El Banco Central Europeo se equivoca: una mayor deuda no es la respuesta

Por Daniel Lacalle
11 de octubre de 2020 6:10 PM Actualizado: 11 de octubre de 2020 6:10 PM

Comentario

En un artículo de opinión publicado en el Frankfurter Allgemeine Zeitung, Isabel Schnabel, miembro de la junta directiva del Banco Central Europeo (BCE), declara que el hecho de que los gobiernos se endeuden más ahora no debería ser una preocupación y que esto reforzaría la independencia del banco central en el futuro.

Ella afirma que «la decisiva intervención de la política fiscal en la crisis del coronavirus (COVID-19) refuerza la eficacia de la política monetaria y mitiga los costos a largo plazo de la pandemia. Con una inversión dirigida y orientada al futuro, en particular bajo el amparo del Fondo de Recuperación de la Unión Europea, los gobiernos pueden fomentar el crecimiento sostenible, aumentar la competitividad a largo plazo y facilitar la necesaria reducción del coeficiente de endeudamiento una vez superada la crisis».

El problema del artículo de Schnabel es que ignora los hechos y apuesta el futuro de la independencia del banco central a un nivel de inversión gubernamental riguroso, rentable y exitoso que nunca ha ocurrido y que es aún menos probable que ocurra ahora.

De hecho, Schnabel debería estar advirtiendo sobre el enorme riesgo de la mala inversión y la excesiva deuda que puede surgir de la implementación del Fondo Europeo de Recuperación y del masivo gasto déficitario que se está produciendo en toda la eurozona. ¿Por qué? Porque ella tiene la evidencia empírica del fracaso en lograr el crecimiento virtuoso y la reducción de la deuda que espera de los ejemplos del Plan de Crecimiento y Empleo de 2009, el plan Juncker y el enorme aumento del gasto deficitario entre 2009 y 2011 entre muchas naciones europeas.

Una vez que el crecimiento se recuperó, tres cosas fueron evidentes:

  • La mayoría de los países de la eurozona mantuvieron un nivel de gasto deficitario que elevó la relación entre la deuda y el PIB durante los períodos de crecimiento y recesión, porque los gobiernos se acostumbran a gastar más en épocas de auge y aún más en épocas de recesión. Schnabel espera de los gobiernos de la eurozona un nivel de disciplina y prudencia fiscal que solo Alemania y Holanda implementaron. Con los presupuestos de España e Italia elevándose sin control, la idea de que los gobiernos gastarán el dinero sabia y productivamente no es solo una ilusión, sino que se ve negada por la evidencia del pasado.
  • La carga de la deuda creada por las «decisivas políticas fiscales» en tiempos de recesión no solo se mantiene y crece, sino que también conduce en seguida a un aumento de los impuestos para «reducir el déficit», lo que obstaculiza el crecimiento y la creación de empleo. La eurozona ya padece una presión fiscal no competitiva en muchos países y el gasto deficitario improductivo seguido de impuestos sobre la inversión y la creación de empleo se han convertido en la norma. El crecimiento de la eurozona no ha sido más lento y con mayor desempleo que el de Estados Unidos debido a la mala suerte, sino debido al constante efecto de expulsión de la riqueza y de la capacidad productiva por parte de muchos gobiernos.
  • Schnabel ya debería saber, tras años de estímulos, que los gobiernos no «fomentan el crecimiento sostenible» ni «aumentan la competitividad a largo plazo». En su artículo menciona que el crecimiento de la productividad ha sido persistentemente débil, pero no ve ninguna conexión entre la baja productividad y el papel cada vez mayor del gasto público y la política monetaria en el incentivo de la baja productividad mediante tasas negativas e intervención pública. La inversión gubernamental no puede impulsar el crecimiento y la competitividad lo suficiente como para cubrir la enorme carga de la deuda que se está construyendo, porque los gobiernos no tienen el incentivo de ser productivos y generar inversiones con rendimientos económicos reales. El incentivo para invertir mal y perpetuar el exceso de capacidad es enorme porque los gobiernos no sufren las consecuencias de las malas decisiones de inversión, sino los contribuyentes.

Schnabel sabe que la experiencia de crisis anteriores nos muestra que no, que en tiempos de debilidad los gobiernos no deben decidir suplantar al sector privado. Los gobiernos no tienen mejor o más información que el sector privado sobre dónde y cómo invertir y tienen todos los incentivos para mal invertir y gastar en exceso porque el BCE sigue apoyando comprando bonos soberanos y recortando las tasas. Para la eurozona, la evidencia del aumento de la deuda, la escasa productividad y el mayor desempleo que sus pares debería ser suficiente señal de advertencia, y el ejemplo de Japón debería servir también como bandera roja.

Schnabel sabe que los elevados niveles de deuda en relación con el PIB en los que incurre la mayoría de los países de la eurozona no se reducirán a niveles prepandémicos, y menos aún a niveles sostenibles, con un gasto constante en déficit público promovido por la política monetaria y con llamados a «inversiones» cuestionables.

Schnabel puede hacerse una pregunta: Si todas esas «inversiones» masivas que algunos gobiernos de la zona euro están anunciando son rentables, productivas y promoverán el crecimiento y el empleo a largo plazo, ¿por qué no se implementó ninguna de ellas en el período 2014-2019 a pesar de los bajos tipos de interés, la alta liquidez y del apoyo del plan Juncker? Porque en gran parte, lo que la mayoría de los países de la zona euro incluirán en el plan de recuperación de «inversión» no son proyectos productivos, rentables ni orientados al crecimiento.

Schnabel debería saber que muchos países de la eurozona, como España, confiaron en la política monetaria para disfrazar los desafíos estructurales y que la política monetaria pasó de ser una herramienta para ganar tiempo para implementar reformas estructurales a una herramienta para evitarlas.

Schnabel también debería saber que el euro no es la moneda de reserva mundial y que replicar la política de la Reserva Federal no hace que los gobiernos gasten de forma inteligente y productiva. El balance del BCE es ahora el 57 por ciento del PIB y las tasas negativas han estado ahí durante años; el resultado ha sido un crecimiento decepcionante en los buenos tiempos y una crisis mayor en los malos. El creciente papel de los gobiernos en la economía no es una coincidencia. Es una de las principales causas de la debilidad de la zona del euro, en un momento en el que los gobiernos ya consumen más del 40% del PIB anual.

La evidencia del pasado nos muestra que los gobiernos no crean empleos, crecimiento y competitividad. Un documento de trabajo del Fondo Monetario Internacional de 2011 en el que se analizan los planes de gasto del gobierno concluyó que «el efecto del consumo del gobierno es muy pequeño en el impacto, con estimaciones agrupadas cercanas a cero (…) lo que plantea interrogantes sobre la utilidad de la política fiscal discrecional para fines de estabilización a corto plazo». La zona del euro ha mostrado ese insignificante impacto positivo durante años.

El BCE no reforzará su independencia con un gran gasto deficitario y una deuda masiva de los estados miembros. Este será aún más dependiente de disfrazar la insolvencia de los países, una vez que el COVID-19 deje de ser una excusa, la deuda y el gasto público seguirán aumentando.

El Dr. Daniel Lacalle es economista jefe del fondo de cobertura Tressis y autor de «Freedom or Equality» (Libertad o Igualdad), «Escape from the Central Bank Trap» (Escapar de la trampa del Banco Central) y «Life in the Financial Markets» (La vida en los mercados financieros).

 


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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