¿Tiene un mal hábito del que lleva años tratando de deshacerse? Quizá sea la procrastinación, la impaciencia o el desorden en casa. Yo sé, lo tengo.
Permítame primero animarlo con el recordatorio de que nadie es perfecto, nadie. Llegará a la tumba siendo todavía un trabajo en progreso, pero esto no es una tragedia a menos que haya apostado su identidad y sus esperanzas en alcanzar ese estándar imposible. Una vida buena y con sentido está al alcance de todos.
Ahora, con esta perspectiva en mente, permítanme plantear un reto. La forma en que vivimos realmente importa. Nuestros malos hábitos imponen un impuesto a la felicidad en nuestras propias vidas y en las de nuestros seres queridos. Nuestras virtudes son lo contrario. Son un regalo para nosotros mismos y una bendición para los demás.
9 de cada 10 no están realmente luchando
Cuando se trata de malos hábitos, escucho esto todo el tiempo: «x» es algo con lo que realmente lucho, y lo he hecho durante mucho tiempo.
Cuando escucho esto, empatizo. Todos hemos pagado un precio por nuestros malos hábitos, y en ocasiones nos hemos sentido perdidos sobre cómo vencerlos de una vez por todas.
Sin embargo, no estoy seguro de que «lucha» sea la palabra adecuada para lo que ocurre en la mayoría de las personas que veo. La lucha implica un esfuerzo enérgico y sostenido. Pero en 9 de cada 10 casos, parece que nuestros esfuerzos son poco entusiastas y esporádicos, por muy bien intencionados que sean.
Un admirable ejemplo a seguir
Hace poco terminé de leer la autobiografía de Ben Franklin. Además de estar fascinado por la historia de su vida, me inspiró su diligente búsqueda de la superación personal. Durante toda su vida adulta llevó un diario en el que registraba su progreso diario en 13 virtudes.
Cada vez que no alcanzaba el nivel de una virtud concreta, marcaba ese día con un punto en su cuaderno. Al final del día, reflexionaba sobre sus errores y pensaba en cómo mejorar al día siguiente.
Tal vez se tache este tipo de enfoque de pintoresco o demasiado simple. Pero el Sr. Franklin no era una figura pequeña en la historia, sus logros son numerosos y amplios, y lo más importante, era admirado por sus amigos y compañeros.
Ben Franklin sabía que era una persona imperfecta, hasta el final. En lo que se diferencia de muchos de nosotros, y por lo que su ejemplo es tan sorprendente, es que puso todo su empeño en combatir sus defectos. Con estas acciones, se convirtió en un hombre mejor y en una persona más útil para los que le rodeaban.
Hacer que las cosas fáciles sean difíciles
Si 100 personas aplicaran el enfoque simple y directo de Ben Franklin para cambiarse a sí mismas, y se aferraran a él con seriedad durante un año, apuesto a que 99 de ellas se sorprenderían del progreso que hicieron.
Pero, lamentablemente, muchos elegirán un camino diferente, lo que me recuerda una cita del inversor Warren Buffet: «Parece que hay alguna característica humana perversa que le gusta hacer difíciles las cosas fáciles».
Como es tan fácil engañarnos a nosotros mismos, nos apresuramos a creer que nos hemos esforzado más de lo que realmente lo hemos hecho. Interpretamos nuestros retos de una manera que nos pone en la mejor luz.
En lugar de hacer el esfuerzo necesario para progresar de forma lenta y constante, hacemos otras cosas que nos parecen trabajo, pero que requieren muy poco de nosotros. Mucho más allá del punto en el que estamos preparados para la acción, seguimos leyendo sobre nuestro problema, buscando atajos y elaborando planes detallados.
Esfuerzo sostenido en la misma dirección
En mi propia vida, encontré un gran alivio al comprobar que el cambio personal no es tan complicado como la mayoría lo hace ver. Para decirlo claramente, el progreso es el resultado de un esfuerzo sostenido en la misma dirección. No hay ningún secreto.
Si quiere intentarlo usted mismo, es tan fácil como tomar el marco general que se presenta a continuación y modificarlo para que se ajuste a sus necesidades.
1. Elija uno o varios cambios que quiera hacer.
2. Cree un método sencillo para hacer un seguimiento del progreso diario.
3. Dedique unos minutos cada mañana a establecer sus intenciones para el día.
4. Dedique unos minutos cada noche a reflexionar sobre sus esfuerzos.
5. Siga este plan durante un año (o mejor aún, durante toda la vida).
Mike (y su mujer, Mollie) escriben en su blog This Evergreen Home, donde comparten su experiencia de vivir de forma sencilla, intencionada y relacional en este mundo moderno. Puede seguirles la pista suscribiéndose a su boletín de noticias quincenal.
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