su imagen.
La madre y la hija no contaron a nadie la aparición de la Virgen ni la milagrosa recuperación de Rosa.
Cuando Rosa murió, María fue al lugar donde su hija había visto a la Virgen María y rezó. Entonces se produjo un milagro asombroso: la Virgen María devolvió la vida a Rosa.
Rosa y María no pudieron mantenerlo en secreto. Cuando María volvió al lugar del milagro para mostrárselo a los demás, observó, por primera vez, una hermosa imagen de la Virgen María con Cristo en sus brazos.
La Santa Madre y el Niño están acompañados por Santo Domingo y San Francisco. Hasta la fecha, se desconoce el origen de la imagen.
Desde alrededor de 1756, un santuario marca el lugar donde se produjeron estos milagros. Se dice que el primer santuario estaba hecho de paja y madera. En 1802, se construyó un santuario más grande en su lugar. El santuario de estilo gótico que vemos actualmente, que se eleva a 90 metros del suelo del cañón, se construyó con el correr del tiempo, entre 1916 y 1949.
En 1994, el Vaticano nombró al santuario basílica menor. Los peregrinos que visitan el Santuario Nacional Basílica de Nuestra Señora de Las Lajas, comúnmente conocido como Santuario de Las Lajas, rinden sus respetos y esperan quizás un milagro.
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