La globalización económica ha proyectado una enorme sombra sobre el mundo. Después de que el Partido Comunista Chino (PCCh) se uniera a la globalización económica, convirtió al proceso en una herramienta para su dominación mundial.
Muchos académicos occidentales se han equivocado al creer que la globalización económica llevaría al PCCh al camino de la democratización. En la actualidad, la nueva política comercial de Estados Unidos trata de reducir los efectos negativos de la globalización económica en Estados Unidos y protegerse contra la guerra estratégica del PCCh.
¿Hay algo malo con la globalización económica?
La globalización económica siempre fue considerada como el estado más alto del progreso de la sociedad humana. A los ojos de algunos izquierdistas, incluso fue coronada como «políticamente correcta». Cualquiera que critique la globalización económica está actuando «incorrectamente».
Desde que estallaron los conflictos económicos y comerciales entre China y Estados Unidos, hubo abrumadores argumentos a favor de la globalización económica. Desde economistas occidentales hasta la prensa anti-Trump en Estados Unidos, desde gobiernos europeos y asiáticos hasta la mayoría de las empresas de la comunidad empresarial, todos expresaron básicamente el mismo punto de vista y la misma esperanza de volver a la globalización económica y anular los aranceles sobre China. Su argumento es que afecta negativamente la estabilidad de la economía global.
El artículo del New York Times del 16 de mayo titulado «La economía global estaba mejorando. Entonces se reanudó la batalla » ejemplifica este punto de vista. Si tantas personas comparten la misma voz, ¿se convierte en una conclusión fundada? Al contrario, sus voces representan una percepción errónea que se ha desarrollado durante décadas.
La raíz de esta perspectiva es la comprensión errónea de los defectos naturales de la globalización económica y la tendencia del sistema del PCCh. Además, este concepto erróneo ignora deliberadamente las consecuencias adversas de la entrada en la globalización económica de grandes entidades económicas dominadas por un gobierno centralizado, y los efectos negativos que produce la inversión extranjera de las empresas multinacionales.
Después de la Segunda Guerra Mundial, muchos países del tercer mundo se independizaron y algunos de ellos, especialmente en Asia, se embarcaron en un camino de rápido desarrollo económico. La globalización económica se formó gradualmente con este proceso.
A nivel cultural, el impacto de la civilización occidental y la cultura empresarial en los países en desarrollo ha causado una impresión duradera. En el aspecto de la inversión y el comercio internacional, se trata de la transferencia de inversiones y tecnología de los países desarrollados a países aptos para la inversión, y los productos baratos de los países en desarrollo inundan a los países desarrollados. Cualquier país en desarrollo que se haya sumado a la globalización prosperará. Entonces, ¿no es la globalización económica una situación en la que todos ganan, tanto los países en desarrollo como los desarrollados? ¿Qué tiene eso de malo?
Hasta ahora, la globalización económica no ha sido capaz de eliminar las fronteras nacionales. Las fronteras nacionales significan que el gobierno de un país debe proteger el bienestar de sus ciudadanos en lugar de dar prioridad a las necesidades de las personas que viven fuera de sus fronteras.
Por otro lado, los votantes de los gobiernos democráticos votan a sus propios gobiernos, no uno global, y uno de sus principales criterios para elegir un gobierno es si el partido gobernante puede proteger el bienestar de sus ciudadanos, en lugar de sacrificarlos para alcanzar algunos de los objetivos globales del gobierno. Es aquí donde los economistas occidentales se encuentran en un punto ciego. Comprenden la globalización económica solamente desde la perspectiva de la microeconomía, y consideran los beneficios únicamente desde el punto de vista de las empresas, pero se olvidan de ver los problemas desde el punto de vista de los votantes de una nación.
Este error se manifiesta en dos aspectos. En primer lugar, los economistas occidentales creen que en el contexto del libre comercio y libre inversión, las empresas buscarán el máximo beneficio y aportarán la mayor ganancia a la economía mundial. Sin embargo, si no son solo las empresas occidentales las que están participando en la globalización económica, sino también los gobiernos centralizados como el de China, ¿cómo pueden las empresas occidentales en China que son amordazadas por el régimen chino ser competitivas?
En segundo lugar, las empresas de los países desarrollados pueden reducir los costos y aumentar las ganancias invirtiendo y transfiriendo la línea de producción a los países en desarrollo, pero las mismas acciones simultáneas de muchas empresas pueden provocar una fuerte disminución de los empleos en el sector manufacturero a nivel nacional. Aunque estas compañías ganan dinero con la globalización, no necesariamente pagan impuestos en sus propios países. Las compañías se aprovechan de los centros financieros offshore para evadir impuestos, pero los contribuyentes de sus países de origen salen perdiendo. Como los gobiernos del mundo desarrollado no tienen suficientes ingresos, tienen que pedir prestado más dinero y los futuros contribuyentes tienen que pagar por ello.
Cómo una super economía centralizada manipula la globalización económica
Otro error que han cometido los economistas occidentales es que nunca tuvieron en cuenta la posibilidad de que se produjeran desequilibrios económicos entre países a nivel macroeconómico con respecto a los efectos negativos de la globalización económica. Sin embargo, el proceso de globalización económica hasta ahora demostró preliminarmente las posibles consecuencias de la manipulación de la globalización económica por parte de tales supereconomías centralizadas.
Si esa supereconomía cuya fuerza laboral representa 1/6 de la mano de obra mundial se une a la globalización económica, esta gran economía puede atraer inversiones y tecnología de todos los países, formar una cadena industrial completa y luego utilizar productos baratos para exprimir a las empresas manufactureras de los países desarrollados. Luego ocupa los mercados globales y finalmente causa que la economía global dependa de la economía de ese país.
Esto sería insostenible incluso desde una perspectiva puramente del comercio internacional, ya que daría lugar a una reducción de la producción y a tener grandes déficits comerciales en muchos países, lo que en última instancia dificultará los pagos internacionales, situación en la que esta supereconomía ya no podría generar dinero.
Por otro lado, para los países que han dependido durante mucho tiempo de los productos chinos, con su propia industria manufactura desaparecida y ante la falta de divisas extranjeras para las importaciones chinas, no hay otra opción que buscar el apoyo del PCCh y aceptar su manipulación política. A largo plazo, ¿se trata de una situación económica y política internacional en la que todos ganan o de una situación en la que uno gana y otro pierde? La respuesta es obvia.
Además, si el gobierno que controla una supereconomía es un gobierno comunista autoritario, dado que dicho gobierno tiene un objetivo ideológico estratégico, a saber, «el socialismo eventualmente ganará sobre el capitalismo», entonces a nivel ejecutivo este gobierno centralizado tendrá un objetivo estratégico global.
Apuntará a la democracia más grande y poderosa del mundo, intentando debilitarla, golpearla, y ese objetivo es sin lugar a dudas Estados Unidos.
Uno de sus medios más importantes para debilitar y atacar a Estados Unidos es utilizar el mercado interno de la supereconomía y la capacidad de fabricación acumulada en el proceso de globalización económica para extorsionar a Estados Unidos. La guerra comercial es un juego de guerra en el que Beijing no solo trata de conseguir que las empresas estadounidenses que importan productos fabricados en China hagan lobby en su nombre, sino que también manipula directamente el sistema electoral estadounidense deteniendo o reanudando las importaciones de productos agrícolas estadounidenses.
Actualmente, ambas partes se enfrentan a un patrón internacional sin precedentes. Aunque Estados Unidos se enfrenta a todo tipo de infracciones de parte del PCCh, no puede tratar con China de manera similar a como hizo durante la Guerra Fría con la Unión Soviética, porque el PCCh se ha unido a la globalización económica durante muchos años. La economía de estos dos países ha formado una situación mixta de dependencia mutua. Una vez que se incremente la fricción entre estas dos potencias, cada lado sufrirá.
OMC vs PCCh: ¿Quién restringe a quién?
Era una ilusión de los gobiernos democráticos y de los funcionarios de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que el PCCh fuera a cumplir conscientemente con todas las promesas que hizo antes de unirse. Incluso creían, de manera absurda, que el ingreso del PCCh en la globalización económica conduciría a su democratización.
Ahora parece que, en lugar de estar efectivamente restringido por las normas de la OMC, el PCCh ha sentado un precedente para eludir con éxito las normas de la OMC. La mayoría de los miembros de la OMC no quieren involucrarse con el PCCh debido a sus propios intereses financieros, y el resultado es que la OMC sigue haciendo concesiones al juego sucio de Beijing. En este sentido, la OMC ha perdido su capacidad para restringir las violaciones, y es por eso que su existencia está en duda.
Antes de que China entrara en la escena mundial, la globalización económica ya se había producido sin grandes problemas. Esto se debió no solo a que los países participantes eran básicamente sociedades libres, sino también a que no eran grandes economías, sin la ambición ni la capacidad de desafiar las normas internacionales.
Después de que la globalización económica trató a China como una importante entidad cooperativa, las cosas cambiaron significativamente. La globalización económica fue originalmente una cooperación de empresas transnacionales entre países libres, y la OMC proporcionó normas y orientación en torno a dicha cooperación económica. Lo que hay que destacar en particular es que la globalización económica no es una cooperación económica entre gobiernos, sino una cooperación entre empresas de diferentes países. Esto es importante porque todos los participantes en la globalización económica son países libres. Aparte de la economía de mercado, los llamados países libres no manipulan directamente todas las actividades económicas, ni tampoco utilizan la manipulación gubernamental para lograr sus propios objetivos globales.
En otras palabras, la participación de los países libres en la globalización económica no convierte, por lo general, a la globalización económica en un instrumento de dominación global de sus gobiernos. Como resultado, las reglas de la OMC nunca fueron escritas con el objetivo de evitar que los países participantes se conviertan en una amenaza para el orden económico y político mundial. Detrás de esta visión benigna de la globalización económica se esconde un viejo sueño de los izquierdistas globales: una comunidad global.
Lamentablemente, debido a la ingenuidad de las grandes democracias del mundo, la globalización económica se convirtió en una bomba que explotará en el futuro.
Hay dos aspectos de esta ingenuidad. En primer lugar, se supone que todos los países con economías orientadas al mercado adoptarían la democracia liberal. En segundo lugar, se suponía que después del final de la Guerra Fría ya no habría una posibilidad realista de que una gran potencia amenazase el orden económico y político mundial.
Si bien es cierto que la Unión Soviética de la era de la Guerra Fría era una amenaza constante para la paz y el orden mundial, la Unión Soviética rechazaba totalmente la economía de mercado y, como tal, los miembros del Bloque Soviético no entablarían una cooperación económica amplia y a largo plazo con las empresas de países libres.
Después del colapso de la Unión Soviética, muchos ingenuos occidentales celebraron que el mundo nunca más tendría un poder autoritario que amenazara la paz y el orden mundial. En su opinión, dado que China ya había adoptado una economía de mercado, tarde o temprano se uniría al mundo libre, tal como han argumentado los «abrazadores de pandas» de Estados Unidos y Europa.
Su mayor error fue no ver, antes de la decisión del PCCh de unirse a la OMC, que había construido un marco institucional básico único de «capitalismo comunista» al promover una economía de mercado (privatización total de las empresas estatales y el abandono de las economías planificadas).
Mi artículo publicado en 2015 planteaba por primera vez el sistema del «capitalismo comunista», pero en ese momento me enfoqué en la propiedad, es decir, en cómo los cuadros del PCCh se convirtieron en oligarcas al apropiarse indebidamente de activos que antes eran propiedad del Estado, sin profundizar en el análisis de qué tipo de consecuencias se producirían una vez que dicho capitalismo comunista hubiera ingresado en la globalización económica.
Ahora parece que el «capitalismo comunista» no es ni una economía de mercado normal ni una sociedad libre. Mediante la globalización económica, no solo atrae empresas, equipos y órdenes de compra de varios países, formando la «fábrica mundial», sino que también hace que las empresas de los países occidentales dependan económicamente de China.
Por otro lado, bajo tal sistema, el régimen comunista seguramente tratará de influir y manipular el orden económico internacional, desafiando a Estados Unidos a fin de mantener y expandir su poder.
Por lo tanto, no puede ser un verdadero socio de Estados Unidos, o un competidor justo que actúa de acuerdo con las normas internacionales, sino que trata estratégicamente a Estados Unidos como un enemigo imaginario. Al seguir debilitando a Estados Unidos con medios no violentos, el PCCh también está prácticamente desintegrando las normas de la OMC y su fuerza vinculante.
Importancia estratégica de la disputa comercial entre China y Estados Unidos
Después de que Trump asumió la presidencia, comenzó a limpiar los legados negativos de sus predecesores, entre los cuales el punto más importante es el reinicio de las relaciones entre Estados Unidos y China.
Tras la adhesión del PCCh a la OMC, su escala económica mundial siguió aumentando. Cuando China pensó que había ganado suficiente fuerza, comenzó a controlar el comercio mundial de acuerdo con sus propias necesidades, tales como tomar tecnología de otros países y promulgar políticas perjudiciales para otros países como Estados Unidos. La OMC se encontró impotente ante un Estado irracional y corrupto.
A primera vista, la disputa comercial entre China y Estados Unidos se parece a muchas otras fricciones comerciales que hemos visto en todo el mundo, pero hay un factor importante que se suele pasar por alto: debido a la necesidad de propaganda nacionalista e ideológica, el PCCh apunta tanto a la economía como al Ejército de Estados Unidos.
Se aprovechó económica, científica y tecnológicamente, y luego utilizó sus recursos para fortalecer su ejército, ejerciendo presión sobre Estados Unidos.
Este enfoque tiene cierta semejanza con las relaciones diplomáticas y comerciales de Japón con Estados Unidos antes del Frente del Pacífico de la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, no es aconsejable que Estados Unidos vea los problemas existentes solo desde una perspectiva económica.
Muchas de las estrategias de Estados Unidos contra China no solo hacen foco en las relaciones económicas, sino que también ponen un ojo en lo político y lo militar. Aunque nadie en la política norteamericana ha planteado explícitamente este punto todavía, el consenso subyacente es cada vez más claro.
¿Debería cambiar el orden económico mundial? Las posiciones relativas de los países son muy diferentes. Para el PCCh, es mejor mantener el actual rumbo, para que pueda seguir aprovechándose de otros países. Muchos países desarrollados pequeños y medianos tienen miedo de ofender al PCCh, pero también quieren seguir aprovechando las ventajas económicas de Estados Unidos, por lo que vacilan.
Estados Unidos, que sufrió mucho, es el único país con incentivos para cambiar el orden económico mundial. El cambio de orden económico mundial solo puede ser hecho por Estados Unidos, que en este momento es una economía más grande y tiene más influencia global que China.
Frente a un país que solo se aprovecha de los demás y no cumple con sus promesas, la OMC solo puede hacer amenazas vacías y esperar pacientemente a que el PCCh tome la iniciativa para cambiar. El PCCh, por otro lado, solo está dispuesto a hacer cambios que no sean perjudiciales para sí mismo, y no abandonará sus prácticas existentes tan fácilmente.
En este caso, Estados Unidos, que es el país que más sufre con la globalización, solo puede salvaguardar sus intereses por sí mismo. De hecho, a ningún otro país le importan las pérdidas de Estados Unidos. Los intereses estadounidenses solo pueden ser protegidos por el propio Estados Unidos.
La nueva política comercial de Estados Unidos reveló el lado oscuro de la globalización económica que durante mucho tiempo estuvo encubierto. La debilidad de la OMC frente al «Terror Rojo» muestra plenamente la miserable situación de la globalización económica. Se puede decir que la globalización económica ha pasado por su apogeo y ahora está entrando en la sombra creada por ella misma. La gente tendrá que volver a comprender el futuro patrón económico global para poder liberarse.
El Dr. Cheng Xiaonong es un experto en política y economía de China radicado en Nueva Jersey. Cheng era investigador de políticas y ayudante del exlíder del Partido Zhao Ziyang, cuando Zhao era primer ministro. También fue editor jefe de la revista Modern China Studies.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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